—Me lo han dicho unas
doscientas veces.
—He llamado a Nueva York
para comprobar los datos de Nico Diamante, pero no tienen nada —dijo el jefe
de policía entonces, bajando la voz—. Eso puede significar dos cosas: o que
está muy arriba en el escalafón o que es nuevo y la policía aún no tiene datos.
—En otras palabras, que
no podemos probar nada.
—Eso es.
—Maldita Bobby Jean
—murmuró Peter.
—Tiene a todo el pueblo
pendiente de lo que hace. Mi mujer me ha dicho que esta tarde ha ido al salón
de belleza diciendo que se había separado de su marido porque no podía
compararse con Peter Lanzani.
—¿En serio?
—Te lo juro —rió el
hombre—. Y montó una escena cuando le dijeron que habías venido con tu mujer.
Por lo visto, dijo que eso le daba igual porque tú eras suyo. Incluso retó a
todo el mundo, diciendo que, fuera como fuera, caerías en sus brazos.
Peter se pasó una mano por
el pelo.
—Tengo que hablar con esa
chica antes de que me meta en un lío.
—He ido a verla esta
tarde para decirle que no quería problemas.
—¿ Y cómo se lo ha
tomado?
Dalmau se rascó la cabeza,
pensativo.
—Me ha dicho que me meta
en mis asuntos.
—Pero le dirías que tu
trabajo es mantener la ley y el orden, ¿no?
—Por supuesto. ¿ Y sabes
lo que me dijo? Que si no la dejaba en paz le contaría a mi mujer lo que pasó
cuando nos encontraron juntos en el gimnasio del instituto... —empezó a decir el
hombre, rojo como un tomate.
—No pasa nada, Dalmau. Ya
lo sabía —sonrió Peter. Estar de vuelta en Southwood era como estar de nuevo en
el instituto. Sus amigos no habían cambiado nada —. ¿ Y qué pasó?
—Nada. Bobby Jean no dijo
nada más. Y ahora te digo que no quiero problemas este fin de semana.
—Espera un momento. ¿Me
lo estás diciendo a mí?
—Solo quiero que te lo
tomes con calma. Si no es así, el día cuatro de julio habrá algo más que fuegos
artificiales.
Dalmau parecía preocupado.
Pero Peter lo entendía. Hasta un hombre tan grande como el jefe de policía se
quedaba sin palabras con Bobby Jean Diamante.
—Haré lo que pueda.
Después de todo, este lío es culpa mía. Debería haberle dicho hace mucho tiempo
que me dejara en paz. Quizá pueda hacerlo este fin de semana.
Aliviado, Dalmau le dio un
golpecito en la espalda.
—Me alegro de que me
eches una mano.
—La verdad es que he
metido la pata trayendo a Lali y a la niña. No sé en qué estaba pensando.
—Lo malo es que no
estabas pensando con la cabeza —río su amigo—. Y lo bueno es que Bobby Jean ha
venido sola, así que no creo que pueda causar muchos problemas. Rocio dice que
lo que necesita es tener un hijo para sentar la cabeza.
—Pues no será conmigo
—río Peter.
—Por lo visto, Bobby Jean
quiere un hijo y quiere tenerlo con su novio del instituto. ¿Quién era? A ver
si me acuerdo... ah, sí, el capitán del equipo de fútbol.
—No me digas eso, Dalmau.
A pesar de lo grande que eres, sabes que en el instituto te di alguna buena
paliza. Y puedo seguir haciéndolo.
—Mira, Peter, voy a darte
un consejo. Cásate de verdad con esa rubia tan guapa porque Bobby Jean ha
puesto los ojos en ti. Y cuando Bobby Jean pone los ojos en alguien, no hay
forma de escapar.
—Yo me ocuparé de ella.
Tú ocúpate de su marido.
—Eso, por supuesto.
Puedes contar conmigo.
— Siempre lo he hecho.
No tuvieron que esperar
mucho más. Unos segundos después hubo una conmoción a la entrada del salón de
actos y Peter habría podido jurar que la multitud se apartaba como las aguas del
mar Rojo.
Y entonces Bobby Jean
Diamante apareció ante él, con su sonrisa de vampiresa.
Los problemas habían
empezado.
—¿ Qué pasa? ¿Por qué hay
tanto ruido? — preguntó Lali.
Claudia Lanzani se levantó
de la silla para mirar.
—Me temo que empieza el
espectáculo — suspiró la mujer.
Lali supo inmediatamente
a qué se refería.