Pero contuvo su
reacción. ¿Acaso Lali quería que sellaran su acuerdo de matrimonio a la manera
tradicional? No haría eso. Besaría a Lali cuando él eligiera, por sus propias
razones. Pero sabía que sería pronto. Muy pronto. Se detuvo de golpe a unos
pasos de distancia.
—¿No quieres preguntarme
sobre tu futuro en la compañía? Parecías muy interesada en eso hace un rato.
Ella lo miró a los ojos
y dijo:
—No quiero dejar este
trabajo —por un momento pareció atemorizada, pero entonces levantó la barbilla
y adoptó una actitud desafiante—. A pesar de mi eminente sustitución, la cual
has dejado clara hace un rato, resulta que me gusta mi trabajo como ayudante
tuya. Incluso creo que lo hago bastante bien.
Ella era buena en su
trabajo. Había sido muy eficiente durante los últimos meses, mientras Janice se
recuperaba del accidente de coche que casi acabó con su vida. ¿Había amenazado
a Lali con devolverla a su trabajo de oficina si no se casaba con él? No quería
pensar que pudiera ser tan calculador, pero ¿qué otra posibilidad tenía?
No. Sólo la gente
desesperada se comportaba así, y Peter Lanzani no se desesperaba.
—Entonces te quedas —dijo
él. Al menos hasta que se casaran. Por una razón: quería tenerla donde pudiera
verla, tocarla, cada vez que quisiera. Lali tendría que acostumbrarse a eso—.
Creo que eso funcionará bien.
—Yo… —comenzó a decir
ella, y luego se aclaró la garganta—. Está bien.
Peter dejó que su mirada
circulara descaradamente sobre su cuerpo, sintiendo cómo el deseo calentaba su
piel. Sexo y compañerismo. Eso era lo que compartirían.
Sería un buen
matrimonio. Un matrimonio inteligente. Entre dos personas convenientes.
—Ya hemos hablado lo
suficiente del tema. Hazme saber sí hay algún problema con la comida con los
Forrester.
—Lo haré —dijo ella, y
asintió con frialdad, pero el pulso acelerado era visible en su cuello.
Ella lo deseaba tanto
como él la deseaba, y eso lo complacía inmensamente.
—Gracias, Lali. Eso es
todo por ahora.
—Bien —dijo ella, y una
ligera sonrisa asomó a sus labios. Su boca era raramente ancha y su nariz algo
grande para cuadrar dentro del estereotipo de feminidad. A él le gustaba eso, y
también le gustaba cuando le sonreía.
Las sonrisas, los
jadeos, los gemidos. Lo deseaba todo. ¿Y por qué no? Pronto sería su esposa.
Peter se permitió una
segunda sonrisa de satisfacción, no sin antes darle la espalda para que ella no
pudiera verlo. Luego regresó su mente a los negocios. Porque Lanzani's iba, al
fin y al cabo, de negocios.
Proposiciones de
matrimonio aparte, el trabajo era lo que movía a Peter Lanzani.
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