viernes, 26 de junio de 2015

Capítulo 5

3
El Gran Carlos Espósito

Camino de vuelta por el campo hasta mi camioneta, y en el camino veo al Entrenador Miller hablando con Federico. El Entrenador está frunciendo el ceño y rascándose la barbilla, alternando su mirada entre Federico y el suelo. Paran de hablar y, como yo, Federico se dirige al estacionamiento.


—Oye —llama, trotando hacia mí. Mis manos vuelan a mi cabello mojado y trato de alisarlo y desenredarlo un poco, pero estoy segura de que parece lana enredada. Dios, soy tan mala como las porristas.

—Hola —contesto. De pronto estamos caminando uno al lado del otro.

—Eres increíble—dice.

— ¿Perdón?

Se aclara la garganta. —Quiero decir, eres un increíble mariscal de campo. No he visto a ningún chico de nuestra edad tan bueno como tú.

Asiento mientras me acerco a mi camioneta, mi Dodge Ram, un regalo de mi papá por mi cumpleaños número dieciséis. Tiro mi bolso a la plataforma de la camioneta.

—Buen vehículo —dice Federico, sonriendo y dando palmada a un lado de mi camioneta.

—Gracias. —Me aparto de él. Su sonrisa es un virus. Un virus barriendo a través de mi cuerpo, dejándolo inútil—. ¿Qué manejas? —pregunto.

—Nada. Sin auto —dice. Pero no luce avergonzado. Cruzando sus brazos se inclina contra mi camioneta—. Así  que, ¿cuál es tu  nombre?  —Pregunta—. Espero que no sea Espósito.

—Lali.

Asiente. — ¿Estás relacionada con Carlos Espósito?

—Sí  —murmuro—.  Es  mi  papá.  —Comienzo  a  despegar  la  etiqueta  de  mi botella de Gatorade.

—Eso explica tu estilo y mecánica.

Maldición, debe haber estado observándome muy de cerca.

— ¿Eres un fan de Tennessee? —pregunto. Tal vez estaba interesado en los Petroleros antes de que se mudaran de Houston a Nashville.

Se ríe. —Por supuesto que no. Vaqueros todo el tiempo, hombre. Recuerdo ver a tu padre jugar para mi equipo cuando era un niño.

Mi papá es la última cosa de la que quiero hablar ahora mismo. Cuando la gente me conoce, eso es todo en lo que piensan, el gran Carlos Espósito, el dos veces Jugador más Valioso de la NFL. Dos veces ganador del Heisman Trophy. El gran Carlos Espósito, sin duda en la primera ronda en el Salón de la Fama.

El gran Carlos Espósito que no cree en mí o en mis sueños de jugar con el balón en el nivel universitario.

—Será mejor que me vaya, Federico. Buen trabajo hoy. Me alegra que hayas entrado al equipo. —Lo estoy manteniendo suave y profesional—. Si no tienes un auto, ¿cómo vas a llegar a casa?

Se encoge de hombros. —Caminando supongo.

Jadeo. Nadie en Tennessee camina, las aceras casi ni existen aquí. No caminas.

Es un compañero de equipo ahora, y los compañeros de equipo se cuidan entre sí.

Escaneo el estacionamiento. Peter es el único chico que ya está afuera de los vestidores, está hablando con Paula y Mery. ¿Qué diablos hacen los chicos ahí de todas formas? ¿Cómo es posible que me tome menos tiempo prepararme que a ellos? —Peter —lo llamo fuerte.

Peter abandona a las porristas y trota hasta aquí, luego roba mi botella de Gatorade de mi mano, toma un trago y me la devuelve mientras mira hacia Federico.

—Asegúrate que Federico llegue bien a casa —digo.

— ¿Qué hay sobre nuestros planes? —pregunta Peter. Hace sonar la parte de atrás de su cuello con una mano y sonríe a Federico.

—No me siento bien —contesto, tocándome el estómago. Solo necesito estar sola  ahora,  así  puedo  pensar  en  lo  que pasó  hoy,  en  cómo  éste chico  se abalanzó para robar mi posición y mi calma.

—Está bien —dice Peter, pero se ve herido—. De todos modos Paula y Mery me acaban de invitar para estudiar.

— ¿Puedes llevar a casa a Federico primero?

— ¿Por qué no puedes llevarlo tú a casa?

Uhm, ¿porque me está volviendo loca? —Llévalo a tu cita de estudio. Será bueno para él conocer a algunos de las tontas locales.

Federico sonríe.

—De acuerdo, pero yo consigo a Mery. Sólo dame un segundo, Federico. —Peter pone su brazo a mí alrededor y me lleva lejos de Federico—. ¿Qué quieres decir con que no te estás sintiendo bien? ¿Fue el golpe que tuviste? —susurró.

—Sí, creo que sí.

— ¿Supongo que no voy a ir a cenar entonces?

—Sólo pasa un buen rato con Mery, ¿está bien? Quiero que salgas con alguien que te haga feliz otra vez. —Peter asiente y se frota la barbilla, mirándome, clavando su vista en mis ojos. Desde que Eugenia lo dejó se ha visto tan triste.

—Gracias Espósito. Tal vez me pondré al día contigo pronto —dice, apretando mi hombro antes de alejarse—. ¿Listo para irte, Federico? Creo que te gustará Paula.

Ugh. Paula tiene el mismo coeficiente intelectual que el tronco de un árbol. Tengo que irme de aquí antes de golpearla o algo. Me subo a mi camioneta, inclino la cabeza fuera de la ventana y sonrío. —Los veo mañana, chicos. —A través de mi espejo retrovisor veo a Federico mirarme mientras me alejo. ¿Por qué no simplemente le ofrecí llevarlo?

Sé por qué.

Tengo que concentrarme. No puedo arriesgar mi temporada. No puedo echarlo a perder de nuevo este año. Necesito obtener una beca de fútbol.

Y para hacerlo, tengo que ganar el campeonato estatal.

Al entrar por la puerta trasera de mi casa dejo caer mi bolso en el suelo. Tengo una cita con mi cama: esconderme debajo de mi almohada y escuchar algo de Guns N’ Roses. Eso me hará sentir mejor.

Paso por la cocina, agarrando un plátano y un Gatorade en el camino a mi habitación, y me encuentro con mi hermano, Victorio, y su amigo Jake, que es un asombroso receptor. Como mi hermano, Jake también juega para la Universidad de Tennessee en  Knoxville.  Jake  es  originalmente de California,  así  que ha pasado la mayoría de su verano viviendo aquí para poder estar más cerca de la escuela para las prácticas de fútbol.

—Hola, hermana —dice Victorio, dándome un abrazo de costado—. Mamá dijo que recibiste una mala patinada en la práctica. ¿Estás bien?

—Estoy bien.

— ¿Cómo  te  va,  Lali?  —dice  Jake,  mirándome  de  arriba  hacia  abajo.
¿Recuerdas cómo dije que los chicos están interesados en mí? Si, él es uno de ellos. Sin embargo creo que Victorio lo mataría si intentara algo, y tampoco querría que Jake vaya detrás de mí de todos modos. Él es atractivo, pero parece uno de esos chicos que ha estado con un centenar de chicas.

—Bien —digo.

Jake  desliza  un  brazo  por  mi  cintura.  — ¿Victorio  dice  que  estás  teniendo problemas con el álgebra? ¿Quieres algo de ayuda?

— ¿Qué diablos sabes tú sobre matemáticas, Reynolds?

—No sólo te puedo enseñar matemáticas, te puedo enseñar matemáticas en la cama, Lali. Ya sabes, yo sumaría la cama, tú restas la ropa, divides las piernas, y yo multiplico.

Éste es el comportamiento normal de Jake Reynolds, así que mi hermano pone ojos en blanco como es habitual y dice:

—Encantador.

Y empuja a Jake contra el lavavajillas.

Luego corro escaleras arriba hasta mi habitación y me tiro sobre mi cama, que está cubierta con un nuevo y esponjoso edredón blanco. Solía tener esta colcha azul  a  cuadros  que  parecía  papel  cuadriculado.  Un  día  del  verano  pasado cuando Peter estaba aquí, dijo que el papel cuadriculado en las camas les quitan las ganas a los chicos y que si alguna vez quiero tener sexo, no puedo traer a un chico a casa a una habitación que les recuerde al álgebra y las chicas nerd del equipo de matemáticas. No es que me importara lo que los chicos piensen de mi ropa de cama, pero el equipo de matemáticas es la última cosa con la que quiero ser asociada, así que me deshice del viejo edredón por algo más neutral.

Al agarrar el control remoto de mi estéreo, pongo la estación de los clásicos de los ochenta y miro a través de mi ventana hacia nuestro patio trasero, que termina a las orillas de un lago. Mi lago, en realidad, el Lago Lali. Tener un padre que juega profesionalmente significa que no carecemos de comodidades. Nuestra casa es enorme, con pisos de madera por todas partes y ventanas gigantes con vistas al bosque y a los senderos. ¿La mejor cosa de nuestra casa? La habitación de mis padres está en el otro lado, así que es como si Victorio y yo tuviéramos nuestra propia ala privada. Papá nunca viene aquí.

A veces me da vergüenza cuán generosamente vivimos porque muchas familias de por aquí no tienen mucho. Tennessee es un lugar extraño, es como si fueras muy rico, como yo, o muy pobre, como Peter. No hay mucho en el medio. Si papá  hubiera  querido,  podría  estar  ganando  quince  o  veinte  millones  de dólares al año. Pero con las reglas del tope salarial de la NFL siendo como son, eligió aceptar una reducción de su salario para que los Titanes pudieran pagarles a otros jugadores más dinero. Preferiría tener una línea ofensiva asesina para protegerlo que un poco más de efectivo.

Acostada en mi cama trato de sumergirme en el rock antiguo, y trato de olvidar que me sacaron hoy. Trato de olvidar el cuerpo de Federico.

Entierro mi cara en una almohada y el golpeo con el puño. Me doy la vuelta, salto de la cama y me paseo ida y vuelta a través de los pisos de madera mordiéndome  los  nudillos.  Después  me  doy  vuelta  de  nuevo,  agarro  mi Gatorade de la mesa de noche y empiezo a golpear la botella contra mi palma.

Aprieto la botella para ver si soy lo suficientemente fuerte para reventarla. Entierro mis dedos en ella pero no se hunde, así que lanzo la maldita cosa a través de mi habitación y contra mi cómoda, tirando un montón de lociones y perfumes y otras porquerías que mamá me compra al piso.

Voy a recoger las cosas femeninas y las pongo de nuevo sobre mi cómoda, y el regalo de cumpleaños de parte de mamá se asoma por detrás de mi trofeo de Jugador más Valioso del segundo año, burlándose de mí. Por mis diecisiete me compró este patético diario.

—Lali —dijo—, escribir me permite blah, blah, blah, pensar profundo acerca del karma, blah, blah, blah, y me ayuda a resolver mis problemas.

Mamá debería obtener un trabajo creando patéticos mantras para los fondos de las tapas de las botellas de jugo. ¿Pero tenía razón?

Levanto el Moleskine y paso el pulgar a través de las páginas blancas y tiesas.

Al sentarme de nuevo en mi cama, abro el diario. No es como si el papel me fuera a juzgar, o cuestionar mi cordura, o dudar de mi habilidad para liderar el equipo de fútbol. Nadie podía saberlo, los chicos se burlarían de mí por eones si se enteraran.

Por lo menos, al escribir las cosas, estarían fuera de mi cabeza, fuera de mi cuerpo.

Me estiro sobre mi mesa de noche y empujo un montón de revistas Sports Illustrated a un lado para encontrar un bolígrafo, luego escribo:

Nunca he visto a nadie tan malditamente hermoso. Nadie nunca me ha distraído así... Pero estoy muy por detrás que alguien más, nunca he visto a un chico desnudo... Bueno, supongo que he visto a Peter en bóxer muchas veces, y su cuerpo es caliente, caliente como alitas de pollo hirviendo, así que Federico debe ser hermoso. Y quiero tocar… Dios, ¿qué diablos estoy escribiendo? Garabateo encima de las jodidas palabras.

Mientras que muerdo el bolígrafo pensando qué escribir sobre Federico, algo que no sea completamente una porquería, escucho un golpe en la puerta. — ¿Quién es? —digo, metiendo el diario debajo de mi almohada.

—Victorio.


—Entra.

5 comentarios:

  1. Porque no lo llevó lali a su casa q mala y lo que escribió en su diario se nota q le está atrayendo

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  2. Se atraen mutuamente!!
    Massss

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  3. Si k la sacó Peter d su eje!!!!

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  4. no se supone que es peter quien aparece con el que pelea su puesto en el equipo a caso no es el el protagonista junto con ella ? la verdad no entiendo que lo tenga de amigo cuando es el el que aparece en la sinopsis junto con ella el que llegara a disputarle el lugar que ella no quiere perder por lo de la beca universitaria ? en lugar de eso esta federico osea pára mi deberia ser el el amigo y no pitt ?......!¡...¿?....es decir el la sinopsis aparece como protagonista con ella y a penas ley no es asi ? la verdad no entiendo ?.....

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