El bañador de una pieza
que ella llevaba era rojo, y le copaba los pechos firmemente. Ella lo había
considerado perfectamente apropiado, hasta que la mirada caliente de Peter se
había posado en ella, desnudándola con los ojos. Su corazón comenzó a palpitar
más fuerte y tuvo que darse la vuelta. Quizá un baño no sería tan mala idea.
—El último en meterse
bla, bla, bla —dijo él.
Ella no se aventuró muy
adentro, mientras que Peter salió corriendo hacia lo profundo, saltando las
olas con seguridad.
Al principio ella apretó
los puños, preocupada como estaba, con la necesidad de llamarlo de vuelta, pero
finalmente se convenció a sí misma de que a él se le daba bien vencer las olas.
Estaría bien. Era un día calmado y sabía lo que hacía. No corría ningún
peligro.
—Ven conmigo, Lali.
Cuidaré de ti —dijo Peter, que se había colocado a su lado.
Al oír su voz, Lali dio
un respingo y sacudió la cabeza.
—Estoy bien aquí.
—¿Bien o asustada? —dijo
él apartándose el pelo de la frente para luego agarrarle la mano—. Te sujetaré
todo el tiempo, pero tienes que enfrentarte a esto. No puedes vivir en una
ciudad portuaria y tenerle miedo al agua. Es una locura.
Parecía tan seguro de sí
mismo que casi lo creyó. Casi, pero no.
—No me da miedo —comenzó
a decir ella, pero se calló cuando él la acercó a su cuerpo, tanto que los dos
se unieron de cintura para arriba. Sus piernas se entrelazaron en un baile
sensual y él la llevó más adentro.
Antes de que pudiera
darse cuenta, ya estaban donde no hacían pie. Lali no podía creerse que
estuviera dejando que eso ocurriera.
—La corriente no es
fuerte aquí —dijo él con suavidad, sin dejar de mirarla—. Siéntela. Lo único
que tienes que hacer es moverte con ella, móntala —añadió, le agarró los brazos
y los colocó alrededor de su cuello—. Al igual que yo deseo que me montes a mí.
Ella había colocado
instintivamente las piernas alrededor de su cintura, en una reacción de pánico
que de pronto resultaba totalmente erótica.
Se acercó más a él,
enfrentándose al peligro del océano y al de Peter.
Una ola los levantó y
los dos se juntaron más mientras la boca de Peter cubría la suya. Le colocó las
manos en la espalda hasta que sus pechos estuvieron pegados, sus pezones
erectos presionando contra el traje de baño.
Lali se olvidó del mar.
Se olvidó de tratar de mantener la distancia con Peter. Se olvidó de sus
problemas, de sus preocupaciones, de todo excepto de sentirlo a él, de sentir
su lengua caliente en su boca.
Estaban moviéndose hacia
aguas menos profundas. Ella casi no lo notó hasta que se dio cuenta de que él
había parado y estaba de pie sobre la arena del mar. El agua los golpeaba a la
altura del pecho mientras él continuaba excitándola con su boca, sus manos y su
cuerpo.
Peter gimió y ella se
apretó a su cuerpo, necesitándolo por completo. Poco después él le bajó las
tiras del bañador hasta dejar sus pechos expuestos a su mirada y a sus manos.
—Mírate. Tan guapa, tan
exquisita. Deja que te toque, Lali.
—Sí —dijo ella con un
gemido. Le apretó la espalda con las uñas mientras él levantaba las manos para
tocarla. El roce de sus dedos la sumió en una espiral de sensaciones que fue
directa a su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario