—¿Marcharte? ¿Por qué?
¿Porque has estado a punto de darme un beso? ¿O porque casi te he dejado
hacerlo? Admito que ha sido un poco inesperado, pero... Peter, ¿te encuentras
bien? Estás muy pálido.
—¿ Te importa si me
siento en el sofá?
—No, claro — murmuró
ella, sentándose a su lado—. ¿Quieres que llame a Clovis? Es enfermera.
—No, por Dios. No
necesito una enfermera. Solo tengo que calmarme un poco —dijo Peter entonces—.
Lali, creo que deberíamos...
Allegra soltó un grito
entonces y se lanzó hacia él como si
quisiera abrazarlo.
—Quiere que la tomes en
brazos. No tienes que hacerlo...
—¿Por qué no? Me gustan
mucho los niños.
—Ten cuidado. Es un
torbellino.
—Como su madre —sonrió
él.
—¿ Tú crees? Mi marido pensaba que era aburrida.
—Por eso lo pisaron los
bueyes... Perdona, no sé por qué he dicho esa barbaridad.
Lali sonrió.
—La verdad es que ha
tenido gracia. No debería, pero...
La niña estaba en los
brazos de Peter, tirando del cuello de su polo.
—Hola, pequeñaja. ¿Cómo
estás?
Allegra le regaló una
sonrisa desdentada y luego le sacó la lengua.
—¡Allegra!
—Ah, vaya. Me lo merezco.
—Clovis le ha enseñado a
hacer eso. Es horrible.
—¿El sargento? No me
sorprende —sonrió Peter. Entonces Allegra le tiró del pelo y acercó su boca como
si quisiera darle un mordisco en la cabeza.
—Tienes que perdonarla.
Es que le están saliendo los dientes —le explicó Lali—. O eso o hay algún
caníbal entre los antepasados de los Esposito.
—Hablando de los
Esposito, ¿qué te parece? ¿ Ves lo mismo que yo?
—Si te refieres a un
hombre intentando salvar su cuero cabelludo, sí.
—No, me refiero a eso.
— No te entiendo.
—Allegra y yo... Míranos.
¿No ves el parecido? Quizá entre Allegra, yo y otra persona a la que tu querías.
—¿De qué estás hablando?
—¿ Quieres decirme que no
ves el parecido entre la niña y yo? Lali, míranos bien.
—Tenéis el mismo color de
pelo y de ojos, pero nada más.
—¿Nada más?
—Yo no veo más parecidos.
Hay muchos niños de ojos verdes y pelo castaño. Ah, ya entiendo, quieres que en
Southwood la gente crea de verdad que es tu hija, ¿no?
—Sí, pero me refería a
algo más.
Perpleja, Lali se cruzó
de brazos.
—¿Por qué no me lo dices?
No entiendo nada en absoluto.
Peter respiró
profundamente para darse valor.
—¿Cómo era tu marido?
—¿Mi marido? —repitió
ella—. Ah, ya veo. Qué tonta he sido. Allegra se parece un poco a ti, así que
quieres saber si tú te pareces a mi marido.
—Sí, me temo que sí.
—Pues no sé qué decirte,
excepto que no veo por qué eso tiene importancia. Solo estamos hablando de un
fin de semana, ¿no?
—Es posible — murmuró
Peter—. Mira, Lali, no quería...
—No, déjalo. Voy a
decirlo yo. Entre nosotros hay algo más que ese fin de semana, ¿no? Al menos,
espero que lo haya o me sentiré como una idiota.
—Yo creo que hay algo
más, sí.
—Está claro que te da un
poco de miedo. Y a mí también — sonrió ella —. Pero el asunto de sí te pareces
o no a el ... yo creo que es un poco prematuro. No nos conocemos, Peter. Y
deberíamos dejar el tema hasta que nos conociéramos un poco más. ¿No te parece?
Tenía razón, desde luego.
Y él era un idiota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario