Lo estaba haciendo de
maravilla, desde luego.
Totalmente desmoralizada,
Lali apretó los labios.
Quizá no estaba preparada
para otro hombre. Quizá Peter tenía razón y debían olvidarse del asunto por
completo. Además, era lo mejor para Allegra. Lo último que necesitaba era
encariñarse con alguien que pronto desaparecería de su vida. Y también era lo
último que Lali necesitaba.
Sí, era lo mejor.
Decidida, se pasó una mano por el pelo antes de bajar la escalera. Entonces se
lo pensó otra vez.
No quería dejarlo ir tan
fácilmente. Pensaba ir a Southwood le gustase o no. Peter la había invitado y
ella había aceptado.
Eso estaba mucho mejor.
Sonriendo, Lali empezó a
bajar la escalera que la llevaría a una aventura. Justo lo que necesitaba. No
podía sentirse más alegre, más llena de adrenalina.. .
—No —dijo entonces,
deteniéndose en medio de la escalera —. No puedo obligarlo a hacer algo que no
quiere hacer. Por otro lado, la idea fue suya y... ¿ Y qué hago yo aquí,
hablando sola?
Tenía que dejar de ser
tan tímida con los hombres. Que su marido no la hubiese valorado no significaba
que otros hombres no fueran a hacerlo. Además, ella era una mujer llena de
vida.
¿Por qué estaba
poniéndose tantas trabas para hacer un tonto viaje?
No era ningún ratoncillo
asustado.
Y Peter no le había pedido
que escalaran una montaña con Allegra atada a la espalda. Su marido habría querido
hacer eso, seguro, pero él no. Lo que le había pedido era que lo acompañase
durante un fin de semana.
Entonces, ¿por qué estaba
dándole tantas vueltas? ¿De dónde habían salido esos miedos?
La verdad era que se
preocupaba por él cada vez que leía la sección de deportes del periódico. Pero
Peter no era el piloto del equipo, sino un mecánico. Así que, a menos que se
aplastara un pie con alguna herramienta, no corría peligro físico.
Decidida de nuevo, Lali llegó al final de la escalera. Comería con Peter y se reirían juntos cuando le
enseñara la foto de su marido, que tenía el pelo y los ojos claros. Allegra no se
parecía en absoluto a su padre, se parecía más a su familia. Además, ¿qué mejor
prueba que una fotografía para que se quedase tranquilo?
Pero lo más importante
era que podía ayudarlo a salvarse de las garras de una antigua novia decidida a
perseguirlo.
Lali pensó en la mujer,
en aquella extraña. No la conocía y podría ponerse violenta. Qué horror. No,
eso no podía ser. Eran adultos.
O quizá no. De repente, Lali se imaginó en Southwood tirándose de los pelos con una loca agresiva.
Peleándose por Peter Lanzani. Por supuesto, imaginaba que le daría su merecido a
la ex novia. De repente, la idea hasta le hacía gracia.
Lo que no le gustaba era
hacerse pasar por alguien que no era, lo de engañar... lo de que solo fuera un
fin de semana. ¿Sería algo más que un fin de semana para él? ¿O después de
estar juntos cuarenta y ocho horas la llevaría de vuelta a casa y se despediría
sin decir una palabra?
Si era así, lo mataría.
—Le gusto, estoy segura.
Y sabía muy bien qué
fotografía iba a enseñarle. Estaba en el salón. Su marido montado sobre un
camello, en Egipto. Blanco, con un turbante, un auténtico aventurero. Y no se
parecía nada a Peter.
Una vez en Southwood,
Georgia, haría el papel de su esposa a la perfección. Pero no solo para que lo
creyeran los demás, no, ella tenía sus propias intenciones con respecto al
señor Lanzani. Un hombre que aún no lo sabía, pero estaba a punto de meterse en
el mayor lío de su vida.
Casi lo sentía por Peter.
Cuando terminase con él, el pobre pensaría que lo había pisoteado una manada de
bueyes. Con mejores resultados que su difunto marido, claro.
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