domingo, 22 de diciembre de 2013

Capítulo 23

Peter deseó que no hubiera hecho eso. Su camisa negra ya era suficientemente ajustada sin ayuda de la presión que ejercían los brazos. Ni siquiera quería que ningún otro hombre la mirase cuando se ponía así.
—Me quitaré los zapatos para dar un paseo por la playa —dijo él—. ¿Qué dices?
—¿Sabes lo raro que me resulta ir a la playa? Cualquier playa, por no hablar de una paradisíaca como ésta.
Él se quitó los zapatos y se agachó para quitarse los calcetines.
—Entonces deberías disfrutarlo mientras puedas.
—Me has convencido —dijo ella con una sonrisa casi relajada—. Demos ese paseo.
La arena parecía blanca a la luz de la luna, y estaba fría bajo sus pies. Con el murmullo de las olas a su izquierda y la selva tropical a la derecha, estaban completamente apartados.
Peter pensó que era un escenario bastante romántico. El tipo de lugar para compartir algo especial.
—No parece haber nadie más por aquí —dijo Lali—. Pensé que habría algunas personas disfrutando de esto.
—La mayoría seguirán en el hotel, disfrutando del entretenimiento.
Se quedaron en silencio y anduvieron. Lali parecía contenta de poder respirar el aire marítimo. Cada vez que llegaba una ola un poco más fuerte, ella corría hacia el interior de la playa. De vez en cuando se cruzaban con otra pareja, pero la mayor parte de la playa estaba desierta.
A Peter le alegraba que Lali estuviera contenta. Al fin y al cabo no había nada de malo en querer que fuera feliz.
—¿Qué pasa? —preguntó él observando su expresión a la luz de la luna. Lali tenía el pelo suelto, que acariciaba su cara. En la oscuridad sus ojos eran como dos pozos profundos y misteriosos.
—Pensarás que es una tontería. Me preguntaba cómo de pronto tendría que levantarse una persona para encontrar las mejores conchas marinas antes que nadie —dijo ella con una sonrisa—. Una niñería, ¿verdad?
—Debe de ser la luz de la luna.
—¿Mmm?
Aquella respuesta ensoñadora le hizo desear acercarla más a él para poder sentir su calor contra su pecho mientras andaban.
—Hay un lugar al otro lado de la isla que es bueno para las conchas. No hay muchas por aquí.
—¿Has estado aquí antes? No me había dado cuenta.
—Vine hace unos años con mi padre y mis hermanos.
Tratamos de conseguir un fin de semana para irnos juntos un par de veces al año.
—Te envidio esas relaciones.
Estuvo tentado de abrir la boca y decirle que ella podría compartir todo eso, pero entonces recordó que se había dicho a sí mismo que se mantendría alejado. Así que simplemente le acarició un mechón de pelo que le caía por la cara.
No debería haberla tocado, porque entonces quiso hacerlo de nuevo y con más intensidad.
—Deberíamos volver. Se estará haciendo tarde.
—Es hora de dormir un poco —convino ella de inmediato, pero sus ojos no dejaban de moverse sobre su cara, mientras que el pulso era visible en su garganta.
Peter tuvo la imperiosa necesidad de besarla en el cuello, pero simplemente le tomó la mano y comenzó a desandar lo andado. Cuando llegaron al bungalow, la soltó y la dejó pasar.
—Puedes usar el baño primero. Buenas noches.

—Buenas noches, Peter —dijo ella, y si estiró para darle un beso—. Has sido muy comprensivo. No importa lo que pase, no olvidaré eso.

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