Tras la proposición de
su jefe, Lali habría querido tiempo para pensar, pero no lo tuvo. La suya era
una oficina ajetreada, y pareció que pasaron sólo unos minutos antes de que se
pusieran en camino para ver a los clientes de Peter. En ese momento estaban
hablando de los Forrester.
—Jack nos está poniendo
la zanahoria delante del hocico, eso es todo —dijo Peter mientras manejaba su
Porsche sin esfuerzo entre el tráfico—. Si nos los ganamos, Lanzani's
conseguirá la oportunidad de instalar y mantener sistemas de seguridad en más
de una docena de puertos deportivos por las costas de Nueva Gales del sur y
Queensland. Además tiene muchas más propiedades. Hoteles, moteles,
restaurantes. Lo que quieras. Por no hablar de que tiene un gran dominio sobre
la comunidad de los negocios. Una recomendación suya sería muy importante. Si
conseguimos instalar sistemas de seguridad en todas sus propiedades, estaríamos
hablando de mucho dinero.
—Firmará con nosotros —dijo
Lali mientras veía pasar a los otros vehículos. Estaba tratando por todos los
medios de mantener sus pensamientos bajo control, tratando de no entrar en el
terreno sentimental.
No era fácil
controlarlo, pero no podía dejar que él viera lo desconcertada que estaba. Más
tarde, cuando estuviera sola, podría permitirse pensar en él.
—Tenemos los mejores
sistemas de seguridad de Australia —dijo ella—. Posiblemente los mejores de
todo el hemisferio sur. Una vez que los haya probado, se dará cuenta y nos
entregará todas sus propiedades.
Puede que para Peter
aquélla fuese una conversación de negocios más, sin embargo, cada vez que la
miraba, ella podía ver en sus ojos un destello de calor sensual que la dejaba
con la boca abierta. Cuando había aceptado casarse con él, no había considerado
lo mucho que él podría desearla físicamente, no lo abiertamente que iba a
mostrarlo, ni cómo eso iba a afectarla.
Sus sentidos respondían.
Eso era malo.
Sus emociones
respondían. Eso era peor. La esperanza seguía tratando de hacerse un hueco en
su corazón, y ella seguía tratando de ignorarla.
Él no había implicado
sus emociones. Tenía que recordar eso.
—Si el señor Forrester
es lo suficientemente inteligente como para construir un imperio de los
negocios, seguro que también sería inteligente como para apreciar el tipo de
tecnología que Lanzani's puede ofrecer.
—Aprecio tu confianza en
nuestras habilidades. Ah —dijo él mientras metía el coche en un parking—. Ya casi hemos llegado.
—¿Es que todo está en el
lugar apropiado para ti? —preguntó con una sonrisa frívola, tratando de ocultar
cómo lo envidiaba por tener esa aparente facilidad en la vida, mientras que la
suya había sido un desastre casi desde antes de nacer. Ahora era peor y, como
el jueves negro del crack de la bolsa, iba a ir a peor desde ese momento.
No es que fuera
pesimista. Pero por primera vez estaba siendo como Peter quería que fuese.
Estaba examinando la situación con la mente racional. La cual le decía que
estaba metida hasta el cuello y hundiéndose cada vez más.
—¿Sabes?, creo que
disfrutaré siendo un hombre casado —dijo mientras le colocaba la mano a la
altura de su codo para unirse a la multitud en la acera—. Será agradable tener
resuelta esa parte de mi vida. Ahora que he dado el paso, me pregunto por qué
no haría algo semejante hace años.
Entonces la parte
racional de Lali dejó de funcionar. ¿Hace años? Eso era antes de conocerla a
ella.
«Para él todo carece de
sentimientos. Dadas las circunstancias, deberías sentirte afortunada por cómo
se siente él al respecto», pensaba ella.
Pero no se sentía
afortunada. Se sentía ofendida. Dolida al pensar que podría haber elegido a
cualquier otra mujer y habría sido igual de feliz.
«Realmente no vas a
casarte con él, ¿recuerdas? Todo es un truco».
Y por eso exactamente
iba a terminar en un psicólogo.
Sus dedos apretaron con
fuerza su antebrazo. Los músculos de Peter se tensaron en respuesta y eso
volvió a reiniciar todas sus reacciones internas.
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