sábado, 13 de julio de 2013

Capítulo 4

Eran extraños en la noche... o en un ascensor, que daba igual. Pero parecían ser las únicas personas que quedaban en el planeta.
Ella parpadeó, sorprendida. No podía creerlo. ¿Quién habría pensado que, embarazada de nueve meses y a punto de dar a luz en un ascensor, pudiera sentirse interesada por un extraño?
Peter carraspeó.
—¿Qué le pasó a su marido, señora Cavanaugh? Si no le importa que pregunte.
—No me importa.
Era cierto. Y eso la sorprendía. De hecho, necesitaba hablarle a aquel extraño sobre la muerte de Richard. Y contarle la verdad. Una verdad que  no podía contarle a su familia ni a sus amigos.
—Murió en un accidente muy tonto. Y sigo enfadada con él. De hecho, puede que nunca lo perdone. Mi marido, Richard, estaba dando la vuelta al mundo en globo.
—¿La vuelta al mundo en globo?
—Sí, bueno, era un millonario aburrido, con ganas de aventura...
—Ah, ya entiendo.
Había dicho que entendía, pero no era cierto. ¿Quién iba a entender eso? Ni siquiera lo entendía ella.
—La broma fue que el globo se quedó sin aire. Estaban sobre el Tíbet, descendiendo como una piedra... Sé que esto no se lo va a creer, pero el globo asustó a un rebaño de bueyes.
—¿Bueyes? —Repitió Peter, incrédulo.
—Sí, ya sabe, esos bueyes asiáticos de cuernos muy largos.
—Ah, sí, claro.
—El caso es que la cesta golpeó el suelo y.. Richard salió despedido. El impacto probablemente lo mató, pero los bueyes le pasaron por encima... sellando su destino.
Peter hizo una mueca de horror.
—Qué espanto.
—Pues sí. Un espanto.
—Parece una película.
—Desde luego.
—Supongo que debo darle el pésame.
—Gracias. Y gracias por no reírse — murmuró Lali—. Algunos lo han hecho.
—Yo nunca me río de la muerte. En mi trabajo nos enfrentamos con alguna escabechina todos los días... Perdone, no quería ser grosero.
—No pasa nada.
—Y lo de estrangular a su marido solo era una broma, señora Cavanaugh. No soy un hombre violento.
—Imagine qué alivio —sonrió ella —. Por cierto, ¿le importa llamarme Lali? Cada vez que me llama señora Cavanaugh, pienso que mi suegra anda por aquí. Y en cuanto a Richard, no crea que no me importó perderlo. Es que... sigo enfadada con él por haber tenido tan poco cuidado.
—Lo entiendo. ¿Ocurrió hace poco?
—No. Richard falleció hace tiempo... —contestó Lali—. Bueno, no tanto tiempo. Nueve meses exactamente —explicó, al ver la expresión sorprendida del hombre.
—Pues debió de ser muy duro para usted... para ti, Lali. Si no te importa que te tutee.
—No me importa en absoluto. Y sí, fue bastante duro.
Era fácil hablar con él. Peter era tan atento, tan simpático que casi olvidó que estaba atascada en un ascensor.
—¿Sabía él, que estabas esperando un niño?
–No. Richard murió antes de que pudiera decírselo.
La expresión de Peter se convirtió en la de alguien que acaba de presenciar un accidente de tren.
—Te juro que si sigues contándomelo me pondré a llorar.
—Lo siento. No debería aburrirte con mis problemas —murmuró ella. Eso era todo lo que pensaba decir pero, aparentemente, su mente tenía otras intenciones —. Pero aunque Richard hubiera sabido que estábamos esperando un niño, no creo que eso hubiera cambiado nada entre nosotros. Estábamos separados. Bueno, lo dejé yo... aunque él no se dio cuenta.
—¿No se dio cuenta?
Lali sonrió.
—Soy como una autora de novelas rosa. O como Blanche Dubois, en Un tranvía llamado deseo, siempre dependiendo de la caridad de los extraños. Un ascensor llamado deseo... eso tiene gracia.
—Lo que me gustaría saber es cómo tu marido no se dio cuenta de que lo habías dejado. Para mí, eso sería como no darse cuenta de que ha salido el sol.
Lali tuvo que disimular un suspiro. Necesitaba que le dijeran cosas bonitas. Lo necesitaba tanto... y, de repente, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Gracias. Me hacía falta oír eso... especialmente en mi estado —murmuró, tocándose el vientre.
Peter la miró con algo que era más que compasión. Y, de nuevo, Lali sintió un estremecimiento.

El hombre carraspeó, nervioso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario