El viaje supondría otro
paso adelante en su esfuerzo por ganarse a Forrester. Lali se sentía feliz por Peter,
pero el viaje a una de las pequeñas islas de la costa de Queensland no tenía
nada que ver con ella.
En otras circunstancias
habría sido un fin de semana maravilloso lleno de recuerdos románticos. Pero
dado que a Peter no le iba el romance, Lali deseaba que dejase de meterle esas
ideas tan tentadoras en la cabeza.
—Exacto —dijo él, y
volvió a besarla con ferocidad—. Tú también vienes. Asegúrate de meter en la
maleta ropa de ocio y no sólo de trabajo. Estoy seguro de que habrá tiempo para
ambas cosas, y planeo sacar el máximo partido a ese tiempo.
De ningún modo debía
aceptar un fin de semana con Peter. No si no quería acabar en sus brazos y en
su cama. Y no si quería detener esa marea de sentimientos que parecía despertar
en el fondo de su corazón.
Ella no había pedido
nada de eso, y ahora que estaba ocurriendo, sus sentimientos se habían
convertido en su enemigo.
—No me necesitas allí
para algo así. Estoy segura de que los Forrester y los demás no querrán una
intrusa.
—No eres una intrusa.
Creen que eres mi novia y vas a venir conmigo. A no ser que tengas algún
problema en que pasemos el tiempo conociéndonos mejor. Dijiste que necesitabas
eso.
—Sí. Tiempo es
exactamente lo que necesito.
Lo que realmente
necesitaba era salir de aquello sin profundizar más a ningún nivel. Y no podría
escapar hasta que no hubiese terminado de pagar al chantajista. Tres meses más
y encima tendría que cancelar la boda.
—No me importa la idea de
irme. Supongo que simplemente es que yo…
—Bien. Entonces ya está
arreglado. Terminaremos de trabajar un poco antes mañana por la tarde,
pasaremos por aquí a recoger tus cosas y saldremos hacia el aeropuerto —concluyó,
y se alejó.
«…no pienso acostarme contigo
bajo ninguna circunstancia», finalizó la frase en silencio.
—Cierra con llave, Lali —dijo
él a lo lejos.
—¿Perdón? Ah, iba a
hacerlo.
Lali cerró la puerta con
más fuerza de la necesaria y echó el pestillo. No estaba segura de con quién
estaba furiosa. Pero, fuera cual fuera la causa, esa reacción tenía que ser
mejor que la desesperación.
—No me iré con él, y eso
es todo —dijo mientras se lanzaba sobre el sofá, disfrutando del tiempo a solas
para pensar—. Diré que he pillado la gripe o algo así y me pasaré el fin de
semana en la cama poniéndome al día con la lectura. Eso le enseñará.
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