lunes, 30 de diciembre de 2013

Capítulo 36

Seguro que al menos durante unos minutos podría tener algo de lo que quería. Ya habría tiempo después para echarse atrás, para volver a colocarlo todo bajo control. ¿Cuánto dolor podría soportar en una habitación llena de gente, frente a todos sus invitados?
—Soy feliz de estar bailando con el hombre más atractivo, sofisticado e irresistible de esta sala. Eso lo sé.
—Quiero estar a solas contigo —dijo él—. Tenemos que deshacernos de esta gente cuanto antes y marcharnos.
Aquellas palabras de deseo le produjeron un escalofrío a Lali. Y sirvieron también como advertencia. Había sido un error tratar de acercarse más. Tratar de conseguir algo de él y pensar que podría conformarse con sólo eso, cuando lo que quería hacer era devorarlo entero.
Levantó la cabeza y sonrió, como si su cuerpo estuviera ardiendo de deseo por él. Como si no estuviera dejando su corazón expuesto para que él se lo llevara.
—Puede que hayamos conseguido librarnos de los discursos, pero esto sigue siendo una boda. Hay un par de cosas más de las que tenemos que ocuparnos antes de marcharnos.
Cosas como separarse para bailar con los parientes, sólo que Peter se negó a dejarla ir. Sus brazos la apretaron con fuerza cuando terminó el vals y otras parejas se unieron a ellos en la pista para seguir bailando.
Tras veinte minutos en sus brazos, el cuerpo entero de Lali era puro deseo. La frustración la colmaba por dentro y le hacía sentir dolor. Dolor por ese hombre que se había convertido en su marido. No había tomado más que media copa de champán, pero se sentía ebria. Borracha de deseo por Peter.
Cortaron la tarta. Una obra de arte de cinco pisos. * Cuando Peter le colocó un pedazo de pastel en la boca, dejó ahí los dedos para recorrer sus labios con ellos, y Lali cerró la boca para saborearlos, sintiendo cómo su corazón se aceleraba.
Aquello era una tortura intolerable. Pero de algún modo tendría que aguantar, y esperar a que su corazón sobreviviera al final del viaje.
Temblando por dentro, ella le devolvió el favor, ofreciéndole tarta. Y no supo si sentirse triunfante o desesperada al ver que el calor subía a las mejillas de Peter, el cual la besó apasionadamente.
Los aplausos y silbidos de los invitados hicieron que se separaran. Peter le tomó la mano y la condujo entre la multitud, deteniéndose para hablar con unos y con otros.
Cuando llegó el momento de lanzar el ramo, Lali rompió una vez más con la tradición. Caminó hacia su hermana y se lo entregó.
—Ya estás casada, pero eres mi única familia. Quiero que tengas esto.
Euge sonrió mientras los otros invitados sonreían con aprobación. De pronto Peter tomó a Lali en brazos y la colocó en una silla cercana, donde procedió a quitarle la liga del muslo.
Todo ocurrió muy rápido. Él con su espalda la tapaba frente al resto de invitados, pero sus escalofríos siguieron produciéndose incluso después de que le quitara la liga y se la tirara a uno de sus hermanos. Estaba tan consumida por la frustración y la necesidad, que ni siquiera se dio cuenta de quién recibía la liga.
—Tengo que cambiarme —dijo tratando de sonreír a Peter.
—Si no quisiera conservar ese vestido intacto, te ofrecería mi ayuda. Pero temo que acabaría rasgándolo, en vez de tener la paciencia necesaria para quitártelo correctamente.
Lali se alejó a toda prisa, rechazando la ayuda de Euge para cambiarse. Pero cuando estuvo sola, lamentó la soledad que le proporcionaba tanto tiempo para pensar.
Mientras se quitaba el precioso vestido, la culpa la bombardeó de nuevo. Se había gastado mucho dinero en esa boda. La noticia de su enlace sería conocida en toda Australia al día siguiente. Cuando ella dejara a Peter, él tendría que enfrentarse a las consecuencias.
Y nada de eso incluía lo que ocurriría cuando abandonasen aquel lugar y se encontraran a solas los dos.
Ella había hecho todo eso por el bien de su hermana, había elegido la mejor de dos opciones malas. Al menos Euge tenía una oportunidad, pero eso no hacía que la perspectiva del resto del día fuese mejor para Lali.
Vestida con un traje de ceremonia rosa pálido, se quedó quieta, tratando de conseguir la seguridad necesaria para enfrentarse a lo que quedaba de recepción.
En ese momento entró Peter, con pantalones negros y camisa azul, lo cual demostraba que él también se había cambiado. La miró de arriba abajo antes de agarrarla del brazo con fuerza.
—Creo que ya has acabado aquí —y sin más la sacó de la habitación hasta la recepción y luego fuera.
El silencio reinaba mientras conducían hacia casa. Lali tenía dudas de si habría podido hablar en cualquier caso. Lo miró en la oscuridad. ¿En qué estaría pensando? ¿Qué le pasaría por la mente en ese momento?

«Sexo», pensó ella. «Es vuestra noche de bodas y todavía no os habéis acostado. ¿En qué crees que estará pensando?».

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