martes, 23 de julio de 2013

Capítulo 16

Cuando empezó a dar la señal de llamada, Lali sintió un ataque de pánico. Sin embargo, sujetó el teléfono con fuerza.
El sonido del teléfono lo despertó. Peter alargó la mano para contestar.
—¿Dígame? —murmuró, medio dormido. Al otro lado del hilo no se oía nada—. ¿Dígame?
—Hola, soy Lali Lanzani... digo Lali Esposito.
Peter se sentó de golpe en el sofá, donde se había quedado dormido viendo la televisión.
—¿Lali?
¿Había oído bien? ¿Había dicho Lali Lanzani? No podía ser.
—Hola, pensé que no ibas a llamarme.
—Acabo de recibir tu mensaje.
—¿Ah, sí? ¿No estás en Nueva York?
—No, estoy en Atlanta.
—¿En Atlanta? —repitió él, intentando disimular su emoción—. ¿Estás de visita?
—No, vine a vivir aquí hace un par de meses. Estoy en la vieja casa, en la que solía vivir antes.
—¿Antes de qué?
—De los bueyes.
—Ah, ya, claro. Si hubiera sabido que estabas en Atlanta habría ido a visitarte. ¿Cómo está la niña?
— Dormida, afortunadamente. Pero está muy bien. Guapísima. Es la niña más lista del mundo.
Peter sonrió. Entonces, nervioso, se pasó una mano por el pelo.
—¿Cómo estás, Lali?
—Bien. ¿Y tú?
—Bien —contestó él.
Pero no era cierto. Estaba hecho polvo desde que la llamó y no recibió respuesta. Había pasado por un infierno, preguntándose por qué Lali no le devolvía la llamada. Pero no se le ocurrió pensar que no estaría en el apartamento de Nueva York.
Entonces se dio cuenta de que los dos se habían quedado en silencio.
—Bueno, pues nada...
—Me alegro de hablar contigo — se apresuró a decir Peter entonces—. Sobre todo, después de lo que pasamos en ese ascensor. Algo por lo que te estaré eternamente agradecido.
—¿Y eso?
—Si no fuera por el ascensor, no te habría conocido.
Hubiera querido pegarse de bofetadas. ¿Por qué era tan bocazas? Se sentía como un idiota por decir tan claramente lo que sentía.
—Ah — murmuró ella. Peter se murió por dentro. Quince veces, para ser exacto—. Eres un cielo, ¿sabes?
Él dejó escapar un suspiro de alivio. Tan fuerte que pensó que se le habían salido los pulmones. Pero decidió seguir adelante.
—Tú sí que eres un cielo.
—Pero no sé si debería haberte llamado.
—¿Por qué?
—Porque soy muy susceptible a los hombres del sur —dijo Lali.
—En Atlanta, debes de estar rodeada de ellos.
— No lo creas.
—¿No? Pues me alegro. Porque quiero hacerte una proposición.
—¿Quieres que te salve la vida?
—Exactamente. Si tú quieres, claro.
—Si no tengo que meterme en un ascensor...
—Te aseguro que no hay ascensores. De hecho, creo que en Southwood no hay ningún edificio con ascensor.
—¿Southwood?
—Mi pueblo. Al oeste de Atlanta.
—Ah, ya. No lo conozco.
—No me extraña. De allí no ha salido ningún héroe de guerra, ni siquiera un medallista olímpico. Solo es un pueblo pequeño que está planeando una gran celebración.
—¿ Qué van a celebrar?
—La reunión de alumnos del instituto.
—Ah, qué interesante. ¿ Y por qué quieres que vaya contigo? ¿Necesitas ir con una chica?
—Peor que eso. Necesito una esposa y un hijo.
Al otro lado del hilo se hizo un silencio y Peter contuvo el aliento.
—No irás a decirme que todo esto es parte de una broma entre antiguos compañeros, ¿ verdad?
—No, pero puede que desees que lo fuera antes de que nos vayamos de allí — sonrió él.
—A ver, cuéntame.
Peter se pasó una mano por el pelo.
—No me gusta pedirte esto por teléfono, pero...
—Pero necesitas que te salve la vida y yo te debo un favor.
—Necesito que me salves la vida, pero no me debes ningún favor. Lo que pasa es que... mira, déjalo, la verdad es que ahora me parece absurdo. Déjalo, Lali, ha sido una tontería llamarte. Perdona que...
—Espera, Peter. No he dicho que no. Cuéntamelo y ya veremos.
—¿Estás segura?

—Creo que sí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario