Creo que voy a tener algunos problemas
al
conseguir esa vacuna del tétano
pronto,
en cualquier momento.
—Peter se sentó
cerca de Lali en la
cálida chimenea y
sus
piernas rozaron las de ella.
Se dio cuenta de que ella no se apartó.
Ella inclinó
la
cabeza, examinando
la
muñeca de él. El corte no parecía demasiado,
pero una chica guapa
querría preocuparse por él, sin
duda él
no se quejaría. Después
del susto de la camioneta casi
deslizándose al río y tras eso Lali cayendo
el agua helada,
casi había sufrido un ataque al corazón. Ser cuidado era un agradable
cambio
de tranquilidad.
—No
puedo decir si hay algo
de cristal dentro. Necesitamos algo de
agua para limpiar la sangre.
—Si
quieres agua, tendremos que
derretir algo, ya que, de cualquier manera, necesitamos algo que hacer
para
beber.
—¡Oh, espera! Tengo una botella
de agua en la
mochila. ¿Ahora, no estás contento de que la trajera? —Lali brincó
para ir a buscar el
agua.
Él
contuvo la sonrisa, entretenido por como de intensa se encontraba ella
por
un pequeño rasguño.
—Muy bien.
Ella regresó con la botella de agua.
—No seré capaz de ver nada si hacemos esto sobre el lavabo, y
en realidad no
quiero derramar el agua
en el suelo. Déjame agarrar una toalla.
Él observó mientras ella desaparecía en el cuarto de baño y después en la cocina, hurgando en
un par de cajones antes de volver.
—Bien, listo. ¿Por qué no te sientas aquí en
la mesa de café y así
puedo ver en la luz de la chimenea?
—Como usted diga, doctora. —Peter se movió a la mesa de café
mientras Lali situaba los utensilios entre ambos.
—Más tarde me
lo agradecerás. No quiero que termines con sangre
envenenando o el tétano.
Él contuvo la risa
por
la extrema preocupación
de ella.
—No, señora, no.
Lali
dirigió la mano sobre el cuenco y destapó la botella.
Levantó una ceja.
—Sé
que te estás riendo de mí.
—Lo
siento —se disculpó él, intentando ser serio.
—No, no lo sientes. —Ella contuvo una sonrisa y él vio
la
risa en sus ojos.
Peter sintió un golpe en el corazón que no había
sentido jamás con
Paula. Romper
su compromiso definitivamente fue el
movimiento correcto.
Lali
vertió el agua sobre su muñeca y dio
ligeros toques en el corte con un pañuelo húmedo. Después se puso un poco de jabón en la
mano y suavemente masajeó el área de la
muñeca, cuidadosamente frotando la tela sobre el corte. El escozor casi le hizo encogerse de
dolor,
pero se negó a permitir que Lali pensara que era menos que invencible.
Mientras se concentraba, su oscuro pelo
cubrió hacia adelante como una sedosa cortina que él quería toca. Ella mantuvo su mano
cautiva con sus delicados dedos, y él se encontró a sí mismo respirando con
más pesadez que lo normal. Ella aplicó más agua fría
para limpiar el
jabón, después lo secó con una toalla de cocina blanca y situó una tirita
sobre el corte.
—Ahí. Esto debería hacer el resto, ¿Algunos cortes más de los que
quieras hablarme? —Levantó la mirada, aún en modo de doctora.
La
luz del fuego bailaba en sus ojos.
—Ninguno
que sepa.
—Vamos a ver tu otra mano.
Él lo ofreció
sin reservas. La giró y después miró más de cerca sus
uñas.
—¿Qué es esto?
¿Sangre
en las uñas?
—¿Hay? —Apartó la mano. Con bastante seguridad, descubrió la
sangre seca bajo las uñas—. Me pregunto cómo llego eso ahí.
Lali
lo examinó con renovado interés, revisando
cada
una de sus manos, luego estudiándose el cuello y la cara.
—Gira la
cabeza en
la otra dirección —instruccionó ella. Él obedeció.
—Tienes un corte en la mejilla, cerca
de
la raíz del pelo. Has sido rasguñado. —La voz de ella sonaba cerca de su oreja, dándole un
inesperado estremecimiento por la espalda. Ella cogió la bayeta y la botella de agua—. Acércate más para que así pueda verlo mejor.
—Como que primero aterrizo la cara cuando caiga por la ventana.
—Se
movió con lentitud e inclinó la cabeza más cerca de Lali—. Esto
da un
completo significado nuevo a girar
la otra mejilla.
Lali
se rió entre dientes y
se inclinó para examinar el corte. Se pasó
el pelo sobre el hombro y dio unos golpes a la herida con el húmedo trapo. Su respiración le calentó la mejilla. Con el dedo, ella apartó el
pelo de él de la herida. Su toque agradaba.
—No
se ve mal. —Dio al corte un último toquecito y él se encogió
accidentalmente—. Vamos, eso
no podía haber dolido —dijo ella.
—¿Qué puedo decir?
Soy
un chico sensible.
—Con las
cabezas juntas,
él le sostuvo
la mirada y
notó
las
brillantes motas en sus ojos. Unos
pocos segundos después, ella
apartó la mirada. Un sonrosado sonrojo coloreó su rostro.
—Sólo intenta no tocarlo más. —Dudó antes de reunir las cosas y retirarse a la
cocina.
—Lo que usted diga, jefa —dijo él tras ella.
Si tenía que estar encallado, eso
no era la mitad de malo al hacerlo.
—Voy a revisar los armarios para ver si hay algo para comer —dijo
Lali
desde la cocina.
—Adelante. ¿Ves algunas ollas o sartenes que pueda usar para derretir la nieve? Alguien gastó nuestra única buena agua para beber.—Levantó una ceja acusatoria
hacia ella.
Lali
sacó la lengua y
golpeó un
par de ollas del mostrador.
Peter se puso de pie y se deslizó las botas húmedas.
—Gracias —ofreció él mientras pasaba, en un humor mejor que el que había tenido todo el día, y
recogió las ollas.
En el momento que él volvió con las
ollas de nieve, una vela iluminaba el mostrador, y Lali extendió una variedad de
latas y tarros.
Se apresuró a cerrar la puerta. Peter se quitó las botas, puso las ollas cerca del fuego y añadió más leña
a las llamas.
—Bueno, las opciones no son geniales, pero considerando la
situación, creo que sobreviviremos —dijo Lali.
—¿Qué encontraste? —Puso
el abrigo en la silla
y se
unió a ella.
—Varias latas de judías horneadas, una lata de atún,
dos latas de sopa de tomate.
—¿Palomitas con crema?
—Peter señaló a la lata con disgusto—. Preferiría
pasar hambre a comer
ese
pringue.
—Sin
bromear. Se vuelve peor. Sopa de guisantes. —Arrugó la cara
mientras sostenía la lata—. La buena
noticia es que tenemos gelatina
de uvas,
galletas saladas,
mezcla
de
tortitas y lo
último
pero no final,
estofado de carne, para no ser confundido con
la enlatada comida
canina.
Él
cogió las galletas, y como temía, el borde había sido masticado.
Se lo entregó a Lali.
—Podrías querer pasar
de
las galletas saladas.
—¡Oh, mierda! ¡Y quería poner atún sobre ellas!
—Aún
puedes, pero podrías tener unos pocos desechos de ratón en el camino.
—Los
ondeó más cerca.
Lali
chillo y se apartó.
—¡Saca
eso
de aquí!
—Podemos usar las galletas para atrapar a los ratones y cocinarlos
en el fuego.
—¡Oh Dios mío! Para de hablar. Eso es tan disgustante.
Mejor si no
hubiera ratones aquí.
—¿O qué? —Se rió él.
—O
estaré fuera de esa puerta y regresaré a tu camioneta.
—No
avanzarás diez
metros y estarás de regreso aquí. No te preocupes. Te protegeré si vemos algunos ratones asesinos.
—Claro. —Lali
espió entorno a la
cabaña en
busca de ratones.
—Entonces, ¿qué hay
para cenar? Estoy realmente hambriento. Pensé
que estaría
en casa para ahora disfrutar de un gran plato de
espaguetis y pan de ajo. —La madre de Peter siempre cocinaba espaguetis su primera noche en casa tras la universidad. Odiaba
perdérselo.
—Eso suena delicioso.
No sé qué se supone que va a haber esta
noche, pero estoy segura de que habría sido un mejor despliegue que esto. ¿Crees
que nuestros padres están realmente
preocupados
por nosotros? —Cogió el atún.
Él frunció el ceño.
—Sí. Estoy seguro de que hasta ahora tu madre llamó a las autoridades para
reportarnos como
desaparecidos. —Sé preguntaba cuánto tiempo
pasaría hasta que sus padres comenzaran a preocuparse.
—Mi madre debe estar enloquecida. Me siento algo
mal por gritarle
antes. No quería pasar las Navidades con ella y el No Novio.
—Rodó la
fina lata
sobre
el mostrador.
—Parece que tu deseo
podría hacerse
realidad. —Y también
el
suyo. Había estado temiendo
ver
a Paula y romperle el corazón. No era una chica horrible, pero era la
peor chica.
—¿No
crees que deberíamos salir de aquí antes de Navidad?
—
preguntó Lali.
Él no
estaba seguro de si ella
estaba aliviada
o no.
—Difícil de decir. El hombre en la gasolinera dijo que la tormenta se supone que se propagaría durante toda la noche, y cuando
la
nieve termine, el viento se levantara. Creo que vamos a quedarnos aquí
durante un día al menos, tal vez
dos.
También podríamos establecer un campamento y agacharnos debajo.
Lali
sonrió con
suficiencia.
—¿Acabas de decir agacharnos?
—¿Sí? ¿Tienes un problema
con
eso? —Situó ambas manos en el
mostrador y se inclinó hacia
ella.
—Nunca he escuchado a un chico, mucho menos a uno alto, ya sabes, como tú. —Ondeó las manos en el aire alrededor de él—, decir agachar. —Sonrió.
Él rió.
—Y ahora sí. Entonces en el proceso
de agacharnos, estoy pensando
en una lata de
carne
asada
que sabría genial justo ahora. —Agarró la
lata de carne
asada, la lanzó al aire y la atrapó.
Lali
sonrió.
—Está bien.
Y podemos cortar en rebanadas algo del amargo pan
pastoso que traje. —Sacó una de las barras de la funda de papel y
lo revisó por encima—. Está
apretada, pero al menos está
seca.
—El pan apretado es mejor que no tener pan —dijo él.
Como se dejó cuidar.!!!
ResponderEliminarK amores.