Sacudo la cabeza hacia el grupo de porristas que se cierne a diez metros de distancia
cerca de un poste de gol, haciendo ojitos a los
chicos.
—Pero somos un
paquete completo —dice con una sonrisa.
—Esa es la razón por la que siempre piensas
en
tu paquete —responde Pablo.
— ¿Y tú no? —le disparo y Pablo golpea mi hombro, haciéndome tropezar hacia
atrás.
Rompemos a reír de nuevo.
Y luego vienen dos porristas y empiezan a adular a Pablo
y Peter. ¿Qué les tomó
tanto tiempo?
Pablo y Rocío empiezan a besarse como si ganar el campeonato del estado dependiese de ello, y Belén entrelaza sus dedos con los de Peter y le sonríe. A continuación, Paula y Mery vienen, porque las porristas viajan en
paquete.
—Buen entrenamiento el
de hoy, Lali —dice
Mery, dándome una
sonrisa—. Ese fugitivo mariscal de campo tuyo es genial.
— ¿Te dijo Peter que dijeras eso? —le pregunto, mirándola fijamente.
—No —murmura, mirando sus pompones mientras los agita.
Pablo y Rocío se separan, como si estuviesen separando velcro, mientras Paula dice:
—No dejes que Lali empiece, Mery. Estaremos aquí toda la noche escuchando las estadísticas
e indicadores de los lanzamientos de fútbol...
—Se llaman pases, Paula —le respondo—. No pienses demasiado. He oído
que hace que el cabello
se
frise.
—Ja, ja —responde Paula, pero inconscientemente alisa su cabello castaño con una mano.
Toma todo lo que tengo no echarme
a reír cuando veo a Belén y Rocío
acariciando su cabello también. Echo un vistazo a Peter, Pablo, y Nicolás,
y ellos comienzan a reírse de nuevo. Lo mismo pasa con Mery.
—Llamen si cambian de opinión sobre ir a comer —nos dice Peter a mí y a Nicolás,
y golpeamos los puños
antes de que Peter y Pablo se alejen con su club de fans hacia
los
vestuarios.
Aprieto mi cuaderno de
jugadas junto mi pecho y por un momento, siento una punzada de soledad
y deseo haber pedido a Peter que viniera. Él ha estado triste
desde que
su
novia le dejó hace
un par de meses, por lo que
probablemente
agradecería la compañía. Sobre todo desde que ha estado pasando tiempo con chicas
que piensan que
un Ave
María es
una oración dedicada a la madre de Jesús.
Pero sólo me distrae… y necesito concentrarme en hacerlo bien para Alabama.
—Nicolás,
vámonos a casa. —Escucho a su padre llamarle desde la primera fila de las
gradas
de
metal—. Tu mamá está
manteniendo la
cena
caliente hasta que hayamos terminado el entrenamiento.
—Ten un divertido video —dice
Nicolás—. Voy a estar deseando ser tú mientras hago abdominales
con
mi padre esta noche.
Nicolás se mueve hacia su padre, quien de inmediato empieza a hablar
y a gesticular con las manos, probablemente, dando una crítica del jugada-por-
jugada
sobre el entrenamiento.
Ojalá papá quisiese hablar conmigo de esa
manera.
De vuelta a casa, tomo un asiento en la mesa de la cocina y abro mi cuaderno
de jugadas. Pelo un plátano estudiando la formación del Conejo Rojo, esta locamente genial jugada de engaño que el entrenador quiere tratar de hacer
con
nosotros mañana. Va a ser duro, pero Peter y yo podemos llevarla a cabo.
Mamá entra, pone sus tijeras de podar y guantes de jardinería en el mostrador,
y luego vierte agua
en
un vaso.
— ¿Por qué no sales con tus amigos esta
noche?
—No estoy lista para el juego de apertura —contesto, mis ojos en la formación
de
X’s y O’s garabateadas en el papel.
—Por lo que he visto en el entrenamiento, estás definitivamente lista. No quiero que te agotes.
—Nunca.
—Tal vez necesitas un masaje. Un día de spa... para estar fresca y relajada para
el viernes. Podríamos ir el jueves, después de que termine el voluntariado en el hospital.
Levanté lentamente la cabeza para mirar a mamá. Sí, estoy segura de que los
chicos me tomarían en serio si me presento con uñas de color rosa la noche del
viernes.
—No, pero gracias.
Le doy una
sonrisa para no lastimar sus sentimientos.
Ella
me
devuelve la sonrisa.
—¿Qué estás
planeando usar en tu viaje a
Alabama?
Me encojo de hombros.
—No lo
sé. ¿Tacos? ¿Y mis
sudadera Hundred Oaks?
Mamá sorbe su agua.
—Estaba
pensando que tal vez podríamos ir a
comprar un vestido.
—Nah, pero gracias.
Dios, si llevaba un vestido, los chicos
de
Alabama iban a mandarme
riendo
directamente fuera de Tuscaloosa, directo de vuelta a una lamentable Segunda
División de la escuela.
—El entrenador en jefe de Alabama es un gran fanático de Baltimore. Tal vez use una camiseta de los
Cuervos.
Mamá
se
ríe.
—Papá
te
sacaría a patadas de casa.
—¿Por
qué estoy
pateando a mi hija
fuera de
casa?
—pregunta el
gran
Carlos Espósito, mientras entra en la cocina y le da a mamá un beso y un abrazo.
—No hay ninguna razón —murmuro y volteó una página de mi cuaderno de jugadas.
Papá agarra una botella de Gatorade, la mierda de fresa-ciruela para la que él
hace la publicidad, y toma un trago. Sigue siendo tan bueno como siempre, pero su cabello negro ha empezado a volverse salpimentado. A los cuarenta y
tres años
de edad, mi padre ha tratado de retirarse después de cada una de las últimas cinco temporadas, pero siempre vuelve, por una razón u otra. Con los años, se ha convertido en una broma para los presentadores deportivos, a menos que queramos que nos grite, no le preguntamos cuando realmente va a
retirarse.
Se queda mirando hacia mi cuaderno de jugadas y sacude la cabeza.
— ¿Vienes a
mi
partido el viernes? —le
pregunto a papá. Mira a mamá
cuando responde.
—Tal vez. Voy a pensarlo.
—Está
bien...
— ¿Qué si los
llevo a ti y a Peter a pescar el sábado por la mañana antes de ir al
partido de tu hermano? —Papá
me
sonríe expectante.
Que total mierda. ¿Va a ir al juego de Victorio,
pero no vendrá al mío? ¿Y trata de arreglarlo pidiéndome ir a pescar?
—No, gracias —le digo.
La sonrisa se disuelve en la
cara de papá.
—Tal vez el próximo fin de semana entonces —dice en voz baja.
—Y tal vez podrías
venir a mi
partido
el viernes —murmuro para mis
adentros—. Mamá, ¿dónde está Victorio?
Estoy ansiosa por empezar a ver más videos de Alabama. A pesar de que he visto cientos de juegos de universitarios y profesionales, me encanta recibir una
opinión experta y buena, papá nunca
está dispuesto a dármela.
—Oh —responde mamá—. Su entrenador convocó una reunión de equipo.
Victorio me pidió que te dijera que lo siente.
—Está
bien
—digo en voz baja.
Mamá
comienza
a
contarle
a
papá todo acerca de
sus rosas y girasoles, señalando por la ventana de la cocina hacia el jardín.
—Los
girasoles casi ha
alcanzado un estado Zen, ¿no te parece?
Papá envuelve sus brazos
alrededor de mamá, y juro que lo oigo murmurar:
—Estoy en un estado de exacto Zen justo ahora
también.
Antes de llegar a vomitar, agarro mi cuaderno de jugadas y un paquete de
galletas de chispas
de
chocolate y bajo las escaleras hasta nuestro sótano, en el
que enciendo el televisor y pongo un DVD del campeonato nacional del año pasado, el partido de Alabama
vs
Texas.
Apago las luces, me siento en uno de los sofás de cuero, y excavo en las galletas, mientras pulso el botón de reproducción en el mando a distancia.
Entonces. Mis amigos están fuera conectando con porristas.
Mi padre se preocupa más por los
girasoles que alcanzan el estado Zen que por
mis
sentimientos.
Por lo menos tengo al fútbol.
Ha sido mi vida desde que tenía siete años, pero a veces Peter dice que tengo que dedicar menos tiempo a concentrarme y empezar a “vivir la vida como si
fuese al infierno mañana”.
Pero me siento como una adolescente normal y corriente. Bueno, lo más normal que
puedo ser. Quiero decir, obviamente
creo que Justin Timberlake está mega
bueno pero también mido más 1.82 metros y puedo lanzar una balón de fútbol a unos cincuenta metros.
¿Otras formas en las que no soy normal?
Una chica que se cuelga con un equipo de fútbol entero debe conectar todo el
tiempo, ¿verdad? Nop.
Nunca he tenido un novio. Caray, nunca he besado a un hombre. Lo más cerca
que
he estado de un beso sucedió el verano pasado, pero fue una broma. En una fiesta, una de las porristas sugirió que jugásemos
al juego de siete minutos
en
el cielo, ya sabes, ¿el juego dónde vas a un
armario y te besas? De alguna manera a Peter y a mí nos mandaron al armario, juntos, y por supuesto que no nos besamos, pero terminamos en una loca partida de lucha libre de pulgares. Que
se convirtió en un juego de empujones. Que se convirtió en todo el mundo pensando que habíamos conectado en el armario. Sí, claro. Él es como mi
hermano.
No es que los chicos no están interesados en mí, porque lo están, es que la mayoría
de
los hombres que conozco son o bien:
1. Más bajos que yo.
2. Maricas.
3. Están en mi equipo.
4. Todo lo anterior.
Nunca
me
he permitido salir con hombres de mi equipo. Y no estoy interesada
en
alguno de ellos de todos modos. Viajar en autobuses hacia y desde los
juegos por años me ha apagado a todos ellos porque un viaje en autobús con
mi
equipo produce más gases que un vertedero.
Además, no tengo tiempo para los chicos, y si de repente tuviera que empezar a actuar como una chica, el equipo puede que no me tomase en serio. Y no
puedo permitirme el lujo de perder mi confianza… porque
soy
la estrella de los Hundred Oaks Red Raiders.
La estrella
que Alabama
amará la noche del viernes.
Me encanta!!
ResponderEliminarDodne esta peterrrrrrr
Ese padre k no la apoya....
ResponderEliminarEse padre k no la apoya....
ResponderEliminarYa quiero que aparezca Peter !
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