miércoles, 31 de julio de 2013

Capítulo 28

—Me lo han dicho unas doscientas veces.
—He llamado a Nueva York para comprobar los datos de Nico Diamante, pero no tienen nada —dijo el jefe de policía entonces, bajando la voz—. Eso puede significar dos cosas: o que está muy arriba en el escalafón o que es nuevo y la policía aún no tiene datos.
—En otras palabras, que no podemos probar nada.
—Eso es.
—Maldita Bobby Jean —murmuró Peter.
—Tiene a todo el pueblo pendiente de lo que hace. Mi mujer me ha dicho que esta tarde ha ido al salón de belleza diciendo que se había separado de su marido porque no podía compararse con Peter Lanzani.
—¿En serio?
—Te lo juro —rió el hombre—. Y montó una escena cuando le dijeron que habías venido con tu mujer. Por lo visto, dijo que eso le daba igual porque tú eras suyo. Incluso retó a todo el mundo, diciendo que, fuera como fuera, caerías en sus brazos.
Peter se pasó una mano por el pelo.
—Tengo que hablar con esa chica antes de que me meta en un lío.
—He ido a verla esta tarde para decirle que no quería problemas.
—¿ Y cómo se lo ha tomado?
Dalmau se rascó la cabeza, pensativo.
—Me ha dicho que me meta en mis asuntos.
—Pero le dirías que tu trabajo es mantener la ley y el orden, ¿no?
—Por supuesto. ¿ Y sabes lo que me dijo? Que si no la dejaba en paz le contaría a mi mujer lo que pasó cuando nos encontraron juntos en el gimnasio del instituto... —empezó a decir el hombre, rojo como un tomate.
—No pasa nada, Dalmau. Ya lo sabía —sonrió Peter. Estar de vuelta en Southwood era como estar de nuevo en el instituto. Sus amigos no habían cambiado nada —. ¿ Y qué pasó?
—Nada. Bobby Jean no dijo nada más. Y ahora te digo que no quiero problemas este fin de semana.
—Espera un momento. ¿Me lo estás diciendo a mí?
—Solo quiero que te lo tomes con calma. Si no es así, el día cuatro de julio habrá algo más que fuegos artificiales.
Dalmau parecía preocupado. Pero Peter lo entendía. Hasta un hombre tan grande como el jefe de policía se quedaba sin palabras con Bobby Jean Diamante.
—Haré lo que pueda. Después de todo, este lío es culpa mía. Debería haberle dicho hace mucho tiempo que me dejara en paz. Quizá pueda hacerlo este fin de semana.
Aliviado, Dalmau le dio un golpecito en la espalda.
—Me alegro de que me eches una mano.
—La verdad es que he metido la pata trayendo a Lali y a la niña. No sé en qué estaba pensando.
—Lo malo es que no estabas pensando con la cabeza —río su amigo—. Y lo bueno es que Bobby Jean ha venido sola, así que no creo que pueda causar muchos problemas. Rocio dice que lo que necesita es tener un hijo para sentar la cabeza.
—Pues no será conmigo —río Peter.
—Por lo visto, Bobby Jean quiere un hijo y quiere tenerlo con su novio del instituto. ¿Quién era? A ver si me acuerdo... ah, sí, el capitán del equipo de fútbol.
—No me digas eso, Dalmau. A pesar de lo grande que eres, sabes que en el instituto te di alguna buena paliza. Y puedo seguir haciéndolo.
—Mira, Peter, voy a darte un consejo. Cásate de verdad con esa rubia tan guapa porque Bobby Jean ha puesto los ojos en ti. Y cuando Bobby Jean pone los ojos en alguien, no hay forma de escapar.
—Yo me ocuparé de ella. Tú ocúpate de su marido.
—Eso, por supuesto. Puedes contar conmigo.
— Siempre lo he hecho.
No tuvieron que esperar mucho más. Unos segundos después hubo una conmoción a la entrada del salón de actos y Peter habría podido jurar que la multitud se apartaba como las aguas del mar Rojo.
Y entonces Bobby Jean Diamante apareció ante él, con su sonrisa de vampiresa.
Los problemas habían empezado.
 —¿ Qué pasa? ¿Por qué hay tanto ruido? — preguntó Lali.
Claudia Lanzani se levantó de la silla para mirar.
—Me temo que empieza el espectáculo — suspiró la mujer.

Lali supo inmediatamente a qué se refería. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario