domingo, 28 de julio de 2013

Capítulo 23

Lo estaba haciendo de maravilla, desde luego.
Totalmente desmoralizada, Lali apretó los labios.
Quizá no estaba preparada para otro hombre. Quizá Peter tenía razón y debían olvidarse del asunto por completo. Además, era lo mejor para Allegra. Lo último que necesitaba era encariñarse con alguien que pronto desaparecería de su vida. Y también era lo último que Lali necesitaba.
Sí, era lo mejor. Decidida, se pasó una mano por el pelo antes de bajar la escalera. Entonces se lo pensó otra vez.
No quería dejarlo ir tan fácilmente. Pensaba ir a Southwood le gustase o no. Peter la había invitado y ella había aceptado.
Eso estaba mucho mejor.
Sonriendo, Lali empezó a bajar la escalera que la llevaría a una aventura. Justo lo que necesitaba. No podía sentirse más alegre, más llena de adrenalina.. .
—No —dijo entonces, deteniéndose en medio de la escalera —. No puedo obligarlo a hacer algo que no quiere hacer. Por otro lado, la idea fue suya y... ¿ Y qué hago yo aquí, hablando sola?
Tenía que dejar de ser tan tímida con los hombres. Que su marido no la hubiese valorado no significaba que otros hombres no fueran a hacerlo. Además, ella era una mujer llena de vida.
¿Por qué estaba poniéndose tantas trabas para hacer un tonto viaje?
No era ningún ratoncillo asustado.
Y Peter no le había pedido que escalaran una montaña con Allegra atada a la espalda. Su marido habría querido hacer eso, seguro, pero él no. Lo que le había pedido era que lo acompañase durante un fin de semana.
Entonces, ¿por qué estaba dándole tantas vueltas? ¿De dónde habían salido esos miedos?
La verdad era que se preocupaba por él cada vez que leía la sección de deportes del periódico. Pero Peter no era el piloto del equipo, sino un mecánico. Así que, a menos que se aplastara un pie con alguna herramienta, no corría peligro físico.
Decidida de nuevo, Lali llegó al final de la escalera. Comería con Peter y se reirían juntos cuando le enseñara la foto de su marido, que tenía el pelo y los ojos claros. Allegra no se parecía en absoluto a su padre, se parecía más a su familia. Además, ¿qué mejor prueba que una fotografía para que se quedase tranquilo?
Pero lo más importante era que podía ayudarlo a salvarse de las garras de una antigua novia decidida a perseguirlo.
Lali pensó en la mujer, en aquella extraña. No la conocía y podría ponerse violenta. Qué horror. No, eso no podía ser. Eran adultos.
O quizá no. De repente, Lali se imaginó en Southwood tirándose de los pelos con una loca agresiva. Peleándose por Peter Lanzani. Por supuesto, imaginaba que le daría su merecido a la ex novia. De repente, la idea hasta le hacía gracia.
Lo que no le gustaba era hacerse pasar por alguien que no era, lo de engañar... lo de que solo fuera un fin de semana. ¿Sería algo más que un fin de semana para él? ¿O después de estar juntos cuarenta y ocho horas la llevaría de vuelta a casa y se despediría sin decir una palabra?
Si era así, lo mataría.
—Le gusto, estoy segura.
Y sabía muy bien qué fotografía iba a enseñarle. Estaba en el salón. Su marido montado sobre un camello, en Egipto. Blanco, con un turbante, un auténtico aventurero. Y no se parecía nada a Peter.
Una vez en Southwood, Georgia, haría el papel de su esposa a la perfección. Pero no solo para que lo creyeran los demás, no, ella tenía sus propias intenciones con respecto al señor Lanzani. Un hombre que aún no lo sabía, pero estaba a punto de meterse en el mayor lío de su vida.

Casi lo sentía por Peter. Cuando terminase con él, el pobre pensaría que lo había pisoteado una manada de bueyes. Con mejores resultados que su difunto marido, claro. 

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