La audiencia con Jack
Forrester, porque audiencia era como Lali entendía el acuerdo de Forrester a
tener una reunión con Peter el sábado por la mañana, fue tan frustrante como
sus interacciones previas.
Cuando salieron de la
habitación, Lali estaba que echaba humo. La furia corría por sus venas y le
soltaba la lengua. Ese hombre había sido positivamente maleducado con Peter.
Era totalmente intolerable.
—¿No estás molesto?
Parecía que la mayor parte del tiempo ni te escuchaba. ¿Dónde se cree que va
tratando así a la cabeza de Lanzani's? Eres brillante. Has hecho una gran
presentación y Lanzani's es lo mejor que conseguirá. ¿Cuál es su problema? Me
alegra que le hayas hecho saber que no esperarás por siempre una respuesta.
Tras su discurso, Lali
cerró la boca para su sorpresa. Había visto a Peter batirse con otros oponentes
cientos de veces, pero era la primera vez en que ella había deseado aplastar la
cabeza del oponente como resultado.
Genial. Ya podía añadir
«síndrome de mamá oso» a sus problemas.
—No te preocupes —dijo
él—. La reunión ha tenido un propósito. Ahora esperaremos a ver lo que ocurre a
continuación. Y yo, por mi parte, planeo disfrutar del resto del fin de semana
aquí —añadió mientras metía los últimos papeles en el maletín y caminaba por el
pasillo—. Excepto por la cena de esta noche y un partido de golf mañana, estoy
libre para hacer lo que quiera a partir de ahora. ¿Cómo quieres pasar la tarde,
Lali?
—Ah… ¿la tarde entera? —preguntó
ella. El modo perfecto de pasar el tiempo apareció en sus pensamientos y le
calentó la sangre. Por desgracia era en lo único que podía pensar desde ese
beso explosivo.
Puede que hacer el amor
pareciese la idea perfecta, pero en realidad no sería más que un desastre.
Hacer el amor. Entregarle a Peter su corazón en bandeja. ¿Cuál era la
diferencia? Ninguna.
—No sé. Supongo que me
gustaría explorar más la isla.
En seguida Peter se lo
hizo saber al personal del hotel y luego se volvió hacia ella.
—Vayamos al bungalow a cambiarnos.
Nos traerán un Jeep.
Peter resultó ser un
guía muy capaz, y la desarmó al demostrar que recordaba su interés por las
conchas. Lo estaba haciendo de nuevo. Estaba siendo agradable.
Examinaron cientos de
conchas en una porción de playa apartada en el otro lado de la isla, con el sol
tropical acariciándolos con su calor.
De hecho fue divertido.
Lo suficiente como para que Lali se olvidara de todo un rato y consiguiera
relajarse.
Descubrió que era
divertido relajarse con Peter. Hacía cosas graciosas que la hacían reír. La
llevaba por la arena como si ella fuera una niña pequeña con la tarde libre.
Ella decidió que iba a disfrutar del momento, que disfrutaría de la diversión y
ya se preocuparía del resto de su vida más tarde.
—Son maravillosas —dijo
ella mientras aclaraba otra concha en la orilla para luego guardarla en una
bolsa de plástico con las demás—. Será mejor que pare ya. De otro modo me
hundiré en la arena con todas las que llevo.
—Entonces es hora de
nadar —dijo él despreocupadamente, pero su mirada la estaba desafiando y volvió
a despertar sus deseos sexuales—. Espero que lleves el bañador bajo la ropa.
—Ah, claro —dijo ella,
sintiendo cómo se le aceleraba el corazón con una mezcla de excitación y
pánico. Pero eso último no tenía que ver con su jefe ni con sus hormonas—. Pero
en realidad yo no nado en el mar. Sólo chapoteo.
—¿Excusas, Lali? —dijo
él mientras se quitaba la camisa y los pantalones—. Venga. Hace un día demasiado
bueno como para perder el tiempo. Prometo no hacerte muchas aguadillas.
—No nado en el mar. No
es broma, ni pretendo tener una pelea. Es un hecho. Me uniré a ti y me meteré
sólo hasta la altura de los muslos.
Fue todo lo que pudo
hacer para no rogarle que se quedara con ella en la orilla. Se dio cuenta de
que su recién descubierto instinto maternal volvía a la carga, y como resultado,
quería a Nicolás donde pudiera observarlo.
Pero eso no iba a ser
una opción. Lo sabía y trató de mantener una fachada de calma. Peter se iría a
nadar y ella podría quedarse en la orilla.
Se quitó el vestido por
encima de la cabeza y lo tiró sobre la ropa de él en la arena. Sólo entonces
miró en su dirección, y se quedó con la boca abierta al ver la belleza de su
cuerpo.
Sus hombros eran anchos
y musculados, su pecho firme, con una línea de pelo negro que se estrechaba
camino de su cintura. El bañador que llevaba no colaboraba mucho en ocultar
toda su masculinidad. Rápidamente Lali bajó la mirada hacia sus piernas fuertes
y luego lo miró a los ojos para descubrir que él también la estaba mirando.
—Eres perfecta —dijo Peter—.
Creo que ese traje es incluso más provocativo que un bikini.
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