Efectivamente, una ruptura delgada en
los árboles reveló un
camino estrecho que serpenteaba fuera de la vista. Los
pensamientos de morir congelados desaparecieron. En su lugar Lali
imaginó una
fogata, chocolate caliente y una
gran cena.
Mantuvieron su ritmo y siguieron el camino que
les
conduciría a la
salvación. Eso
esperaba.
La
nieve aquí apilada era mayor. Parecía que nadie había arado
esta calzada en toda la temporada, así que en lugar de tratar solo con
la tormenta de hoy, tenían toda la nieve para disminuir
su progreso. Incluso
con
Peter abriendo el camino y creando
un rastro, Lali todavía
tenía que levantar las piernas para pasar. Cada paso se convirtió en la tortura cuando
los jeans congelados frotaban sus piernas. Apretó los dientes y siguió adelante.
—¡Ahí está! —gritó Peter con renovada energía.
Lali
hizo una pausa
para recuperar el aliento, espiando
la cabaña distante.
—Gracias a
Dios.
—No sabía cuánto tiempo más podría seguir.
Más adelante,
en un
pequeño claro,
se situaba una cabaña
pintoresca recubierta de nieve como una casa de
jengibre con glaseado goteando de un
lado. Lo único que lo sacó de su cuento de
hadas fue la falta de transmisión de humo de la chimenea y la ausencia
de
luz brillando cálidamente desde el interior.
Lali
se dio cuenta de un cobertizo con una larga fila de leña
revestida de nieve a un
lado del mismo. Se arrastraron a través de
la nieve profunda a la puerta
de
la cabaña.
—¿Alguna posibilidad de que
dejaran la puerta abierta para nosotros? —gritó ella sobre
el
silbido del viento.
Peter empujó
la nieve del mosquitero de la
puerta
con
su
bota.
—Dudo que tengamos tanta
suerte.
Él tiró del mosquitero hasta que abrió
lo suficiente para
alcanzar el picaporte.
—Cerrado.
Lali
suspiró. Quería estar
fuera de los elementos. Ahora.
—Voy a tener que romper una ventana. —Peter dejó
la
puerta principal y caminó alrededor
de
la cabaña.
—¿Qué estás haciendo? —Lali le siguió de nuevo en
la nieve profunda.
—Prefiero romper una ventana en una habitación y no en la parte
principal de la cabaña. Será difícil contener el viento y la nieve una vez que
forcemos la
entrada.
Lali
asintió, abrazándose a sí misma, agradeciendo estar con un
tipo tan inteligente e ingenioso.
Caminaron alrededor del perímetro tratando
de
averiguar qué
ventana podría ser un dormitorio. La primera ventana a la
que Peter se
asomó parecía una
cocina. Un par de grandes ventanales indicaban una sala principal que probablemente daba
a una vista panorámica, pero cualquiera que fuera la
vista en un día soleado, fue arrasada
por
la oscuridad y la nieve que soplaba.
Llegaron al otro lado y descubrieron
dos ventanas más pequeñas.
—Creo que esta
es
nuestra mejor
oportunidad —dijo
Peter.
El borde inferior de la ventana estaba a unos cuatro metros
del suelo, e incluso con
la nieve, no tenían
mucha ventaja. Lali se dio
cuenta de un mosquitero que cubría la ventana.
—¿Cómo vamos a
conseguir ir más allá del mosquitero?
—¿Tienes una navaja? —Sonrió Peter y pese a su cara roja irritada y
sus
horribles circunstancias, no pudo evitar sonreír de nuevo.
Incluso
cubierto de nieve y prácticamente muriendo de frío, Peter se veía sexy
como el infierno.
—Claro, aquí con mi termo de chocolate caliente y calentadores de
manos. —Debía de estar alucinando por el frío. ¿Por qué si no iba a
estar pensando en
su
buena apariencia en un momento como este?
Peter se
quitó un guante y buscó en el bolsillo. Sacó las llaves del
coche. Le entregó su guante y la pasó sobre el mosquetero, su mano
temblando por el frío. La llave creó un hueco en el metal del viejo mosquetero, pero no se rompió. La pasó por el lado donde la malla
estaba
pegada al marco, pero no
hubo
suerte.
Miró
a Lali. Ella vio su determinación. Volvió a agarrar las llaves en
la mano y sabía que se estaba congelandose los dedos. Clavó la llave recta en la malla en lugar de en ángulo y pichó. Arrastró la llave desde
abajo,
con fuerza. El
metal se rasgó. Hizo
un desgarro de diez centímetros y se metió las llaves en
los bolsillos. Deslizó los dedos por el
hueco y tiró con fuerza del mosquitero, creando una abertura más y
más grande.
Gracias a
Dios.
Peter se llevó la mano desnuda a la boca y sopló aire caliente sobre
ella.
—Oye, ¿quieres
ponerte tu guante de nuevo?
Asintió, con la cara roja, y deslizó
la
mano dentro. Luego arrancó la
pantalla de la ventana.
—Un
paso atrás. Voy a tratar de romperla con el hombro.
—Eso
suena peligroso. Podrías cortarte.
—¿Tienes una mejor idea? ¿Ves algún ladrillo por ahí? —Recorrió
la zona.
—No, pero vi una pila de madera detrás del cobertizo. Tal vez un
pedazo de madera funcionará.
Peter asintió.
—Voy a buscar un pedazo. —Ella dio la vuelta para ir a buscar la
leña.
Peter la agarró del brazo y la detuvo.
—No. Apenas podrás. Yo la
agarraré. Espera aquí.
Literalmente, él la
apoyó contra el costado de la
cabaña y
desapareció por la esquina.
No discutió, sus pies se sentían como
el plomo y
su
cuerpo estaba tan frío que apenas podía moverse.
más más más
ResponderEliminarProtegiéndola en todo momento.
ResponderEliminarMe encanta.