domingo, 21 de julio de 2013

Capítulo 14

Lali estaba sentada en el sofá del salón, recién duchada y con el camisón puesto. La televisión estaba apagada y del estéreo salía música de jazz. Acababa de darle el pecho a Allegra y, aunque estaba cansada, era demasiado temprano para irse a la cama. Clovis y Marta libraban aquel día, de modo que tenía toda la casa para ella.
Le gustaban aquellos momentos de paz. Pero también los odiaba. Demasiado tiempo para reflexionar. Intentaba leer un libro, pero no podía dejar de pensar en Peter. Era algo natural. Al fin y al cabo, él había jugado un gran papel en el nacimiento de su hija.
Pero no era cierto. Era mucho más que eso y lo sabía.
Al verlo, se sintió inmediatamente atraída por él. No era su imaginación. Había ocurrido algo entre ellos, algo difícil de explicar. Peter la dejó con las piernas temblorosas.
Sintiéndose como una quinceañera enamorada, Lali dejó caer el libro sobre su regazo, cerró los ojos y empezó a pensar en Peter. Un hombre tan alto, tan guapo, tan viril... Entonces abrió los ojos, avergonzada.
Una mujer viuda con una niña de seis meses actuando como si acabara de enamorarse por primera vez en la vida...
Esa frase podría haberla dicho su suegra. A Ruth le daría un infarto si saliera con otro hombre... y mucho más si volviera a casarse. La auténtica señora Cavanaugh, como la llamaba Clovis, pensaba que debía permanecer viuda para siempre jamás, respetando la memoria de su esposo.
Frunciendo el ceño, Lali empezó a pensar en su relación con Ruth Cavanaugh. En cierto modo, quería a aquella mujer tan difícil, exigente, dura y condescendiente con todo el mundo, sobre todo con ella. Pero era la abuela de su hija, y siempre sería parte de sus vidas. Además, lo había pasado mal tras la muerte de su único hijo.
La vida es para los vivos, ¿no?, pensó entonces. Ella estaba viva. Y también lo estaba Peter. ¿Qué iba a hacer con sus hormonas durante los cincuenta años que le quedaban de vida? ¿Sentarse en el sofá y vegetar? No le apetecía nada.
Entonces, ¿por qué no llamaba a Peter? ¿A quién iba a hacerle dañó? Las mujeres llamaban a los hombres, ya no era como antes. 
En ese momento sonó el teléfono. Sobresaltada, soltó el libro y se puso de rodillas en el sofá para descolgar el inalámbrico. Y al ver el nombre en la pantalla, arrugó el ceño. Su suegra.
Podría no haber contestado pero, siempre tan responsable, pulsó el botón.
—Hola, Ruth.
—Lo siento, cariño, pero soy Rick.
Cinda sonrió.
—¿ Cómo estás, papá Rick? 
Casi nunca la llamaba. Seguramente el pobre no podía quitarle el teléfono de las manos a su mujer.
—La bruja se ha acostado, así que pude contestar al teléfono hace un rato. Y has tenido suerte.
—¿Por qué?
—Porque te ha llamado un joven.
Lali se dejó caer en el sofá, con el pulso acelerado.
—¿Me ha llamado alguien?
—Y menos mal que he contestado yo, en lugar de Ruth. 
—Pero no lo entiendo... Estáis en los Hampton y yo no le he dado a nadie ese número. ¿Quién era?
—No ha llamado aquí, ha llamado a tu apartamento de Nueva York. Y, por lo visto, tenía acento del sur.
—¿Acento del sur? — repitió ella, con la boca seca.
Afortunadamente, Rick no podía verla en aquel momento. Porque se había puesto colorada y tenía el corazón a mil por hora.
—Eso es.
—¿Y quién era? ¿Qué ha dicho, qué quería?
Rick Cavanaugh soltó una risita.
—Parece que estás muy emocionada.
Lali respiró profundamente. No sabía si podía confiar en él.
—No es que esté emocionada. Es que me extraña que alguien haya llamado preguntando por mí.
—No será tu novio, ¿no?
—Yo no tengo novio —contestó ella, apretando los dientes. Tenía que disimular los nervios.

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