Quería tocarlo también,
ser capaz de abrazarlo y no soltarlo nunca. Lentamente aflojó las piernas de su
cintura hasta estar los dos de pie, hasta que su mano pudo acariciar su pecho,
su cintura y la erección bajo su bañador.
—Lali, te deseo tanto.
Lali también lo deseaba,
tan desesperadamente que un dolor intenso consumía todo su cuerpo. Aquello no
era como aquella primera vez, que la había dejado preguntándose por qué tanto
alboroto con el sexo.
Al pensar en ello, abrió
más los ojos y lo miró a la cara, para luego mirar por encima de su hombro
hacia la playa desierta. Estaban en medio del agua, donde cualquier persona que
pasara podría verlos.
No quería gente mirando.
No quería eso en absoluto. O al menos no podía permitirse a sí misma tenerlo,
aunque lo deseara. Su cuerpo comenzó a temblar con una reacción totalmente
diferente y le colocó las manos en los hombros a Peter, poniendo distancia
entre ellos.
—Así no.
Fue lo único que pudo
decir con los dientes castañeteándole de esa manera.
—No, así no. Ahora no.
Vete a chapotear en la orilla —dijo él—. Yo volveré en un minuto.
Tras nadar un rato y
después de que Lali hubiera hecho todo lo posible por calmarse, comieron. Un
picnic en la playa. Otro toque romántico que él negaría vehementemente si ella
intentaba agradecérselo en esos términos.
Ella no tenía ni idea de
lo que se llevó a la boca ni lo que dijo. Sólo sabía que no podía mirarlo a los
ojos. La tensión era evidente entre ellos, como algo que intentara consumirlos
con sus manos avariciosas y su pasión.
El sol la acariciaba
secándole la piel, pero no podía calentar el frío que sentía por haber hecho
que Peter parase, por haber dejado un hueco en su interior que gritaba por él.
—No hemos hablado de los
detalles reales para la boda —dijo él de pronto—. Sé que hay muchas cosas de
las que ocuparse. ¿Cómo quieres proceder en ese asunto? ¿Quieres contratar a un
organizador de bodas? ¿O quieres que lo organicemos juntos, tú y yo?
Lali lo miró a los ojos.
Era fácil olvidarse de lo que había comenzado todo aquello. Pero no podía
permitirse olvidar. Ni por un momento. ¿Planes de boda? No, no, no. Una
ceremonia discreta, pequeña, que fuera fácil de cancelar.
—Los planes de boda,
claro —dijo ella tratando de recomponerse para al menos sonar medio coherente—.
Dado que lo vamos a hacer de forma íntima, quiero que me lo dejes todo a mí.
Era la única manera de
poder mantener el control sobre sus planes, o la única manera de no hacer
ningún plan.
—Estoy segura de que te
sorprenderá el resultado —añadió.
—¿Entonces quieres
sorprenderme por completo? ¿Yo no participaré en absoluto?
Él quería implicarse. Lali
estaba segura de ello. Ese hombre presumía de estar hecho de hierro pero no *
era cierto. Sí que tenía sentimientos, como todo el mundo. Pero se negaba a
mostrarlos. ¿Es que no tenía idea de lo buena que sería su vida si aceptara sus
emociones en vez de encerrarlas todo el tiempo en una caja?
«Claro, Lali», pensó
ella. «Y tú vas a ser la que le haga describir esas emociones, para que se
sienta más herido cuando todo esto termine».
Pero ella no había
pretendido eso en absoluto. Sólo se había dejado llevar por sus pensamientos un
momento, pero nada más. Por su deseo idiota de que pudieran acercarse más el
uno al otro. Era algo que le ocurría cada vez con más frecuencia.
«Céntrate en la
conversación».
La boda. Sí. Claro que
se sorprendería.
—Oh, sí. Quiero
sorprenderte —dijo ella.
—Si eso te complace —dijo
él, aún con cara de decepción—. Haré que hagan una trasferencia a tu cuenta y
así podrás ocuparte de todo, ¿de acuerdo?
—Ya te dije cuando
visitaste mi apartamento que he estado viviendo sin grandes lujos, así que
tengo algo de dinero ahorrado. No necesitas darme nada. Al menos de momento.
«Porque no pienso
invertirlo en la boda. Porque no habrá boda».
—¿No será mejor que yo
te lo diga si necesito efectivo? —sugirió ella.
—Mientras lo hagas —dijo
él—, lo que te haga feliz a ti, me hace feliz a mí. Espero que recuerdes eso.
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