Bueno ayer no pude subir porque empece un nuevo proyecto, hoy estoy subiendo dos capítulos, por esta semana los voy a dejar programados, no serán muy largos los capítulos porque aún no termine de adaptar todo. Espero su comprensión.
Lali tosió y retrocedió.
—¡Oh, mierda! Olvidé abrir la gripe. —Él metió la mano en la
chimenea.
—¿La qué? —Ella ondeó la mano a través del humo que se elevó desde la
chimenea.
—La
gripe, el regulador de tiro de
la
chimenea. Se mantiene cerrado para conservar
el
aire cuando la chimenea
no está en uso. —Él
jugueteó por debajo y tosió. Eventualmente,
el humo dejó de
serpentear dentro de
la habitación y se desvaneció por la chimenea en su lugar—. Aquí, eso
debería hacerlo.
Lali
se arrodilló al lado de Peter para observar las pequeñas llamas
mientras éstas devoraban el periódico
y atrapaban las esquinas de la madera. Mantuvieron sus manos cerca del creciente fuego. Lali dejó que
un susurro de calor tocara sus dedos.
—Ahora, de eso
es
de lo que estoy hablando.
Peter la miró y sonrió.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Nada. Me haces reír. No se necesita mucho para hacerte feliz, ¿verdad?
Ella arrugó la frente.
—Así como, ¿sobrevivir
a una experiencia cercana a
la muerte?
—No
iba a dejar que te murieras. Siempre estarías a salvo conmigo.
—Le dio un
empujón con el hombro.
—Sí, hasta que condujiste tu camioneta dentro de un río y
me hiciste caminar dieciséis kilómetros a través de una tormenta de nieve con la
ropa mojada, la cual por cierto,
ahora está congelada. —Arqueó una
ceja.
—Mi error. —Se rió él entre dientes—. Solo por eso,
¿iré a traer más
leña?
—¿No
quieres esperar y calentarte un poco primero?
—No. Prefiero abastecerme ahora y no tener que salir por un tiempo.
—Tomó
sus guantes y desapareció
en el exterior, en
el frío abismo.
Lali se limpió la nariz
con la manga ya
que
se
encontraba
sin pañuelos. Despejó una zona junto a la chimenea para hacerle espacio
a la madera. A pesar de que todavía no podía dejar de temblar, se
abrió la cremallera
de su abrigo y sacó los
ligeramente aplastados
panes de masa agria. Afortunadamente no parecían estar
mojados. Estarían comiendo pronto.
La
puerta se abrió de golpe.
Junto con una ráfaga helada de viento y nieve, Peter trajo una enorme pila de
madera.
No estaba bromeando
cuando dijo que se estaba abasteciendo.
—Por
aquí. Despejé un lugar.
Él cruzó la habitación, descansó la pila sobre la chimenea de piedra
y salió por más. Ella apiló la madera en un montón ordenado y arrojó
dos piezas más en el fuego, para
asegurarse de que su preciosa fuente de calor no se extinguiera.
Peter llevó dos cargas más, y en medio de
la organización de la
madera,
y para descongelarse a sí misma en el fuego,
Lali trasladó sus
pertenencias al lado del sofá.
—Esto nos debería mantener calientes durante un tiempo. —Él bajó
la última pila de madera al suelo y después se puso de pie delante de las llamas.
—Buen trabajo. En realidad se siente más cálido aquí dentro. —Ella
se estremeció por la fría humedad en
sus
vaqueros descongelados.
Peter se
dio cuenta.
—Tienes que buscar algo de ropa
seca. Ambos debemos hacerlo. —
La nieve cubría sus vaqueros más allá de
las rodillas desde donde había pisoteado a través de los montones de madera—. Puede que haya un poco de ropa en
ese
cuarto de atrás.
—Voy a echar un vistazo. —Ella agarró la linterna y abrió la puerta del dormitorio. Un viento frío sopló.
El
cuarto helado succionó toda la calidez que había logrado retener en su cuerpo. Vidrios de la
ventana
rota cubrían el suelo, y la nieve estaba espolvoreada por la pequeña
habitación. Los propietarios no iban a estar felices, pero Peter y ella no
tenían otra opción. Era irrumpir a
la fuerza o morir. Sabía que
sus
padres pagarían
por los
daños. Entonces pensó
en
su madre y en lo preocupada que debía estar y
en lo
más preocupada que estaría cuando no se presentaran.
Lali nunca le dio el número de teléfono de Peter a su madre, así que tampoco podría tratar de ponerse en contacto con
él.
Abrió el cajón superior
de
la cómoda
para encontrar diversos
artículos como gafas de sol, binoculares, y un libro sobre
la pesca. El siguiente cajón contenía un par de camisetas,
algunos calcetines y un par de bóxer muy grandes. Pero el último cajón contenía
la carga de la madre. Tomó un par de artículos y
los llevó a la sala donde Peter estaba sentado junto al fuego con
el
abrigo abierto.
—Encontré unos pantalones de pijama y un par de pantalones de
chándal, junto con un par de camisas y lo que parecen ser calcetines
de
caza. Creo que nuestro anfitrión
está dentro de las cosas de caza.
—Y
también de pesca. —Peter
levantó los pantalones de pijama con dibujos de diferentes tipos de peces—.
Esperemos que estos fueran un
regalo de broma de Navidad y no los verdaderos gustos de ropa de este chico.
—Voy a tomar los pantalones de chándal. —Lali los tomó de
la
pila de ropa antes de que Peter pudiera hacerlo.
—Está bien. Soy piscis. Voy a hacer a
los peces de franela
sentirse orgullosos. —Los levantó, admirando los diferentes tipos de peces.
—La
habitación es un desastre con los cristales rotos y
la
nieve. Me pregunto si deberíamos tratar de limpiarla y de bloquear la ventana. Tal
vez
podríamos empujar
la cómoda delante de ella para mantener algo
de
nieve fuera.
—Iré a hacerlo. —Lanzó los pantalones de pescados silvestres en
la mesa de café.
—Te ayudaré. —Se sorbió la nariz
goteante.
—¿Por
qué
no
te cambias
mientras me
ocupo de ello?
No
me importa
hacerlo.
—Gracias. —Lali deseó ser de más ayuda. Hasta ahora lo único
que había hecho era apilar la madera. Peter desapareció y ella se quitó con cuidado
los zapatos congelados, dejándolos en la puerta. Sus pies
estaban tan fríos y tiesos que dolían.
Se bajó los vaqueros por los
muslos.
Su piel se sentía profundamente congelada en sus huesos. Necesitaría
una ducha caliente o un jacuzzi para calentarla. Lo que no daría por
una bebida caliente. Se puso los pantalones de chándal. La tela suave y fría se deslizó por sus piernas, los pantalones eran demasiado
largos. Tiró del
cordón, lo ató de forma ajustada, y luego enrolló la parte de la cintura
varias veces.
Lali se sentó en la repisa de la
chimenea
y
se
cubrió los pies helados con
los calcetines gruesos. Mejor. Se quitó el abrigo para que el
calor de la chimenea pudiera calentarla
más rápido, acercó una silla y colgó sus jeans
sobre ella para que
se secaran. Lali
se rió de sí misma
porque había visto que la gente hacía exactamente lo mismo en las películas.
—¿Estás presentable? —dijo
Peter desde la esquina.
Ella sonrió.
—La
costa está
despejada. No verás la luna
esta noche.
—Maldita sea, me encanta la luna llena. —Emergió de la esquina con los brazos llenos de mantas.
¿Él estaba coqueteando? O quizás tenía hipotermia y estaba
delirando.
—Pensé que deberíamos sacar lo que necesitáramos del dormitorio
antes de que la nieve llenara la habitación. Traje las mantas y
las
almohadas de la cama.
—Buena
idea. Voy a revisar
el
baño por
algo útil
mientras te
cambias. —Ella tomó la linterna
y lo
dejó sólo.
El baño era una
pequeña habitación con
una regadera, un lavabo y un inodoro. Intentó abrir el agua pero no funcionó. No era ninguna
sorpresa. Los propietarios habían cerrado el agua para evitar que las
tuberías se congelaran. Se abrazó a sí misma en la pequeña y fría
habitación. El gabinete de las medicinas contenía
lo usual; jabón, repuestos para navajas de afeitar, analgésicos, curitas, ¡una botella
de viagra! Puso la botella en
la parte de atrás, con la certeza de que no
necesitarían
ninguna de esas pequeñas pastillas.
Debajo del lavabo
encontró más papel higiénico, toallas de papel, un bote de limpiador y
un destapador de
inodoro. El
cajón
estaba mucho mejor.
Encontró una caja de pañuelos y
un cirio. Tomó un
pañuelo y se sonó
la nariz. Desde que llegaron
se
había estado
limpiando la nariz
con la manga
cuando Peter no estaba viendo.
Recogió su
pequeño botín, a punto de preguntarle a Peter si
estaba
listo. Tan pronto como estuvo parada en el pequeño vestíbulo, el aire frío sopló por debajo de la puerta de la habitación. Retrocedió y agarró la alfombra del baño, la dobló y la
empujó contra la pared del dormitorio. Eso
debería ayudar
a impedir la
entrada
del frío.
—Listo o no, aquí voy —le dijo
a Peter. Secretamente esperaba que él
no estuviera listo.
Con un rostro como el suyo, su cuerpo también prometía tener un
malditamente buen aspecto. Dio un paso alrededor de
la
esquina, para su decepción, él estaba completamente vestido.
—No
te ves muy bien. —Ella se rió
disimuladamente de Peter
modelando los pantalones de pijama amarillos con peces verdes. El
hecho era que se veía
muy
bien, incluso con el pelo despeinado por
haber usado un sombrero.
Llevaba una camiseta gris que se le ajustaba
tan bien que ella se mordió el labio inferior. O bien lo trabajaba mucho o naturalmente tenía un
cuerpo asombroso.
—No
cualquier hombre puede lucir unos pantalones como estos. — Posó, ofreciendo su mejor pose de Blue Steel.
Ella se echó a reír.
—No,
definitivamente no
cualquiera puede. —Se dio
cuenta de que su ropa estaba tendida sobre una silla junto a la de ella y pensó que se
veían como un conjunto combinado. Una pareja. Lo que no
eran.
Él estaba comprometido
y ella solo era una extraña a la que se había ofrecido a llevar.
—Encontré una vela. —La puso sobre la mesa de café y se unió a
Peter al lado de la
chimenea encendida.
Finalmente, la habitación comenzó a
calentarse. Lali se puso frente al fuego, dejando que el calor penetrara sus piernas. Todavía se sentían
como
mármol frío. Al
cabo de
un
minuto
se
dio la
vuelta
para
calentarse la espalda, Peter tomó el atizador para ajustar la leña. Notó
una mancha roja en su muñeca.
—¿Estás sangrando?
—¿Qué? ¿Dónde? —Se detuvo, mirando
hacia sus brazos, pero no giró sus manos.
—Tu muñeca. Aquí, déjame ver. —Lali alcanzó su mano derecha. Quitó el atizador de su agarre, lo puso sobre la anudada alfombra y
examinó su muñeca. Su mano era grande y todavía estaba fría
al tacto—. Oh, Dios mío. Te cortaste.
—¿Lo
hice? —Se inclinó para echar un vistazo a la
sangre seca sobre uno
de los lados de su muñeca, pero la dejó sostener su mano—. Mira eso. Desde antes me di cuenta de que mi muñeca dolía,
pero no até
cabos. Debió haber ocurrido cuando me arrastré por la ventana.
Lali
tomó su mano entre las suyas.
—Necesitamos
limpiar eso. Deberías recibir una vacuna contra el tétanos. Siéntate para
que pueda verlo más de cerca.
me encanta más más más
ResponderEliminarAhora le toca a Lali cuidarlo.
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