Él asintió.
—Siempre me han
encantado esas hojas, sobre todo en primavera, cuando emergen por primera vez
de los árboles, tan frescas y verdes.
—Hiciste un comentario
sobre ellas el día que empezaste a trabajar como ayudante mía.
—¿Y te acuerdas?
—No es nada, Lali.
Simplemente se me quedó grabado en ese momento.
—Oh, bueno —dijo ella
volviendo a mirar las joyas y luego a Peter—. Pero no puedes hacer esto. No
puedo permitírtelo. Son preciosos pero…
—Tonterías, ni peros ni
nada —dijo él, y le quitó la caja seleccionando una de las piezas—. Quiero ver
cómo te queda esto, Lali. Te sentarán bien todos, pero hoy empezaremos con el
colgante.
La acercó a él y le
colocó la cadena alrededor del cuello. El diamante descansó sobre sus pechos.
Ella levantó la mano para tocar la pieza.
—Gracias. Probablemente
nunca sabrás lo que me has hecho sentir en este momento. No creo que pueda
decírtelo.
Ahí estaba la reacción
femenina que había estado esperando. Colgarle cualquier regalo valioso y
reaccionaba como cualquier mujer.
—Me alegra que te guste —dijo
él quitándole importancia.
—Peter —dijo ella,
colocó una mano detrás de su cabeza y lo besó.
Otra reacción
típicamente femenina. Salvo que era algo sumamente gentil, incluso aunque
despertara en él un fuego interior que ardía por sus venas. Peter la acercó más
a él, considerando la posibilidad de conseguir esa satisfacción sexual en ese
mismo instante.
—Te deseo —dijo él, y
dejó que su boca poseyese la de Lali, disfrutando con su reacción. Cualquier
otra preocupación quedó olvidada mientras el calor del momento lo envolvía. Sus
labios eran suaves y su boca caliente y exuberante—. Estamos bien juntos, Lali.
Tú también lo notas, ¿verdad?
Ella suspiró y se
apartó.
—¿No irás demasiado
rápido para mí? —preguntó.
En ese instante lo que
él deseaba era un viaje rápido que los llevara directos al dormitorio, y más
allá. Pero se trataba de sexo, después de todo. Esperaría hasta su próximo
movimiento en el juego.
Apartó la caja de las
joyas y tomó a Lali por el codo con la otra mano.
—Volvamos al trabajo.
—Buena idea —dijo ella tomo
aliento y estirando los hombros—. Volvamos a la oficina.
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