miércoles, 11 de diciembre de 2013

Capítulo 10

Pero contuvo su reacción. ¿Acaso Lali quería que sellaran su acuerdo de matrimonio a la manera tradicional? No haría eso. Besaría a Lali cuando él eligiera, por sus propias razones. Pero sabía que sería pronto. Muy pronto. Se detuvo de golpe a unos pasos de distancia.
—¿No quieres preguntarme sobre tu futuro en la compañía? Parecías muy interesada en eso hace un rato.
Ella lo miró a los ojos y dijo:
—No quiero dejar este trabajo —por un momento pareció atemorizada, pero entonces levantó la barbilla y adoptó una actitud desafiante—. A pesar de mi eminente sustitución, la cual has dejado clara hace un rato, resulta que me gusta mi trabajo como ayudante tuya. Incluso creo que lo hago bastante bien.
Ella era buena en su trabajo. Había sido muy eficiente durante los últimos meses, mientras Janice se recuperaba del accidente de coche que casi acabó con su vida. ¿Había amenazado a Lali con devolverla a su trabajo de oficina si no se casaba con él? No quería pensar que pudiera ser tan calculador, pero ¿qué otra posibilidad tenía?
No. Sólo la gente desesperada se comportaba así, y Peter Lanzani no se desesperaba.
—Entonces te quedas —dijo él. Al menos hasta que se casaran. Por una razón: quería tenerla donde pudiera verla, tocarla, cada vez que quisiera. Lali tendría que acostumbrarse a eso—. Creo que eso funcionará bien.
—Yo… —comenzó a decir ella, y luego se aclaró la garganta—. Está bien.
Peter dejó que su mirada circulara descaradamente sobre su cuerpo, sintiendo cómo el deseo calentaba su piel. Sexo y compañerismo. Eso era lo que compartirían.
Sería un buen matrimonio. Un matrimonio inteligente. Entre dos personas convenientes.
—Ya hemos hablado lo suficiente del tema. Hazme saber sí hay algún problema con la comida con los Forrester.
—Lo haré —dijo ella, y asintió con frialdad, pero el pulso acelerado era visible en su cuello.
Ella lo deseaba tanto como él la deseaba, y eso lo complacía inmensamente.
—Gracias, Lali. Eso es todo por ahora.
—Bien —dijo ella, y una ligera sonrisa asomó a sus labios. Su boca era raramente ancha y su nariz algo grande para cuadrar dentro del estereotipo de feminidad. A él le gustaba eso, y también le gustaba cuando le sonreía.
Las sonrisas, los jadeos, los gemidos. Lo deseaba todo. ¿Y por qué no? Pronto sería su esposa.
Peter se permitió una segunda sonrisa de satisfacción, no sin antes darle la espalda para que ella no pudiera verlo. Luego regresó su mente a los negocios. Porque Lanzani's iba, al fin y al cabo, de negocios.

Proposiciones de matrimonio aparte, el trabajo era lo que movía a Peter Lanzani.

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