Peter podía sentir la
tensión que se acumulaba en sus hombros y se sentía molesto por ello. Lo único
que Forrester había hecho era flirtear un poco con Lali, y él había deseado
entonces descuartizarlo con sus propias manos.
Tendría que aprender a controlar
su tendencia a reaccionar exageradamente con respecto a Lali. Era totalmente lo
contrario a como quería llevar su relación. Fría y sin sentimientos. Ése era el
plan.
—Forrester es el tipo de
hombre que disfruta viendo a sus socios hacer piruetas en un esfuerzo por
convencerlo. No será fácil.
—No me guste que juegue
contigo —dijo Lali. Parecía indignada y Peter sonrió. Para lo inteligente y
entusiasta que era con respecto a su trabajo, se daba bastante poca cuenta de
lo despiadado que podía ser el mundo empresarial.
—Yo también estoy
jugando con él —dijo Peter encogiéndose de hombros—. Así funciona. Antes de
volver a la oficina, quiero pasar por mi casa a recoger unas cosas.
—Ah, de acuerdo.
Lali no tenía mucho más
que decir, pero a él no le importó el silencio. Le permitió reflexionar sobre
el éxito de sus planes hasta el momento. Cuatro meses a partir de ese momento,
cuatro meses y dos días exactamente, y estarían casados. Cada vez le gustaba
más la idea de casarse con Lali.
Cuando llegaron a la casa,
Lali miró a su alrededor con aparente interés.
—¿Desde hace cuánto
tiempo tienes una casa aquí? Te había imaginado en un apartamento, a decir
verdad.
—Compré este lugar hace
seis años —dijo él mientras conducía el coche por el camino hacia una enorme casa
de dos pisos. Unas columnas romanas sustentaban el porche, que se extendía por
todo lo largo del piso de abajo. En el segundo piso, un balcón rodeaba la casa
y giraba hacia la parte de atrás.
Aunque la casa no tenía
un diseño moderno, era original y él se sentía a gusto con ella. Estuvo tentado
de intentar convencer a Lali de que le encantaría vivir allí, pero se contuvo.
No tenía que impresionarla.
—Pensé que deberías ver
dónde vas a vivir.
—Es muy agradable —dijo
ella, y parecía sincera, pero reacia a decir más, y pronto centró su atención
en las flores.
—Son preciosas —dijo
ella señalando hacia las plantas y los arbustos—. Yo soy jardinera frustrada,
dado el apartamento en el que vivo. Pero me encantaría tener un gran jardín si
tuviera la oportunidad.
¿Era eso a lo que se
refería cuando decía que deberían conocerse mejor? ¿Compartir pequeños e
íntimos detalles de sus vidas?
Decidió que podría vivir
con esas revelaciones y quizá podría sacar algunas propias a relucir. No le
pasaría nada por probar, sobre todo si todo aquello de lo que hablarían serían
cosas tan inocuas como la jardinería.
—Podrás ocuparte del
jardín cuando estemos casados, si quieres. Vamos a ver el interior.
Peter recorrió el camino
hacia la puerta principal, desconectó la alarma y se echó a un lado para
dejarla pasar.
—Comenzaremos arriba y
luego bajaremos.
Le enseñó las habitaciones,
intercambiando conversaciones despreocupadas con ella mientras hacían la
visita. Tras los primeros minutos, Lali se relajó y Peter se dio cuenta de que
él también. A Lali le gustaba la casa, y no había nada de malo en que él
sintiera algo de orgullo al respecto.
Su sensación de
tranquilidad lo abandonó en cuanto entraron en el dormitorio principal. Los
ojos de Lali se volvieron más oscuros y un ligero rubor apareció en sus
mejillas antes de apartar la vista para no mirarlo.
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