Y probablemente ésa es
la idea más estúpida que has tenido jamás», se dijo a sí misma. «Tú buscas
amor. Un sentimiento que Peter ni siquiera se molesta en fingir que desea».
Pero era imposible
tratar de razonar con sus hormonas y su corazón en ese momento.
—¿Lali? —dijo Peter.
—Perdón, ¿qué has dicho?
—Ya han traído el postre
—dijo él señalando el carrito—. ¿Te apetece algo?
Ella apretó los dientes.
La otra pareja ya había decidido. Un suflé cubierto de salsa de bayas para el
marido y un cuenco de macedonia para la mujer. Algo totalmente inocuo.
¿Entonces por qué no podía dejar de imaginarse a Peter desnudo, mordiendo suflé
y fruta sobre su estómago?
«Ya nunca podré volver a
mirar esa comida como antes», se dijo a sí misma.
—El sorbete —dijo
finalmente.
Peter eligió un plato de
queso y galletitas, y para su tranquilidad, prosiguieron con la conversación.
Incluso consiguió controlarse ligeramente, hasta que llegó el momento de la
sobremesa y Peter aprovechó para pasarle el brazo por encima de los hombros con
un aire de posesión despreocupada.
¿Despreocupada? Ja. Con
sólo mirarlo a los ojos supo lo que estaba pensando. Ella no podía seguir
fingiendo tener dudas. No había nada de despreocupado. Sabía que lo próximo que
querría hacer sería tirarla sobre la alfombra de la oficina para satisfacer sus
deseos.
Descubrió que había algo
sumamente erótico en un hombre que juguetea con el pelo de una mujer. ¿Y quién decía
que un hombre no podía dejarse llevar por la lujuria primero y enamorarse
después?
—¿Me pasas el agua? —preguntó
ella.
—Claro —contestó él, y
la soltó para alcanzar la jarra.
Por fin pudo respirar de
nuevo. Pero entonces él se inclinó tan cerca de ella mientras le rellenaba la
copa, que Lali pudo oler la fragancia de su piel y casi contar las pestañas que
rodeaban esos ojos color avellana tan enigmáticos.
—Gracias —dijo ella.
—De nada —añadió
levantando las cejas.
—Señor Forrester —dijo Lali
tratando de distraerse—, Jack. ¿Cómo habéis construido Naomi y tú vuestro
imperio? Habéis conseguido cosas increíbles con vuestras propiedades e
inversiones.
Jack flirteó con ella un
poco mientras contestaba, pero Lali no le dio importancia. Sonrió y lo instó a
hablar de sus diferentes negocios.
—Es un trabajo duro,
querida —dijo Jack, y se inclinó sobre la mesa como si fuera a compartir con
ella un jugoso secreto—. Si un hombre se lo propone, puede conseguir mucho, sin
importar lo que desee en esta vida.
—No todo —dijo Peter
apretando con su mano el hombro de Lali—. Hay cosas que están fuera de todo
alcance.
Por un instante Jack
miró a Peter. Luego se rio y levantó su café a modo de brindis.
Naomi Forrester
observaba con aire de sorpresa. Peter estaba actuando de manera posesiva y,
aunque no debía ser así, a Lali le gustaba.
La conversación finalizó
poco después y abandonaron el restaurante enseguida.
Una vez que estuvieron
fuera del edificio, ella se volvió hacia Peter y preguntó:
—¿Lo hemos impresionado?
No podría decirlo.
—Hemos dado un paso
adelante con Forrester. Por hoy es suficiente —dijo él mientras arrancaba el
coche que los llevaría a través del túnel del puerto hasta el barrio en el que
él vivía.
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