viernes, 6 de diciembre de 2013

Capítulo 1

—Tengo treinta y dos años y estoy harto de que me persigan como uno de los solteros disponibles de Buenos Aires —dijo Peter Lanzani, millonario propietario de Sistemas de Seguridad Lanzani, mientras se recostaba en el asiento de su escritorio, cruzándose de brazos.
Su mirada era aguda, directa, controlada y con un leve toque de irritación que Lali no habría apreciado si no hubiera llegado a conocer tan bien esa enigmática cara durante los últimos seis meses.
—Entiendo que eso pueda resultar bastante agobiante al cabo de un tiempo —dijo Lali—. Todas esas mujeres saliendo de detrás de las plantas para acosarte, diciendo que quieren un hijo tuyo, y todo por tu dinero. No quiero decir que tú no tengas tu atractivo por ti mismo.
Se alisó la falda y deseó que el pulso que sentía en su garganta no fuera visible bajo su blusa.
Él era atractivo, de acuerdo. Más de lo que, en su opinión, era justo y razonable. Con su pelo oscuro, su piel bronceada y sus interesantes rasgos, que se mezclaban a la perfección con su voz aterciopelada. Incluso olía bien, de una manera que hacía que Lali deseara hundir la cara en él y aspirar su aroma durante un siglo o tres.
Ese pensamiento le produjo un familiar vuelco en el pecho, justo donde se encontraba su corazón.
—No es que haya habido hordas de mujeres escondidas tras las plantas —dijo él con una sonrisa—, pero ya he tenido mi ración de atención no deseada. Y, al contrario de lo que los medios parecen creer, no disfruto viendo mi nombre en todas las listas de los diez solteros más deseables. Francamente, es una molestia sin la que podría vivir.
—Sobre todo si te instalas en esa nueva etapa de tu vida más centrada y sosegada que quieres.
Lali esperaba sonar inteligente, comprensiva. Cualquier cosa menos completamente ajena al objetivo que él pretendía alcanzar con esa conversación.
Dejando a un lado todos los sentimientos que despertaba en ella, luchó por ignorar el modo en que su camisa se ajustaba a su pecho musculoso. Lo cual, probablemente, la situaba en la misma categoría que todas esas mujeres que se escondían tras las plantas.
Para tener unos músculos así tendría que trabajar en el gimnasio regularmente. Se lo imaginó sudando, haciendo pesas en algún gimnasio de moda de la ciudad, y tuvo que reprimir un gemido.
—¿Planeas anunciar a la prensa un gran cambio de vida para que te dejen en paz? Algunos actores se interesan por las religiones budistas durante un tiempo. Algo como eso seguro que supone un disuasivo, dado que te apartará del mercado para cualquier posible relación.
—Es una opción interesante —dijo él, y la mirada que le dirigió hizo parecer que pensaba que Lali tenía piedras en la cabeza—. He de confesar que no había considerado el entrar en ningún tipo de sacerdocio para solucionar estos acontecimientos, pero gracias por la idea.
—La verdad es que no puedo imaginarte de celibato —dijo Lali, y entonces se preguntó por qué no mantendría la boca cerrada. Los encaprichamientos producían eso en las personas. Les hacían decir cosas que normalmente no dirían.

En cualquier caso, no tenía sentido tener ese encaprichamiento. Él no era su tipo, y desde luego no estaría interesado en ella. Los jefes millonarios no se interesaban por las advenedizas de la oficina. No en el mundo real. No importaba lo ensimismadas que pudieran estar esas advenedizas con su jefe. ¿Pero qué había hecho que Peter hablara de sus cosas personales en esa mañana de enero, en su despacho que daba al puerto de Buenos Aires? Su vida personal había sido el tema estrella durante los últimos cinco minutos. Planes, aspiraciones, intenciones. Todo privado, nada que ver con los negocios.

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