sábado, 28 de diciembre de 2013

Capítulo 32

Ella se quedó mirando los calcetines y se preguntó cómo diablos un hombre podía tener unos tobillos sexys, y cómo una mujer podría apreciar eso con un par de calcetines así. Pero ella sí podía.
—¿Qué quieres decir?
—Euge y el senador tienen negocios aquí, en Buenos Aires —dijo él con una sonrisa mientras se ponía en pie—. Parece ser que estarán por aquí hasta el fin de semana.
—Oh, bien. Qué agradable —dijo ella dando un paso atrás. No era una retirada. Simplemente quería recoger su bolso. Con un movimiento rápido lo recuperó y lo metió en uno de los cajones del escritorio—. Entonces supongo que quedaré con ella. ¿Ha dejado el nombre de su hotel?
—Están en el Rorriton —dijo Peter acercándose de nuevo, atrapándola entre el escritorio y la silla—. ¿No crees que sea algo bueno, Lali? ¿Que tú hermana esté en la ciudad y que tenga el fin de semana libre?
—Eh, supongo que sí —¿cómo podía esperar que pensara correctamente si la miraba como si quisiera comérsela?
—Nos aprovecharemos de su presencia —dijo él inclinándose hacia delante para darle un beso en la nuca. Era la primera vez que hacía algo así en el trabajo, por eso parecía mucho más potente—. ¿Por qué esperar más cuando los dos nos deseamos? Estamos listos para esto.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó ella. De algún modo, sus manos habían encontrado el camino hasta el cuello de Peter. Él era fuerte, lleno de vitalidad y poder. Con sus dedos reconoció todo eso y quiso más.
Sus sentimientos le decían que siguiera adelante, que disfrutara tocándolo. Y por una vez, iba a dejarse llevar.
—Mientras tu hermana esté aquí, nos casaremos —dijo él cerrando los ojos ligeramente—. Eso es lo que digo.
—Ah, bueno…
Lali siguió acariciándole el cuello, absorta por el movimiento de sus músculos, hasta que sus palabras calaron en su cerebro. Entonces retrocedió.
Aquello no era un ligero cambio de planes. Aquello era el desastre total.
—¿Qué? No podemos. Acordamos esperar cuatro meses. Hemos escogido una fecha. Y hay muchas cosas que hacer antes de casarnos.
—Lo sé. Pero te conozco, Lali, y a esa mente organizada que tienes. Estoy seguro de que ya lo tienes todo bajo control. Estoy seguro de que podremos conseguir la licencia a tiempo. Si tienes problemas, haré lo que sea necesario. Lo prometo.
—No —dijo ella negando con la cabeza. No podía permitir que la obligara a casarse ese fin de semana—. No lo tengo todo tan preparado como para casarme en dos días. Sería muy injusto por tu parte pedirme eso.
Al ver que no parecía convencido, insistió utilizando todas las armas que se le ocurrieron.
—Creo que me dejaste organizar la boda porque pensaste que me divertiría. Si nos casamos este fin de semana, no habría diversión para mí. Será algo precipitado. ¿Es eso lo que quieres?
—No. Y si hubieras estado planeando algo enorme, comprendería tus preocupaciones. Pero preferiste una ceremonia tranquila y discreta. Supongo que eso es algo que se puede hacer antes de lo que habíamos previsto.
—Euge y Nicolas vendrían a la boda en cualquier otro momento —dijo ella comenzando a sonar desesperada—. Si insistes en adelantarlo, por lo menos dame un poco más de tiempo.
Él se cruzó de brazos y levantó la barbilla.
—¿Como cuánto?
—Como dos meses a partir de ahora —de ese modo tendría que apañárselas para terminar de pagar al antiguo jefe de Euge dos semanas antes, pero…
—Para esperar dos meses, esperamos a la fecha original que habíamos previsto.
—Exacto —dijo ella decidida a convencerlo ya que él había sacado el tema.
—¿Son los nervios de antes de la boda? No tienes por qué tener miedo. Te prometo que estaremos bien juntos.
—Me gustaría celebrar la boda al menos dentro de dos meses.
—No puedo estar de acuerdo.
—Entonces un mes —dijo. No sabía cómo podría solucionar el problema del chantajista en tan poco tiempo, pero tendría que intentarlo.
—Lo siento —dijo él negando con la cabeza—. No puede ser.
—No estás dispuesto a ceder ni un ápice, ¿verdad? ¿Incluso aunque me hayas colocado en una situación tan rara?
—Cuando lo pienses mejor, te darás cuenta de que es lo mejor. Míranos. Hemos estado evitándonos en la oficina desde que regresamos de la isla. Los dos hemos estado aguantándonos para que las cosas fueran bien. De este modo la espera acabará. Nos unimos y nuestro entorno de trabajo vuelve a ser normal. Los dos estaremos mejor.
Todo parecía muy inteligente y racional. ¿Qué iba a hacer ella? Por un momento pensó que iba a empezar a hiperventilar.
—¡Tranquila! —dijo Peter abrazándola—. Parece como si te fueras a desmayar.
—La comida —dijo ella por poner una excusa—. No he comido.
Excepto el trozo de tarta de queso, el café, la nata montada y esa cosa de chocolate que ponían encima de la nata.
—He estado muy ocupada.
—No vuelvas a pasar sin comer. ¿Me has oído? Dime que no estás a dieta para entrar en algún estúpido vestido.
—No estoy a dieta para tratar de ser algo que no soy —dijo ella tocándole la cara, incapaz de resistirse.
—Entonces quiero verte comiendo algo que hayas encargado de la cafetería en diez minutos —dijo él, la soltó y se echó hacia atrás—. Cuando tengas algo de comida en el estómago, discutiremos sobre los planes de boda. Sólo tenemos un par de días, así que tenemos que ponernos a ello.
—Quiero hablar con Euge —dijo Lali. Necesitaba un plan. Un plan que le evitara casarse con ese hombre en dos días—. Creo que al final sí que me tomaré el resto de esa hora libre para comer.
—Bien. Vete a ver a tu hermana. Date tiempo para aceptar la idea de la boda. Cuando lo hagas, te sentirás mejor. Te lo prometo.
—¿Eso crees?

No podían casarse. Eso era todo. Él querría compartir la cama, pero no su corazón. Y ella estaría muñéndose por dentro. No podría vivir así, con un vacío de afecto en su interior.

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