martes, 31 de diciembre de 2013

Capítulo 38

Lali se despertó con el aroma del café recién hecho y con un sentimiento de premonición en el fondo de su estómago. Los recuerdos de la noche anterior aparecieron en su cabeza y se tapó la cara con la almohada emitiendo un gemido.
Lo había liado todo. ¿Qué pensaría Peter de ella después de aquello? ¿Cómo iba a mirarlo a la cara después del modo en que se, habían separado? Aquello era mucho peor que su comportamiento en la isla de Brandmeire.
Y encima había mucho más en juego. A pesar de las advertencias de Peter, ella estaba implicada emocionalmente hasta los ojos.
—Ignorarlo no hará que desaparezca —murmuró bajo la almohada—. Te quedan dos meses y medio antes de que puedas pagar al chantajista y anular el matrimonio, y no puedes pasar todo ese tiempo metida en esta habitación. Tarde o temprano tendrás que enfrentarte a él.
Levantó la almohada. De hecho la casa estaba muy tranquila. Quizá él hubiera preparado café y luego se hubiera marchado a algún sitio. Miró el reloj de la mesilla de noche.
Eran las ocho de la mañana del domingo. ¿Estaría Peter en casa?
—Por favor, que haya salido.
Entonces sonó un golpe en la puerta y ella dio un brinco en la cama. Era demasiado esperar.
—¿Lali? Ponte algo encima y ven a desayunar. Tenemos que hablar.
El efecto de esa voz profunda en sus terminaciones nerviosas no fue menos fuerte que el día anterior. Sólo que ahora temía las reacciones que él pudiera tener.
Por mucho que quisiera quedarse allí tumbada e ignorarlo, sabía que sería una pérdida de tiempo. Salió de la cama y se dirigió hacia su bolsa.
—Dame unos minutos.
Él murmuró algo a través de la puerta cerrada y luego se alejó. Lali escuchó entonces el sonido de una sartén en la cocina. Buscó en su bolsa y encontró unos pantalones blancos y una camiseta azul.
El resto de sus posesiones estaban en otra de las habitaciones esperando que ella diera instrucciones. Su antiguo apartamento ya estaba cerrado y había entregado las llaves. Cuando se marchara de allí, estaría sin casa y, además, sin trabajo. Otro problema en el que no quería pensar.
Dos minutos después apareció bajo el marco de la puerta de la cocina y vio a su marido colocando unas tortillas en los platos. Tenía un aspecto muy doméstico pero arrebatador, con el pelo echado hacia atrás como si se hubiera pasado los dedos por él múltiples veces.
Lali sintió una punzada en el corazón. Una punzada por la vida compartida con Peter que tanto deseaba y que no tendría. Esas pocas semanas serían todo lo que ella podría tener de él, y por lo que parecía, no iban a ser muy agradables.
Cuando Peter se dio la vuelta para llevar la comida a la mesa, Lali se apartó del marco de la puerta y entró en la sala.
—Buenos días —dijo ella mirándolo a la cara, buscando alguna pista de su estado de ánimo. Estaría furioso con ella, claro. Tenía todo el derecho a estarlo. ¿Pero qué más sentía? ¿Habría conseguido implicar sus emociones en ese asunto? ¿O estaba tratando de mantenerse distante, como había dicho que haría?—. Las… las tortillas huelen muy bien.
—Siéntate. Es mejor comerlas calientes —dijo él, dejó la comida en la mesa y se volvió para llevar la jarra de café, la leche y el azúcar.
Lali observó sus movimientos seguros y se fijó en sus manos. Quería esas manos sobre ella, acariciándola y calmándola.
El altercado de la noche anterior había puesto punto y final a una posible tranquilidad, y tenía que asegurarse de que las caricias tampoco sucedieran. Aunque era mejor así, no se sentía cómoda con la idea.
Tras sentarse, Peter le sirvió el café y se lo entregó. Ella añadió un poco de leche y esperó que él no notara el temblor de su mano.
—¿Te sientes mejor esta mañana? —preguntó él con decisión—. Creo que nunca te había visto perder tu aplomo de esa manera.
—Lo siento. Sé que estás enfadado.
—Estaba enfadado anoche, lo admito. Era mi noche de bodas y planeaba pasarla haciendo el amor con mi mujer. No escuchándola dar vueltas en la cama en una habitación al otro lado del pasillo —dijo, y dio un sorbo de café antes de dejar la taza—. Sea cual sea tu problema, Lali, quiero que se solucione. Tenemos un matrimonio del que ocuparnos. O me dices cuál es el problema y lo arreglamos juntos, o me dices que el problema está resuelto. ¿Cuál es tu respuesta?
—No tienes mucha paciencia, ¿verdad? Y anoche me acusaste de intentar manipularte.
Ella no pretendía sacar la acusación. Al fin y al cabo le había hecho muchas cosas de las que no se sentía orgullosa.
—Quizá debieras olvidar que dije eso.
—Quizá no debería.

—Si estabas demasiado cansada para hacer el amor anoche, yo lo habría comprendido. No soy un monstruo.

Capítulo 37

Lo cual dejó a Lali con el mismo dilema que la asaltaba desde que Peter había declarado su intención de seguir adelante con la boda. Tenía que convencerlo de que no podía consumar aún ese matrimonio.
Todavía estaba ensayando su discurso sobre el tema cuando llegaron. Tras llegar a la puerta principal de la casa, Peter desactivó la alarma y ella abrió la boca para empezar a hablar.
Sin embargo no le salieron las palabras. Sólo una especie de gemido de terror mientras Peter la tomaba en brazos y cruzaba el umbral con ella.
Ella había colocado los brazos automáticamente alrededor de su cuello. Estar suspendida en el aire de ese modo era agradable. Un buen recibimiento tanto para su corazón como para sus sentidos. Contra su voluntad, apretó los brazos y ése pareció ser el único estímulo que Peter necesitaba.
Cerró la puerta de una patada, la bajó al suelo y la besó con ansia. Por un momento ella simplemente se dejó llevar. Sus labios la saborearon. Sus lenguas se encontraron y enredaron.
Lali notó que él estaba temblando, y otra parte de ella quedó perdida para siempre. Entonces, las manos de Peter parecían estar en todas partes. Tocándole la cara, acariciando sus hombros, deambulando por su espalda, sus caderas, acercándola más a él, hasta que ni siquiera un susurro hubiera cabido entre ellos.
—Lali… Lali —dijo él—. Me dejas sin aliento.
Lali se fundió contra su cuerpo y, ¿quién sabe lo que habría ocurrido si la sensación del aire frío y las manos calientes sobre su piel desnuda no la hubieran hecho reaccionar? Si no la hubiera hecho darse cuenta de que Peter no sólo le había bajado la cremallera del vestido, sino que ella debía de haberle desabrochado la camisa primero, porque estaba abierta y ella tenía las manos sobre su pecho desnudo.
—¡Ah! —exclamó ella, y apartó las manos como si se hubiera quemado. Se quedó mirándolo con la boca abierta mientras luchaba por recuperar el control.
Peter tenía el pelo revuelto y la cara sonrojada por el deseo. Antes de perder el último ápice de control que había conseguido recuperar, Lali se separó de su abrazo y se echó hacia atrás.
Él dio un paso al frente y luego se detuvo.
—¿Qué ocurre, Lali?
—No puedo —dijo ella, olvidando su tan bien ensayado discurso sobre llegar a conocerlo mejor, de tener todas esas semanas que se le habían negado con el adelantamiento de la boda—. No podemos hacer esto.
—¿No podemos hacer qué? A mí me parece que íbamos bien. ¿Preferirías irte ya al dormitorio? ¿Ése es el problema? Si es así, a mí me da igual. Habríamos llegado ahí tarde o temprano.
—¿Ah, sí? —preguntó ella. Habría jurado que iban a terminar consumando su matrimonio allí mismo, pero ése no era el tema—. No se trata del escenario. Me refería a que no podemos hacer el amor.
Por fin. Una frase completa con una articulación real.
—¿Por qué no? ¿Se trata de algún tipo de juego? —preguntó él con frialdad.
—No es un juego. Simplemente no puedo acostarme contigo, eso es todo —dijo ella, y tomó aliento para explicarse.
—¿Tienes la regla?
—No. No es eso —dijo ella. Podía haber mentido. Podría haber dicho que estaba con la regla y no podía soportar la idea de tener contacto íntimo durante ese tiempo. No habría sido cierto y, además, ¿qué le habría proporcionado? Unos pocos días y otra mentira más que añadir a la lista.
—Necesito más tiempo para llegar a conocerte. Ya te expliqué que…
—Eso era antes de convertirnos en marido y mujer —dijo él con furia—. Eso era antes de hoy. Antes de que prácticamente me rogaras que me acercara. No hay necesidad de esperar más, Lali. Lo sabes. Yo lo sé. ¿Cuál es la verdadera razón? ¿Qué es lo que deseas? ¿Qué pretendes? ¿Dinero? ¿Promesas? ¿Regalos caros? ¿Qué?
Lali se olvidó de sus argumentos. Se olvidó de todo salvo del dolor que la llenó por dentro.
—Nunca trataría de sacarte dinero. No puedo creer que hayas sugerido semejante cosa.
—¿Y qué otra cosa debo suponer? Tienes un modo muy raro de mostrar tu compromiso con tu nuevo marido, has de admitirlo.
—Y sin embargo es extraño que mi marido me acuse de querer sacarle dinero —exclamó, y de pronto las joyas que le había regalado pasaron por su mente. ¿Acaso la estaba comprando ya entonces?
De pronto se sentía incapaz de hablar. Si no salía de allí rápido, se derrumbaría. Y no podría soportar que él lo viera.
—Estoy cansada —dijo ella mirando hacia las escaleras—. He pasado las últimas cuarenta y ocho horas más horribles que recuerdo, preparando la boda que tú insististe en adelantar en meses. Me voy a la cama. Sola. En una de las habitaciones libres.
—Lali —dijo él a modo de advertencia.
Lali vio que Peter estaba apretando los puños, pero no se quedó a ver lo que hacía después. Corrió escaleras arriba, agarró una de sus bolsas de la habitación principal y corrió a otra de las habitaciones, cerrando la puerta tras ella.

Sólo entonces le dio rienda suelta a su agonía. Se tiró sobre la cama y dejó que las lágrimas fluyeran. Puede que fuese una farsa de matrimonio, pero eso no significaba que las palabras de Peter no pudieran hacerle daño.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Capítulo 36

Seguro que al menos durante unos minutos podría tener algo de lo que quería. Ya habría tiempo después para echarse atrás, para volver a colocarlo todo bajo control. ¿Cuánto dolor podría soportar en una habitación llena de gente, frente a todos sus invitados?
—Soy feliz de estar bailando con el hombre más atractivo, sofisticado e irresistible de esta sala. Eso lo sé.
—Quiero estar a solas contigo —dijo él—. Tenemos que deshacernos de esta gente cuanto antes y marcharnos.
Aquellas palabras de deseo le produjeron un escalofrío a Lali. Y sirvieron también como advertencia. Había sido un error tratar de acercarse más. Tratar de conseguir algo de él y pensar que podría conformarse con sólo eso, cuando lo que quería hacer era devorarlo entero.
Levantó la cabeza y sonrió, como si su cuerpo estuviera ardiendo de deseo por él. Como si no estuviera dejando su corazón expuesto para que él se lo llevara.
—Puede que hayamos conseguido librarnos de los discursos, pero esto sigue siendo una boda. Hay un par de cosas más de las que tenemos que ocuparnos antes de marcharnos.
Cosas como separarse para bailar con los parientes, sólo que Peter se negó a dejarla ir. Sus brazos la apretaron con fuerza cuando terminó el vals y otras parejas se unieron a ellos en la pista para seguir bailando.
Tras veinte minutos en sus brazos, el cuerpo entero de Lali era puro deseo. La frustración la colmaba por dentro y le hacía sentir dolor. Dolor por ese hombre que se había convertido en su marido. No había tomado más que media copa de champán, pero se sentía ebria. Borracha de deseo por Peter.
Cortaron la tarta. Una obra de arte de cinco pisos. * Cuando Peter le colocó un pedazo de pastel en la boca, dejó ahí los dedos para recorrer sus labios con ellos, y Lali cerró la boca para saborearlos, sintiendo cómo su corazón se aceleraba.
Aquello era una tortura intolerable. Pero de algún modo tendría que aguantar, y esperar a que su corazón sobreviviera al final del viaje.
Temblando por dentro, ella le devolvió el favor, ofreciéndole tarta. Y no supo si sentirse triunfante o desesperada al ver que el calor subía a las mejillas de Peter, el cual la besó apasionadamente.
Los aplausos y silbidos de los invitados hicieron que se separaran. Peter le tomó la mano y la condujo entre la multitud, deteniéndose para hablar con unos y con otros.
Cuando llegó el momento de lanzar el ramo, Lali rompió una vez más con la tradición. Caminó hacia su hermana y se lo entregó.
—Ya estás casada, pero eres mi única familia. Quiero que tengas esto.
Euge sonrió mientras los otros invitados sonreían con aprobación. De pronto Peter tomó a Lali en brazos y la colocó en una silla cercana, donde procedió a quitarle la liga del muslo.
Todo ocurrió muy rápido. Él con su espalda la tapaba frente al resto de invitados, pero sus escalofríos siguieron produciéndose incluso después de que le quitara la liga y se la tirara a uno de sus hermanos. Estaba tan consumida por la frustración y la necesidad, que ni siquiera se dio cuenta de quién recibía la liga.
—Tengo que cambiarme —dijo tratando de sonreír a Peter.
—Si no quisiera conservar ese vestido intacto, te ofrecería mi ayuda. Pero temo que acabaría rasgándolo, en vez de tener la paciencia necesaria para quitártelo correctamente.
Lali se alejó a toda prisa, rechazando la ayuda de Euge para cambiarse. Pero cuando estuvo sola, lamentó la soledad que le proporcionaba tanto tiempo para pensar.
Mientras se quitaba el precioso vestido, la culpa la bombardeó de nuevo. Se había gastado mucho dinero en esa boda. La noticia de su enlace sería conocida en toda Australia al día siguiente. Cuando ella dejara a Peter, él tendría que enfrentarse a las consecuencias.
Y nada de eso incluía lo que ocurriría cuando abandonasen aquel lugar y se encontraran a solas los dos.
Ella había hecho todo eso por el bien de su hermana, había elegido la mejor de dos opciones malas. Al menos Euge tenía una oportunidad, pero eso no hacía que la perspectiva del resto del día fuese mejor para Lali.
Vestida con un traje de ceremonia rosa pálido, se quedó quieta, tratando de conseguir la seguridad necesaria para enfrentarse a lo que quedaba de recepción.
En ese momento entró Peter, con pantalones negros y camisa azul, lo cual demostraba que él también se había cambiado. La miró de arriba abajo antes de agarrarla del brazo con fuerza.
—Creo que ya has acabado aquí —y sin más la sacó de la habitación hasta la recepción y luego fuera.
El silencio reinaba mientras conducían hacia casa. Lali tenía dudas de si habría podido hablar en cualquier caso. Lo miró en la oscuridad. ¿En qué estaría pensando? ¿Qué le pasaría por la mente en ese momento?

«Sexo», pensó ella. «Es vuestra noche de bodas y todavía no os habéis acostado. ¿En qué crees que estará pensando?».

Capítulo 35

Puede que ella no hubiera sabido nunca la verdad sobre la deserción de la madre de Peter años atrás si no hubiera compartido un taxi con el hermano pequeño de éste el día anterior, en el ensayo de la ceremonia.
Miró a Colin en ese momento y se preguntó cómo tres hermanos podían ser tan diferentes. Colin le había hablado de sus padres, mientras que su propio marido se había mostrado completamente reservado con ese tema. Y Damon también era diferente. Distante de un modo que ni siquiera Peter podía conseguir.
Y su padre… ella se giró mientras se aproximaba, recibió sus besos en la mejilla con culpa y respeto a la vez.
—Sé que le cuesta trabajo mostrar sus sentimientos, Lali, pero no te rindas. Obviamente eres tú la que puede ayudar a desenterrar su corazón del agujero en el que su madre y yo lo metimos —le susurró antes de alejarse de nuevo.
Lali sacudió la cabeza, sabiendo que no era cierto. Peter no le entregaría su corazón. Lo tenía guardado en algún lugar al que nadie podría acceder jamás. Y así era mejor. Mejor para él. Cuando ella lo abandonara, no sufriría tanto.
Euge se acercó a Lali. Tenía mejor aspecto ese día, y Nicolas estaba de pie tras ella, con la mano sobre su hombro.
—Rezo para que de algún modo encuentres la manera de ser feliz —le susurró su hermana al oído—. Te lo mereces.
Si pudiera ser así. A Lali se le empañaron los ojos, pero le dio un abrazo a Euge.
—Quiero que sepas que, pase lo que pase a partir de hoy, estoy orgullosa de ti por intentar cambiar.
—Probablemente siempre seré una derrochadora —admitió Euge—. Y dudo que algún día pueda acostumbrarme a la vida doméstica. Pero hago lo que puedo.
La sesión fotográfica fue interminable. Primero posaron con la familia durante diez minutos, hasta que finalmente se fueron al bar. Luego le tocó posar con Peter para las fotos individuales, y su sufrimiento comenzó de nuevo.
Estar en sus brazos, incluso con los fotógrafos mirando y dando órdenes, era una auténtica tortura.
Luego le concedieron cinco minutos a la prensa para hacer preguntas, a la mayoría de las cuales Peter contestó sin decir nada realmente.
Cuando terminaron, se unieron a sus invitados en un exclusivo club para tomar una suntuosa comida de buffet.
Lali tuvo que tomar aliento para tratar de calmarse.
—¿Estás bien? Pareces pensativa —dijo Peter.
—Creo que no aguanto bien a la prensa —dijo ella, aunque no era más que una excusa para ocultar los sentimientos que llevaban asaltándola todo el día, no sólo durante los últimos diez minutos, pero Peter lo dejó correr, para su tranquilidad.
—Ahora, si mis padres se dejan en paz mutuamente —murmuró él—, creo que lograremos sobrevivir al resto de la velada.
Sus palabras la sobresaltaron. No había imaginado que pudiera sacar el tema de sus padres abiertamente. Pero al fin y al cabo, ya estaban casados. Quizá para él algo hubiese cambiado. A lo mejor pensaba que podía confiar en ella.
—Hemos hecho lo que hemos podido para mantener a todo el mundo bajo control —dijo ella, aunque gracias a Dios sus palabras no revelaban sus verdaderas emociones. Lo habían hecho lo mejor que habían podido. Eliminando la típica comida formal, también habían acabado con los discursitos y demás convenciones, lo cual dejaba a sus padres fuera de juego.
Sin embargo otras tradiciones no iban a ser tan fáciles de pasar por alto. Antes de que pudiera prepararse para ello, Lali estaba en brazos de Peter, recorriendo la pista de baile lentamente al ritmo del vals nupcial.
—Hoy te he hecho mía —le susurró él al oído.
¿Cómo iba ella a mantener ese matrimonio de forma platónica hasta que el chantajista hubiera salido fuera de sus vidas? ¿Cómo iba a negar a Peter cuando lo deseaba tanto?
Comenzó a pensar en lo que habían hecho ese día, en los votos que habían intercambiado y en lo mucho que deseaba que fueran reales.
—Mía por el resto de nuestras vidas, Lali. ¿Eres feliz?
¿Podía una persona estar feliz y desesperadamente triste al mismo tiempo? Si sólo aquello pudiese ser real. Si él la amara. Si ella pudiera entregarse a él sin lamentarlo.

Oh, Dios. Ella no lo amaba, ¿verdad? Ignorando la respuesta a esa pregunta, le rodeó el cuello con los brazos y se fundió con su cuerpo.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Capítulo 34

Lali tenía que seguir adelante con la boda. Tenía que seguir mintiendo a Peter hasta que hubiera terminado de pagar el chantaje. Y luego tendría que huir.
Se sentía esperanzada con el futuro de su hermana. Pero con respecto a ella misma, jamás se había sentido tan desamparada, confusa y desolada. La única cosa que le quedaba para controlar el daño, para proteger su corazón de más dolor, era asegurarse de que ella y Peter nunca hicieran el amor.
El sábado llegó rápido. Antes de que Lali pudiera darse cuenta, ya estaba en la capilla, frente a Dios y a todo el mundo, consumida por la culpa, a punto de comenzar con un matrimonio que nunca llegaría a consumarse.
Su regalo final para Peter sería una anulación rápida. No era el tipo de pensamientos que las novias tenían normalmente cuando estaban en el altar.
Era irónico que todo aquello hubiera acabado en un edificio tan bonito. La vieja capilla tenía una elegancia atemporal que se mostraba en cada detalle arquitectónico. Los bancos de madera y los ventanales de cristal formaban un escenario perfecto junto con las docenas y docenas de candelabros que proporcionaban un suave brillo al lugar.
Con la ayuda de un planificador de bodas muy eficaz y discreto, Lali había logrado arreglárselas. En la superficie, las cosas parecían ir bien. Incluso ella misma tenía buen aspecto, con su vestido de satén blanco con encaje francés.
Los amigos y familiares de ambos llenaban unas cuantas filas de la iglesia tras ellos, sonriendo con benevolencia mientras las cámaras disparaban los flashes. Pero Lali estaba a punto de intercambiar los votos matrimoniales con el jefe. La idea era aterradora.
Miró hacia donde Peter estaba, a su lado, frente al reverendo. Cada día, su amor por él era más profundo, y esa era otra de las razones por las que debía mantener ese matrimonio como algo platónico.
Si quería sobrevivir a eso, no podía permitirse enamorarse más aún, y sabía que, si hacían el amor, cualquier defensa que le quedara, desaparecería.
Cómo deseaba poder decirle todo eso a Peter. Pero él la despreciaría y la mandaría a paseo, y ninguno de sus problemas quedaría resuelto. Estaba atrapada en su propia red de mentiras. E iba a ir a peor antes de ponerse bien.
No podía afrontar la idea de que se le iba a romper el corazón. Y, encima, tenía que luchar contra la atracción que parecía consumirlos a los dos a cada oportunidad.
Peter no había mantenido su deseo por ella en secreto. Lali también lo deseaba. Cada vez que estaban en una habitación juntos, vibraba ante él, con necesidad y deseo. Y era todo por él.
Y eso sólo era el principio de sus sentimientos. Él decía no estar interesado en los sentimientos que unen a las parejas, pero para un hombre con un punto de vista tan cínico, podía ser increíblemente considerado. Eso sólo conseguía que a ella le importase más.
La verdad era que ella quería que todo aquello fuese real. Quería que fuese amor lo que brillase en los ojos de Peter, no la pura satisfacción. Porque no era más que eso, satisfacción. Sin embargo, cuando lo miraba a los ojos, veía una emoción de algún tipo.
«No. No puede tener sentimientos con respecto a esto. Es sólo deseo, lujuria».
Porque, si no era así, entonces no sólo se exponía a que le rompieran el corazón de manera brutal, sino que iba a herirlo profundamente a él.
—Por favor, unid vuestras manos —dijo el reverendo, y ellos obedecieron—. ¿Tú, Lali Maree…? —comenzó el reverendo.
El sonido de su pulso en los oídos hizo que el resto de las palabras pasaran inadvertidas. Cuando los labios del reverendo dejaron de moverse, ella cerró los ojos, incapaz de mirar a Peter mientras daba respuesta a la pregunta que debía unirlos para siempre.
—Sí, quiero.
—¿Y tú, Peter Anthony…?
Peter le apretó la mano con fuerza y dijo:
—Sí, quiero.
Su respuesta sonó convencida y satisfecha. Peter la miró y un fuego sensual fluyó entre ellos y los rodeó.
Ella ansiaba poder echarse hacia delante y sentir su cuerpo, para llenar su alma con la de él y mantenerlo ahí para siempre.
—Puedes besar a la novia —dijo el reverendo.
Peter no perdió el tiempo. La tomó en sus brazos y le dio el beso con el que había fantaseado desde que se había unido a él en el altar. Un beso de calor y posesión.
Se había convertido en la señora de Peter Lanzani. Su boca temblaba bajo la de él. Le hizo falta toda su compostura para no derrumbarse allí mismo cuando Peter apartó los labios y le colocó la mano a la altura de su codo, como había hecho el día en que habían comido con los Forrester por primera vez.
Quizá no fue malo del todo que tuvieran que encontrarse con todos los invitados que les daban la enhorabuena en ese momento, o puede que Lali hubiera dado rienda suelta a su necesidad de llorar como un bebé. O de correr. O quizá de llorar como un bebé y correr.
Luego vendría todo lo demás. Esa noche. La semana siguiente. Y todos los días hasta que hubiera terminado de pagar el chantaje. No podía soportar pensar en eso en aquel momento.
—Enhorabuena.
—Me alegro mucho por vosotros.
—Ven, deja que te dé un beso, cariño. Es muy guapa. Sé que seréis muy felices.
Ese comentario vino de la madre de Peter, envuelta en su traje de seda verde, con múltiples joyas que costaban una fortuna.

Peter se inclinó hacia delante para recibir el beso de su madre en la mejilla. Parecía agradable con ella, como si hubiera dejado descansar los demonios del pasado. Pero Lali no se sentía tan misericordiosa.

Capítulo 33

—Enhorabuena por tu futura boda —Euge estaba tumbada en la cama cuando Lali entró a la suite del hotel Rorriton. Entonces se incorporó—. Me quedé muy sorprendida cuando Peter me lo dijo.
Parecía pálida y agotada, pero tomó una bolsa que había en una esquina y se la entregó a Lali.
—Es para ti, de Francia. Una marca muy exclusiva, y me ha costado una fortuna. Pero cuando lo vi supe que era para ti.
—Oh, Euge —Lali sacó el bolso de seda de su envoltorio y sacudió la cabeza. Era un detalle por parte de su hermana, pero ese tipo de cosas tan extravagantes que hacía eran el motivo de que estuvieran metidas en ese lío.
—¿Te gusta?—preguntó Euge.
Lali miró a su hermana pequeña y trató de ponerse firme. Dejó el bolso en la cama y dijo algo que no recordaba haberle dicho jamás a Euge.
—Tengo problemas.
Euge comenzó a reírse, pero luego se detuvo.
—¿Lo dices en serio?
—Sí —dijo Lali, y comenzó dar vueltas por la habitación—. Hace dos semanas, sin previo aviso, mi jefe me hizo una propuesta. Un matrimonio sin sentimientos o volvía a mi antiguo trabajo. Cuando me di cuenta de que hablaba en serio, tuve que decir que me casaría con él, para ganar tiempo para ahorrar el dinero y hacer el último pago del chantaje. Fue por ti, Euge. Tuve que hacerlo por ti. Le dije que tendríamos que mantenerlo en secreto y esperar cuatro meses para casarnos, hasta que tú regresaras de tu viaje. Planeaba hacer el pago y luego echarme atrás con la boda.
—No tenía ni idea —dijo Euge con la boca abierta—. Pensé que os habríais enamorado.
—¿Amor? —dijo Lali riéndose—. No. No es amor… pero Peter está decidido a casarse cuanto antes ahora que ya has regresado y te ha dado la noticia. Está convencido de que la boda será este sábado.
—Oh, dios, Lali —dijo Euge—. ¿Qué vas a hacer?
—Yo no, Euge. Tú —dijo Lali. Ella ya había hecho muchas cosas para ayudar a su hermana. Ahora era su turno—. Tienes que conseguir el resto del dinero del chantaje. Ya. Así Haynes quedará satisfecho y yo podré anular la boda.
Imaginar cuál sería la reacción de Peter le hacía sentir nauseas. Y la idea de no verlo nunca más la ponía enferma.
—Entregaré mi dimisión. Buscaré otro trabajo, comenzaré de cero —añadió—. Al menos habrá acabado.
—Oh, Lali —dijo Euge haciéndose un ovillo sobre la cama—. Yo te he hecho esto. Yo fui la que se metió en problemas y luego fue corriendo a pedirte ayuda. Todo es por mi culpa. Lo siento.
Lali observó la cara de su hermana y se dio cuenta de que estaba realmente arrepentida. Cuando Euge se incorporó con los brazos extendidos, Lali se acercó y la abrazó. Era el primer abrazo que compartían en mucho tiempo, y pudo sentir a su hermana temblando antes de separarse.
Le dijo a Euge cuánto dinero necesitaba aún.
—Te daré cada centavo de mi pensión —dijo su hermana—, pero sólo tengo ochocientos dólares.
¿Ochocientos dólares? ¿Eso era todo? Lali negó con la cabeza.
—Tendrás que decirle a Nicolas la verdad. Y hacer que te dé el resto. Sé que no querías que se enterara, pero ya no hay vuelta atrás. Siempre pensé que debías habérselo dicho desde el principio.
En ese punto Euge se desmoronó completamente, sollozando como si se le fuese a romper el corazón.
—No puedo —susurró—. Oh, Lali. Lo he liado todo.
—¿Qué quieres decir?
—Nicolas y yo… —Euge tomó un pañuelo de la caja que había junto a la cama y se secó los ojos—. Nuestro matrimonio no anda muy bien últimamente. Hemos intentando tener un bebé durante meses. Y ahora, finalmente estoy embarazada. Pero cuando nos fuimos de viaje me sentí tan desgraciada con ello que supongo que me consolé más de la cuenta en las tiendas. Nicolas se puso furioso por la enorme cantidad de dinero que estaba gastando.
—Oh, Euge, no —dijo Lali. Ni siquiera quería oír el resto.
—Sí. Eso es lo que ocurrió. Ha dicho que desde ahora va a vigilar cada centavo hasta que se asegure de que puedo ser responsable. Eso llevó a otras cosas y acabamos discutiendo de tal manera que decidió poner fin al viaje. Sólo hemos parado aquí, en Buenos Aires, porque él tenía que hacer unos negocios, y yo apenas lo he visto desde que llegamos. No me había dado cuenta de lo mucho que lo quiero. Lo mucho que deseo tener este hijo con él y ser felices juntos.
—Lo comprendo, Euge, pero…
—Si le cuento lo del chantaje ahora, o le pido más dinero, me dejará. Lo sé —dijo, y tomó otro pañuelo para empezar a rasgarlo nerviosamente con las uñas—. Sé que al final tendré que decirle la verdad. Ahora me doy cuenta de que estuvo mal engañarlo. Pero primero necesito una oportunidad para ponerme a prueba ante él.
—Pero tú eras mi única oportunidad —dijo Lali sintiendo que su mundo se le echaba encima. Sabía que se había quedado sin opciones.
—Podría intentar vender algunas de mis joyas y mis vestidos —dijo Euge—. O conseguir un trabajo y darte parte del dinero.
—Nicolas se daría cuenta si empezaran a desaparecer cosas. Y si tú consiguieras un trabajo, querría saber a dónde iba todo el dinero. Pero gracias por la oferta.
Su hermana al menos se estaba redimiendo. Lali estaba segura de eso. Pero necesitaría toda su fuerza para poder seguir adelante con la boda.

Parecía como si una tormenta se cerniera sobre ella y no tuviera adonde ir. Además, y aunque sus circunstancias eran diferentes, ella tampoco podía contarle a Peter la verdad.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Capítulo 32

Ella se quedó mirando los calcetines y se preguntó cómo diablos un hombre podía tener unos tobillos sexys, y cómo una mujer podría apreciar eso con un par de calcetines así. Pero ella sí podía.
—¿Qué quieres decir?
—Euge y el senador tienen negocios aquí, en Buenos Aires —dijo él con una sonrisa mientras se ponía en pie—. Parece ser que estarán por aquí hasta el fin de semana.
—Oh, bien. Qué agradable —dijo ella dando un paso atrás. No era una retirada. Simplemente quería recoger su bolso. Con un movimiento rápido lo recuperó y lo metió en uno de los cajones del escritorio—. Entonces supongo que quedaré con ella. ¿Ha dejado el nombre de su hotel?
—Están en el Rorriton —dijo Peter acercándose de nuevo, atrapándola entre el escritorio y la silla—. ¿No crees que sea algo bueno, Lali? ¿Que tú hermana esté en la ciudad y que tenga el fin de semana libre?
—Eh, supongo que sí —¿cómo podía esperar que pensara correctamente si la miraba como si quisiera comérsela?
—Nos aprovecharemos de su presencia —dijo él inclinándose hacia delante para darle un beso en la nuca. Era la primera vez que hacía algo así en el trabajo, por eso parecía mucho más potente—. ¿Por qué esperar más cuando los dos nos deseamos? Estamos listos para esto.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó ella. De algún modo, sus manos habían encontrado el camino hasta el cuello de Peter. Él era fuerte, lleno de vitalidad y poder. Con sus dedos reconoció todo eso y quiso más.
Sus sentimientos le decían que siguiera adelante, que disfrutara tocándolo. Y por una vez, iba a dejarse llevar.
—Mientras tu hermana esté aquí, nos casaremos —dijo él cerrando los ojos ligeramente—. Eso es lo que digo.
—Ah, bueno…
Lali siguió acariciándole el cuello, absorta por el movimiento de sus músculos, hasta que sus palabras calaron en su cerebro. Entonces retrocedió.
Aquello no era un ligero cambio de planes. Aquello era el desastre total.
—¿Qué? No podemos. Acordamos esperar cuatro meses. Hemos escogido una fecha. Y hay muchas cosas que hacer antes de casarnos.
—Lo sé. Pero te conozco, Lali, y a esa mente organizada que tienes. Estoy seguro de que ya lo tienes todo bajo control. Estoy seguro de que podremos conseguir la licencia a tiempo. Si tienes problemas, haré lo que sea necesario. Lo prometo.
—No —dijo ella negando con la cabeza. No podía permitir que la obligara a casarse ese fin de semana—. No lo tengo todo tan preparado como para casarme en dos días. Sería muy injusto por tu parte pedirme eso.
Al ver que no parecía convencido, insistió utilizando todas las armas que se le ocurrieron.
—Creo que me dejaste organizar la boda porque pensaste que me divertiría. Si nos casamos este fin de semana, no habría diversión para mí. Será algo precipitado. ¿Es eso lo que quieres?
—No. Y si hubieras estado planeando algo enorme, comprendería tus preocupaciones. Pero preferiste una ceremonia tranquila y discreta. Supongo que eso es algo que se puede hacer antes de lo que habíamos previsto.
—Euge y Nicolas vendrían a la boda en cualquier otro momento —dijo ella comenzando a sonar desesperada—. Si insistes en adelantarlo, por lo menos dame un poco más de tiempo.
Él se cruzó de brazos y levantó la barbilla.
—¿Como cuánto?
—Como dos meses a partir de ahora —de ese modo tendría que apañárselas para terminar de pagar al antiguo jefe de Euge dos semanas antes, pero…
—Para esperar dos meses, esperamos a la fecha original que habíamos previsto.
—Exacto —dijo ella decidida a convencerlo ya que él había sacado el tema.
—¿Son los nervios de antes de la boda? No tienes por qué tener miedo. Te prometo que estaremos bien juntos.
—Me gustaría celebrar la boda al menos dentro de dos meses.
—No puedo estar de acuerdo.
—Entonces un mes —dijo. No sabía cómo podría solucionar el problema del chantajista en tan poco tiempo, pero tendría que intentarlo.
—Lo siento —dijo él negando con la cabeza—. No puede ser.
—No estás dispuesto a ceder ni un ápice, ¿verdad? ¿Incluso aunque me hayas colocado en una situación tan rara?
—Cuando lo pienses mejor, te darás cuenta de que es lo mejor. Míranos. Hemos estado evitándonos en la oficina desde que regresamos de la isla. Los dos hemos estado aguantándonos para que las cosas fueran bien. De este modo la espera acabará. Nos unimos y nuestro entorno de trabajo vuelve a ser normal. Los dos estaremos mejor.
Todo parecía muy inteligente y racional. ¿Qué iba a hacer ella? Por un momento pensó que iba a empezar a hiperventilar.
—¡Tranquila! —dijo Peter abrazándola—. Parece como si te fueras a desmayar.
—La comida —dijo ella por poner una excusa—. No he comido.
Excepto el trozo de tarta de queso, el café, la nata montada y esa cosa de chocolate que ponían encima de la nata.
—He estado muy ocupada.
—No vuelvas a pasar sin comer. ¿Me has oído? Dime que no estás a dieta para entrar en algún estúpido vestido.
—No estoy a dieta para tratar de ser algo que no soy —dijo ella tocándole la cara, incapaz de resistirse.
—Entonces quiero verte comiendo algo que hayas encargado de la cafetería en diez minutos —dijo él, la soltó y se echó hacia atrás—. Cuando tengas algo de comida en el estómago, discutiremos sobre los planes de boda. Sólo tenemos un par de días, así que tenemos que ponernos a ello.
—Quiero hablar con Euge —dijo Lali. Necesitaba un plan. Un plan que le evitara casarse con ese hombre en dos días—. Creo que al final sí que me tomaré el resto de esa hora libre para comer.
—Bien. Vete a ver a tu hermana. Date tiempo para aceptar la idea de la boda. Cuando lo hagas, te sentirás mejor. Te lo prometo.
—¿Eso crees?

No podían casarse. Eso era todo. Él querría compartir la cama, pero no su corazón. Y ella estaría muñéndose por dentro. No podría vivir así, con un vacío de afecto en su interior.

Capítulo 31

Lali quería asegurarse de hablar a tiempo con Euge. Si había problemas, quería animar a su hermana a hacer lo posible por solucionarlos.
—Oh, bien. Es agradable que Euge haya vuelto al país.
Trató de parecer satisfecha, cuando en realidad el regreso de su hermana era lo último que deseaba en ese momento. Y al ver la expresión de satisfacción de Peter, lo supo.
—Se lo has dicho —exclamó ella.
—Cuando se enteró de que no estabas aquí, no quiso esperar. No quería perder la oportunidad.
«Bien. Esto no tiene por qué ser un desastre», pensó ella. «Decirle a Euge que vamos a casarnos no tiene por qué alterar nada. Tenemos un plan. La boda no está prevista hasta dentro de tres meses y medio. Le diré que va a ser un acontecimiento discreto y poco llamativo, que no espere nada por todo lo alto. Ya me ocuparé del resto más tarde».
Sin embargo Peter se había sobrepasado en sus funciones. Si se hubiera quedado callado, ella habría podido pensar en algo para no decirle a su hermana nada.
—Quería ser yo la que le diera la noticia a Euge. Tú no la conoces, Peter. No tienes ni idea de cómo…
—¿Reaccionaría ante la noticia? —preguntó él en tono desafiante—. ¿Cómo de unida estás a tu hermana, Lali? Las dos veces que ha llamado a la oficina he notado que hay cierta frialdad entre vosotras.
«Sí, porque estoy pagando a su chantajista. Y encima me pregunto si a Euge podría importarle menos, por no hablar de la poca atención que presta a los sacrificios económicos que estoy haciendo», pensó ella.
Euge era su único pariente, pero eso no la hacía perfecta. A veces los sentimientos ambivalentes de Lali hacia ella le causaban más pena que la propia actitud de su hermana.
—Es mi hermana —dijo cruzándose de brazos, pero luego se obligó a descruzarlos. No quería ponerse a la defensiva—. Te equivocas en esto, Peter. Era cosa mía decírselo a Euge, y me fastidia que me hayas quitado la oportunidad.
—¿Incluso aunque eso signifique asegurarnos que la mujer del senador se comporte correctamente con respecto al tema? —preguntó él, y al ver la expresión de Lali, añadió—. Oh, sí. Parece que el señor senador pensaba que sería una genial idea difundir nuestros planes de boda en los medios de comunicación. Con ella como la voz cantante, claro.
Lali tuvo que contener un gemido. ¿Por qué las cosas tenían que ser tan complicadas? Se sentía como si estuviera cayendo en una trampa. Si no hacía algo drástico, y rápido, la situación iba a acabar en desastre. Podía sentirlo.
Peter se acercó a su escritorio y se sentó en una esquina.
—Creo que Euge y yo acabamos entendiéndonos al final. Ya sabe la noticia y sabe también que es cosa nuestra difundirla ante el gran público. Se hará público. Lanzani's es demasiado conocida como para que no se sepa. Pero al menos podremos controlar cómo y cuándo.
El pánico amenazaba con sobrepasar a Lali. Las cosas iban demasiado deprisa. De hecho se suponía que no tenían que moverse en absoluto. Se suponía que no debía haber ningún cambio ni alteraciones en su plan. Se sentía como si el poco control que tenía le estuviera siendo arrebatado.
—Sí, bueno, pero me hubiera gustado a mí hablar con ella —se dejó caer en la silla y luego se puso en pie de nuevo al darse cuenta de que así estaba demasiado cerca de él. En ese punto, empezar otra vez con el deseo físico habría sido una catástrofe—. Hay un par de asuntos que quería discutir con ella.

—Tendrás mucho tiempo para verla —dijo Peter balanceando una pierna de un lado a otro, dejando ver su calcetines con formas de pequeños diamantes rojos estampadas en ellos.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Capítulo 30

Lali se daba cuenta de que no habían sido dos semanas fáciles. La única cosa que Peter había hecho era presionarla para que comenzara con los preparativos de la boda. Ella odiaba tener que hacerle pensar que estaba preparándola cuando en realidad no lo estaba, pero al menos el tiempo iba pasando. Si Peter continuaba con sus tácticas de alejamiento, quizá pudieran salir airosos de aquello después de todo.
—Tengo el asunto de la boda bajo control, Peter. En serio —dijo ella. Más mentiras. Odiaba eso. Él la había elegido porque apreciaba su honestidad—. Si no te importa, preferiría no tomarme más tiempo libre del trabajo por esta razón.
No podría estar escondiéndose en cafeterías para siempre mientras evitaba hacer los preparativos. Incluso con los cheques de restaurante que Peter le había dado, no podía seguir comiendo tarta de queso. Al final acabaría cansándose de ella, o poniéndose como una vaca. Una de dos.
—Es muy amable por tu parte, pero no es necesario.
—Bien. Admito que te he presionado sin dejarte mucha elección —dijo él—. En mi defensa, he de decir que no sabía que sería tan duro delegar completamente en otra persona, incluso aunque esa persona seas tú. Estoy acostumbrado a tener el control, supongo. No me parece apropiado no saber lo que está pasando.
—Esto no es algo de lo que te pueda dar el control —dijo ella—. Por esa razón, tampoco me controlarás a mí. El matrimonio es una unión, no una absorción. En cualquier caso, ése no es el tema. Sé que sólo tratas de ayudar, y lo aprecio. Pero a lo mejor no aprecio tanto el modo de hacerlo.
—¿Entonces estoy fuera de juego? —preguntó él bromeando. Por alguna razón estaba más relajado que de costumbre, y eso hizo que Lali se pusiera nerviosa.
Suspiró. Parecía que cada vez que respiraba, algo ocurría. Como el hecho de que Peter tratara de ocultar sus deseos de intervenir en los preparativos. A veces incluso parecía vulnerable al respecto. Y ella seguía deseando saltar sobre él y besarlo cada vez que lo miraba.
Por no hablar de formar un hogar con él, una familia y, en general, tener un futuro feliz con él. Eso tampoco ayudaba.
—Bien —dijo Peter frotándose las manos—. De hecho tengo buenas noticias para ti.
—¿Qué noticias? ¿Se ha cerrado el trabajo de Campbell? La última vez que hablé con John Greaves no tenía mucho que decir al respecto.
De hecho, Greaves se había mostrado evasivo y abrupto. Pero, por la experiencia de Lali, aquello era típico. Desde que lo había pillado sellando un trato con un corredor de apuestas, John Greaves se había mostrado desagradable con ella.
El hombre no debía estar tratando sus negocios personales en horas de trabajo, ¿pero quién era Lali para acusar a nadie? Por lo que ella sabía, había sido la única vez que había ocurrido, y todo el mundo hacía cosas así alguna vez.
—Algo personal —dijo Peter—. Tiene que ver con nuestra boda. Algo que estabas esperando. Si me hubiera dado cuenta de que ibas a venir tan pronto, habrías podido dar la noticia tú misma.
Oh, no. Sólo había una noticia que había insistido ella en dar en persona. No podía ser sobre su hermana. Se suponía que Euge no debía regresar hasta dentro de un tiempo. Su hermana debía de seguir fuera del país. ¿Por qué no iba a estarlo?
—Tu hermana ha llamado —dijo Peter, confirmando lo peor—. Parece que ella y el senador han cambiado sus planes y han regresado pronto.
—Yo diría que muy pronto. ¿Pero por qué?
—Euge ha dicho que las vacaciones no han resultado ser muy relajantes después de todo, y que Nicolas ha decidido hacer su propaganda desde casa. Quizá hayan tenido una pelea o algo. No me ha dado detalles.

A Lali no le sorprendería algo así. Euge podía ser muy molesta y, aunque Nicolas era normalmente muy paciente con ella, quizás se le estuviera acabando la paciencia ahora que ya llevaban casados un tiempo.

Capítulo 29

Peter la deseaba. Quería poseerla. Como si de algún modo eso fuera a darle el derecho a protegerla del mundo.
Siempre había habido secretos en los ojos de Lali. Zonas oscuras que Peter quería descubrir. Sobre todo en ese momento, aun sabiendo que la implicación emocional sería un grave error.
Lo era. Su propia confusión en ese momento era testimonio de ello.
Llegaron al bungalow en ese momento. Peter prefirió no contestarla hasta que no estuvieran dentro y a salvo. Aunque no sabía si la expresión «a salvo» podría aplicarse muy bien a la situación.
—Crees que sería una buena idea, ¿verdad? ¿Hacer el amor donde nadie pueda vernos? —su cuerpo respondía al hecho de tenerla tan cerca. Pero no podía tomarla. No cuando ella no era dueña de sus actos, ni él tampoco. La llevó a su habitación y la tumbó en su cama—. ¿Por qué no dejas reposar esa idea un rato?
—No necesito reposar. Estoy bien despierta, te lo prometo —dijo ella agarrándose a sus hombros—. No te vayas, Peter Lanzani. Quédate conmigo. Sé que quieres.
—Es cierto. Quiero —dijo él, y la besó en la boca. Un solo beso. Luego se quitó sus brazos de encima e hizo que se diera la vuelta—. Duérmete, Lali.
—No quiero… —sus palabras se apagaron y, aunque no era esa su intención, se quedó dormida.
Peter cerró la puerta y abandonó el bungalow con la esperanza de que unas pocas horas paseando por la playa pudieran calmarlo. No estaba dispuesto a pasar otra noche sin dormir, pero tenía la sensación de que no le quedaba otra opción.
—Has vuelto pronto —dijo Peter sorprendido al salir de su oficina y entrar en la de Lali.
—Supongo que llego un poco pronto —dijo Lali con una sonrisa—, pero supongo que no tiene sentido tomarme tiempo libre porque sí.
Habían pasado dos semanas desde que Peter le había hecho la proposición. Once días y más o menos doce horas habían pasado desde que Lali se había emborrachado y quedado como una idiota en la isla.
Poco tiempo en comparación con todo el plan en general, y sin embargo parecía como si hubieran pasado muchas cosas. Enfrascarse en el trabajo de la oficina no le había servido de mucho para aliviar la confusión ni la preocupación. En la superficie trataba de mantener una relación profesional, pero el control sólo era superficial. Todos los sentimientos seguían ahí, en ebullición, amenazando con salir a la primera oportunidad.
Peter también parecía distraído. Más reservado que de costumbre. A veces, cuando sus miradas se cruzaban, se suavizaba. Pero invariablemente, después de eso volvía a poner distancia entre ambos.
Había sido así desde que habían regresado de Brandmeire. Al principio Lali pensaba que estaría disgustado por su comportamiento de la noche pasada, pero poco a poco se había dado cuenta de que, aunque ella había quedado como una tonta, los dos habían estado un poco fuera de control ese fin de semana.
Simplemente Peter había decidido, al igual que ella, que tenía que dar un paso atrás. Conseguir un poco de distancia y de control sobre sí mismo y sobre la situación. El calor seguía latente también en él, pero lo llevaba con cuidado.

Habían salido media docena de veces. A cenar, al teatro. Peter incluso había conseguido asientos de primera categoría en el Buenos Aires Cricket Ground para un partido entre Australia y los West Indies un sábado. Los dos habían pasado horas gritando y animando a su equipo.

Capítulo 28

El día pareció oscurecerse a partir de ese punto. El sol seguía brillando, el mar seguía igual de azul, pero una sombra apareció en el corazón de Lali y se quedó ahí.
Para disimular su inquietud, trató más que nunca de parecer feliz y jovial, y sugirió hacer y ver todas las cosas que había visto en el folleto que había en el bungalow.
Peter hizo todo lo posible por cumplir sus deseos, como haría un devoto esposo. Como si esa idea la ayudara en algo.
El resto de la tarde pasó como un torbellino, hasta que se fueron a cenar, donde al menos Lali pudo compartir su compañía con otros.
—Bailas igual de bien que haces todo lo demás —le dijo Peter al oído.
Ella deseaba a su jefe. Físicamente. Pero quería más. Quería un lugar en su corazón. Era una tonta por pensar eso.
Estar en brazos de Peter la hacía sentir como una tonta. Se estremeció y se dijo a sí misma que no podría dejarse llevar. Pero era demasiado tarde. Ya se había dejado llevar y se sentía culpable por estar mintiéndole.
—Si yo bailo bien, tú también —dijo finalmente mirándolo a los ojos. Y lo lamentó al ver el fuego en su mirada. Sólo habían pasado los aperitivos; estaban aún esperando el plato principal. ¿Cómo iba a sobrevivir hasta el postre? Incluso aunque él sólo deseara su cuerpo, ella no sabía si podría resistirse—. Pero quizá debiéramos unirnos a los demás.
—Dudo que nos echen de menos. La mitad está aquí bailando, y la otra mitad parece haber emigrado al bar.
—Ah —dijo, y se quedó callada, deseando que la canción acabase pronto, antes de que se rindiera y colocara la cabeza sobre su pecho, donde más quería que estuviese.
Después de eso, no le pareció mala idea tomar fuerzas para el resto de la velada. Se sirvió algo de ponche de frutas y pensó que el efecto posterior sería más que apropiado para reforzar su coraje.
 —Me da que has bebido un par de copas de más.
La observación de Peter se produjo en medio de lo que Lali consideraba una anécdota muy interesante.
Era tarde. Muy tarde. Media docena de ponches tarde. Los demás parecían haber desaparecido, dejándolos solos en la mesa.
—Te estaba contando una historia, Nich… o… las. Por si no te habías dado cuenta. Y ahora me has interrumpido y no puedo recordar el resto de la historia.
—Volvamos al bungalow —dijo él con una sonrisa—. Entonces podrás contarme el resto si quieres.
—Oh, bien, supongo que eso estará bien —en su mente nublada por el alcohol, algo le decía que quedarse a solas con Peter no era una buena idea, pero no podía entender por qué—. Soy toda tuya… para decirme lo que tengo que hacer.
—Bien.
Peter la ayudó a salir del restaurante. Una vez fuera, ella se detuvo con una expresión de susto en la cara.
—Estoy un poco borracha, ¿verdad?
—Sí —dijo él agarrándola del brazo para que no se cayera—. Lo estás.
—No pensaba que el ponche fuese tan fuerte —dijo ella, y acercó la boca a su oído para compartir su secreto—. Fue para conseguir coraje, ya sabes.
En ese estado, a Peter le entraban ganas de protegerla, de mantenerla cerca de su corazón, donde nada pudiera hacerle daño.
Lo tenía hecho un lío y tenía que hacer todo lo posible por ignorar sus sentimientos.
—Sí, lo sé. ¿Por qué no dejas de hablar hasta que lleguemos al bungalow?
—Podría, pero no sé si voy a ser capaz de llegar al bungalow. Estoy muy mareada.
Él se giró justo a tiempo para agarrarla antes de que se cayera al suelo.
—Nos vamos a casa, pequeña —dijo él tomándola en brazos, donde ella se quedó inmóvil con la cabeza apoyada en su pecho. Exactamente lo que menos necesitaba para alimentar sus sentimientos de protección—. Ya has tenido bastante por hoy, creo.

—Oh, no —dijo ella sacudiendo la cabeza, luego le rodeó el cuello con los brazos y le dio un beso—. Estoy bien. De hecho… te deseo. Creo que sería una buena idea… no, una idea genial, que hiciéramos el amor, Peter. Por favor. En el bungalow, no en el mar. Donde nadie pueda mirar —se rio—. Uy, he hecho una rima sin darme cuenta.