Hola, solo decirles que esta semana estoy bastante complicada de tiempo, así que posiblemente no suba capítulos seguidos, como ayer no subí hoy el capítulo es más largo.
Ale sonrió con satisfacción mientras la madre de Lali la abrazaba con fuerza. Había salido corriendo sin abrigo en el momento en
que Pablo había detenido la
camioneta.
—Gracias a
Dios estás a salvo, —dijo.
Lali
no se alejó. Peter estaba contento de verlas felices y reunidas.
Su hermana menor abrazó a Lali por un lado mientras el No Novio estaba de pie pareciendo
complacido.
—Está bien mama. Estoy aquí. —Le dijo dándole palmaditas en la
espalda.
Su madre dio un paso hacia atrás y tomo entre sus manos la cara de
Lali.
—No
tienes ni idea de lo asustada que estaba. De verdad. Juro que nunca
te
voy a perder de vista. —La tiró en otro abrazo de oso.
Peter espero en silencio, con su hermano
a un lado,
mientras Paula se
ponía
de
mal humor esperando en la camioneta. Gracias a Dios que no había bajado para reunirse con todos. Después
de su odioso
comportamiento durante el trayecto, quería estrangularla.
Durante el viaje para llevar a Lali, Paula insistió en sentarse sobre sus piernas por
que la cabina de la
camioneta estaba llena de gente. Siguió mirando
fijamente a Lali. No
podía esperar más para sacarla de su regazo con
la suficiente rapidez.
La
madre de Lali finalmente la dejo
ir.
Lali se giró y sonrió
dulcemente a Peter como si
solo la estuviera reservando para él y
dijo:
—Mama, él es Peter
Lanzani. Si no hubiera encontrado la cabaña, no
sé qué hubiera pasado. Y éste es su hermano Pablo.
—Muchas
gracias por
cuidar
de Lali. ¿Está bien si os
doy
un
abrazo?
Soy
una abrazadora y estoy muy agradecida que la trajerais de
regreso.
—Seguro. —Peter sonrió y recibió
su abrazo. Lali puso los ojos en
blanco. Él le guiñó
un ojo. ¿Qué haría
sin ella?
Su
madre lo liberó del abrazo.
—Chicos, ¿os gustaría entrar y tomar algo de chocolate caliente o
algo
de comer? —miro al No Novio como
si estuviera buscando
su aprobación.
—Por supuesto. Nos gustaría escuchar
la historia de vuestra aventura,
—dijo Nicolas.
—Gracias, pero mis padres están esperando y necesitamos regresar,—dijo
Peter, deseando tener
más tiempo con Lali.
—Por
supuesto.
Estoy
segura
que
están muy
preocupados y es
Navidad.
Deseó
un momento en privado con Lali pero sabía que eso no iba
a pasar. Todos los miraban, especialmente Paula.
—Tenemos que irnos,
—sugirió Pablo.
Peter quería decirle a Lali lo que había significado en su vida estos dos últimos días y
que nunca olvidaría su Noche Buena. Pero no podía ponerlo en palabras. ¿Estaría bien que le diera
un
abrazo de
despedida? Parecía muy atrevido, incluso aunque su madre lo hubiera abrazado. En lugar
de
hablar con el corazón, dijo bruscamente:
—Una
vez
que saque mi
camioneta del rio, te traeré tu bolsa de viaje
y lo que hayas dejado también.
—Gracias. Seria genial. —Los ojos de Lali lo miraban fijamente, pero
sabía
que una simple mirada
no podía transmitir
sus
sentimientos.
—Conducid con cuidado, —dijo Nicolas, despidiéndose con la mano de Pablo y Peter. La madre de Lali estaba de pie temblando de frio, con los brazos cruzados sobre el pecho
para mantenerse caliente.
—Sera mejor que nos vayamos. —Asintió con la
cabeza hacia Lali. Se
veía preocupada. ¿Qué era lo
que quería decirle? ¿Estaba contenta
de
librarse de él? Probablemente. Especialmente después de lo que
hizo Paula.
Subió a la camioneta. Pablo regresó por la angosta entrada. La nieve se había juntado en ambos lados del camino. La madre de Lali
se dirigió hacia la calidez de su casa. Su
corazón se apretaba mientras ella desaparecía de su vista. La realidad de Peter
estaba sentada a su
lado, su perfume lo asfixiaba.
Después de una larga ducha, algunas aspirinas y una siesta, Lali se
sentía humana de nuevo. Usaba los jeans de su hermana de dieciséis
años y una sudadera
con
capucha, se unió a su madre y
a su
hermana en la mesa del comedor de la enorme cabaña del No Novio. Parecía ser lo suficientemente agradable,
pero su gusto en decoración era un
poco
salvaje para ella.
Una
cabeza de venado con una enorme cornamenta adornaba
la pared encima
de
la gran chimenea. Otra cabeza de venado en el recibidor. Un pez, varios pájaros y un zorro fueron disecados para montarse en toda la cabaña.
Lo peor era que todos parecían estarla mirando.
Su
madre puso un tazón con verduras hervidas sobre la
mesa entre otros platos. Lali no sabía que eran.
—¿Qué es eso? No parecen ser patatas.
—Son tubérculos: nabo, chirivía y remolacha. Pruébalos, son buenos.
—Su
madre se sentó, alcanzando su mano y dándole un apretón—. No puedo creer por todo lo que has pasado. Es un milagro que los dos estéis bien. Y Peter, que joven tan
hábil.
—¡Y
guapísimo! —agregó Aleli.
Lali
le sonrió a su hermana. Seguro lo es. Seguía sin creer que había pasado dos días con un chico que podría ser modelo de ropa interior.
Nicolas apareció con un secador de manos sobre el hombro
y un
plato servido en las manos.
—No
puedo esperar a que pruebes la
codorniz. Las cazé el otoño
pasado y han
estado
en el
congelador
para una ocasión especial
como esta. —Miró a su madre con una expresión de amor que debería
haber sido por
parte de su padre.
Lali
examinó el pequeño, pájaro sin cabeza y se tragó su asco.
—Mamá, ¿Dónde está la pierna? —preguntó en voz baja.
Su madre siempre servía pierna en
miel y puré
de
patatas en Navidad.
—¿Peter hizo un movimiento contigo? —preguntó Aleli.
—¡Aleli! —su madre la regañó y miró a Nicolas
para ver si había
escuchado.
—¿Qué? —se quejó—. Estuvo nevando durante dos días. Tendría que
haber algo mal con el chico si no intentara nada.
Lali miro a Aleli para
que se callara,
pero malinterpretó
su
gesto y leyó
más en él.
—¡Oh mi
Dios! Se te lanzó, ¿cierto? —Aleli dejó
caer su tenedor sobre
el
plato, creando un
estrepito.
Lali
pensó en Peter besándola frente a la chimenea.
Nunca había experimentado nada más romántico en su vida. La mano de
Peter había vagado sobre
ella mientras la besaba. Ella no lo había detenido.
—¡Te
estas ruborizando! ¡No puedo creerlo! ¡Suéltalo!
—dijo golpeando la mesa.
Nicolas frunció el ceño. Su madre negó con la cabeza
avergonzada.
Lali pateó a su hermana.
—Cállate, Aleli. No hay nada de qué hablar.
—Sí, seguro,
—dijo con una
sonrisa
de
satisfacción. Nicolas regresó
con otro platillo.
—¡Y como plato principal! —dijo con un mal acento francés y poniendo un plato lleno del mas asqueroso pescado que haya
visto.
El pescado completo. Cabeza y cola intacta, sus ojos redondos mirando.
¿Estas bromeando? le
dio una rápida mirada de incredulidad a
su madre. Su madre no esperaba que comieran ese pez
muerto.
No eran
de
la época de las cavernas. A ella
le gustaba el pescado sin espinas y
sin huesos, empanado y
cocinado.
Su
madre, estaba usando mucho maquillaje, asintió con una sonrisa
forzada.
—¿No
es maravilloso cuanto se ha esforzado Nicolas en prepararnos esta cena
silvestre por Navidad?
—No
es nada, me encanta cocinar. Y esto se llama
una cena de la naturaleza, no silvestre. Todo lo que vamos a disfrutar esta noche crece
o vive en la
naturaleza antes de que fuera
recogida
o cazada.
Te refieres a sacrificados. Lali miró hacia el cuerpo del
pequeño pájaro. Nunca vería de la misma forma a un petirrojo. Había comido
la cena más deliciosa en la cabaña con Peter.
Nicolas se
sentó en la cabecera de la mesa.
—No
seáis tímidas, comed. —Apuñaló a
la codorniz con el tenedor y
la puso en su plato.
Lali
y Aleli miraron con expectación a su madre.
—¿Mamá? —cuando no respondió, Lali
dijo en voz baja—,
es
Navidad. ¿No
vamos a
dar las gracias?
Su madre miro
a Aleli y después a Lali. Su
madre parecía
incomoda.
—Está bien querida. No tenemos que hacerlo cuando
estamos en la casa
de
alguien más, —murmuró.
—Pero
es Navidad, —insistió Lali. Siempre
daban las gracias antes de cenar
y parecía que era más importante en esta
Navidad que antes.
—¿Qué se me ha
olvidado? —preguntó Nicolas.
—No
es nada. Las chicas normalmente dan las gracias antes de
la cena de Navidad. Pero está bien
hacer las cosas de forma diferente, — dijo en
un tono ligero.
—¡Es una
tradición! —dijo bruscamente Aleli.
—Puedes orar. ¿Cómo lo hacéis? —él bajo los cubiertos.
—¿Te gustaría hacer la oración de gracias, Lali? —preguntó su madre.
No, no quería decir la oración de gracias. Su padre siempre la hacía,
pero no estaba aquí y nunca estaría
de nuevo. Aleli se sentó con los
hombros caídos y miró
su
vaso de
vidrio con
leche.
Con
Nicolas a
la cabeza de la
mesa, ignorando lo dolorosa que había hecho la Navidad para Lali y su hermana. Su madre adornaba el otro lado de la mesa,
usando un
top
ceñido diseñado para
una mujer mucho más joven. Estaba más interesada en mantener la atención
de los ojos de Nicolas que ayudar
a sus hijas a sobre llevar la
primera
Navidad sin su padre.
—No, olvídalo. Está bien. —Necesitaba que terminara la
noche.
—No
me importa. Por favor, adelante, —urgió Nicolas.
Respira. ¿No
ve
lo que está mal? Debió haber mantenido la boca
cerrada.
—Lali, si quieres orar para dar gracias, es el tiempo de hacerlo.
Nicolas se esforzó mucho con esta comida y se está
enfriando, —dijo su madre.
Lali
sabía cuánto quería impresionar al No Novio. El timbre de la
puerta
sonó, dándole un respiro.
—Yo
atiendo. —Él puso la servilleta sobre la mesa y abrió la puerta,
mientras el pez muerto miraba fijamente a las chicas.
—¿Qué es lo que quieres Lali? —preguntó su madre.
—¿Yo? ¿Qué hay de ti? Papá siempre hace la oración de gracias en Navidad. ¡Era una tradición! y ¿qué pasa con ésta comida? ¿Quién
come estas cosas?
—Hay alguien
que quiere verte Lali, —dijo Nicolas desde el recibidor.
Lali se
levantó confundida.
¿Quién
podría
estar
en
la puerta,
buscándola? Y entonces se dio cuenta de que solo podría ser Peter. Su
pulso
se
aceleró.
Peter debió
haber entendido por
que
estaba
tan
alterada. Tal vez podría salvarla de este espectáculo de fenómenos. Dio la vuelta, incapaz de esconder su emoción. El hermano de Peter
estaba
en el vestíbulo.
—Oh,
hola Pablo.
Él sintió su desilusión
y le ofreció
una
media sonrisa.
—Hola. Peter me pidió que viniera
a traerte tus cosas.
Vio su bolsa de viaje con ropa sucia y la bolsa de las compras hecha
jirones a sus pies. ¿No quiso
Peter traerle sus cosas?
—Ah.
Gracias. Ahora no tendré que pedirle
ropa prestada a mi hermana. —¿Dónde estaba Peter?
No debía querer verla de nuevo—.
¿Cómo
está su camioneta? —preguntó, pero
lo que realmente quería
saber es porque no había
venido
Peter.
Supuso que Paula se había
negado a hacerlo.
—Sorprendentemente bien.
Fue
capaz de manejar a casa una vez
que logro sacarla. Había muchísimo hielo dentro de ella.
—Apuesto a que sí.
—Hola Pablo. —Su madre apareció con Aleli
y Nicolas.
—Hola, señora Espósito. Mi padre me pidió que le
dejara saber que contactó al dueño de la cabaña y se encargó de reparar la ventana
rota.
—Gracias. Es muy generoso de su parte. Asegúrate de que me haga saber
si hay algo que pueda hacer,
—dijo su madre.
—¿Dónde está
Peter? —preguntó Aleli.
Pablo miró rápidamente en la dirección de Lali.
—Está en
casa
de
Paula.
Lali
sintió que todos ponían
sus
ojos en ella.
—Gracias por traerme mis cosas.
Realmente lo aprecio, —dijo, con falso entusiasmo.
—No
hay problema. Voy a regresar a casa. Vamos a celebrar la
Navidad esta
noche.
Lali
regresó a la mesa en donde los otros comenzaron a comer. Peleó contra sus emociones.
Peter estaba
con
Paula ahora y ellos lo
sabían. Esperaba que estuviera rompiendo su
compromiso, pero ¿y
si no lo hacía?
¿Había sido usada por un chico
que no tenía intención de dejar a su
novia? Su garganta se apretó.
Mantuvo los ojos enfocados en su plato donde se había servido lo que debía ser nabo y un rollo integral. Nicolas parloteaba sobre el
tipo de arma
que era utilizada
para cazar
un ciervo. Luchó contra la urgencia de correr a su cuarto y enterrarse bajo las cobijas.
Solo quería
ir a
casa.
maassssss
ResponderEliminarjaajajaNicolás es rarito ,pero la madre no se queda atrás.
ResponderEliminaroh pobreque mal momento pasarno las CHICAS más!
ResponderEliminarPorque no fue peter ashh ojala terminé rápido con paula
ResponderEliminarOtroo
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