—Me alegra que estés
contento con tus planes —murmuró ella, y señaló un escaparate que tenían
enfrente para distraerse—. ¿Has estado alguna vez en Danny's Bakehouse? Sirven
una tarta de queso jamaicana que es para morirse.
—No he estado nunca —dijo
Peter girando la cabeza para ver la tienda, y en ese momento alguien chocó
contra Lali, empujándola contra su jefe.
Ella levanto la cabeza
para mirar justo a la única persona del mundo a la que no quería mirar.
—Vaya. Hay que tener
cuidado hoy en día —dijo el hombre. Era medio calvo y llevaba el pelo echado
hacia atrás con algo grasiento. Llevaba un negocio de reparación de
fotocopiadoras y era el chantajista de Euge.
Gordon Haynes era un
hombre bastante normal. No parecía muy amenazador. Pero cuando Lali lo miró a
los ojos, vio en ellos algo oscuro y, quizá, desequilibrado que hizo que se le
helara la piel.
Ella levantó la barbilla
y lo miró, decidida a no dejarse intimidar. Tras ese instante, después de que
sus miradas se cruzaran, él desapareció entre la multitud y Lali volvió a
respirar de nuevo.
—¿Estás bien? —preguntó Peter—.
¿Te han empujado?
—Estoy bien —contestó
ella—. No ha sido nada.
Llegaron al restaurante
sin ningún otro incidente, y rápidamente localizaron a la otra pareja y se
acercaron.
—Debería haber pedido
información sobre ellos —dijo Lali—. Temas que tratar con la esposa, para
empezar.
La propuesta de Peter la
había dejado tan desconcertada que ni siquiera había considerado cómo podría
contribuir ella a la comida. Lo hacía en ese momento, y se daba a sí misma otra
oportunidad para desarrollar una úlcera.
—Vive para los puertos
deportivos. Le encanta ir de compras y navegar —dijo Peter con calma—. No te
preocupes por eso. Estoy seguro de que encontrarás algo de lo que hablar.
—La verdad es que estoy
un poco nerviosa en este momento.
Aquella afirmación, que
se quedaba corta, la hizo sentir un tanto histérica. Trató de mantener la
compostura mientras él la guiaba con la mano en la espalda a través de las
mesas. No fue fácil.
Siempre habían mantenido
una relación estrictamente impersonal. Ahora lo único que ella parecía desear
era que la tocara. Su cercanía, su corazón, su alma, y todos los secretos familiares.
Él le daba toda la parte del tacto y la cercanía, y en el proceso estaba
acabando con su equilibrio mental.
¿Qué ocurriría si quería
tener contacto íntimo antes de la boda? Sintiendo lo que sentía por él, ¿cómo
iba a echarse atrás? Cuanto más pensaba en eso, más complicado le parecía.
—Naomi, Jack, dejad que
os presente a mi ayudante.
Como respuesta a las
presentaciones, Lali asintió con la cabeza y saludó a la pareja que ya estaba
sentada a la mesa.
—Señora Forrester, señor
Forrester.
Peter le ofreció una
silla y su mano rozó su nuca al apartarse para sentarse él. Fue un roce casi
imperceptible, pero ella se estremeció, sintiendo frío y calor al mismo tiempo.
—Espero que hayáis
disfrutado con la navegación —dijo Peter.
—Un viaje muy agradable —dijo
Jack Forrester, y miró a Lali de manera jovial, aunque ella sintió la agudeza
de una mente inteligente tras la fachada amable—. Nos gusta aprovechar la
oportunidad de navegar siempre que se presenta.
Lali no saldría a mar
abierto por nada del mundo. Incluso evitaba pasar el ferry del puerto
siempre que le era posible. Pero se limitó a sonreír, decidida a no decir nada
que pudiera espantar a ese hombre.
La comida se desarrolló
bien, pero Lali no perdió ni un instante la atención sobre Peter, ni sobre los numerosos
toques que le otorgó.
¿Qué haría si quisiera
hacer el amor en la oficina?
Lo más probable sería
que cayese en sus brazos. Quizá un affaire
no estuviera mal del todo.
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