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Problemas de Rodilla
¿La cuenta? 20 días hasta Alabama.
Tómense cinco —grita el entrenador.
Primer partido.
Miércoles por
la
tarde. Dos
días
más
hasta nuestro
Me quito mi casco, corro hacia la banca, tomo asiento, y
abro mi cuaderno de jugadas.
—Espósito
—dice Peter, deslizándose a mi lado en el banquillo—. Tómate un descanso.
—No pude conseguir la
sincronización para un correcto pase pantalla.
Se inclina sobre sus
rodillas y escupe entre sus zapatillas. —Salvaste el juego pasándoselo a Bates. No seas tan dura contigo misma.
— ¿Cómo puedes
estar tan calmado?
Mirando hacia mí, sus rizos
rubios
caen en
sus ojos. —No
estoy asustado debido a ti. Eres
la mejor jugadora de Tennessee. —Se ríe—. Pero yo, debería aprender a manejar un semirremolque como mi papá o practicar cómo decir,
"Atención compradores de Wal-Mart, no, repito, no vayan al baño de hombres hasta
nuevo aviso. Hemos tenido un
desastre atómico".
Me río. —Detente. Eres la persona
más rápida
que conozco,
si
no puedes
conseguir una beca para jugar con el balón en la universidad, nadie
puede. Eres
un maldito gran receptor, y eres
inteligente.
Sonriendo, se inclina hacia atrás
y cruza las manos en la parte superior de su estómago.
— ¿Todavía
haremos algo después de la práctica?
—Debería ver más videos...
— ¡Espósito, lo prometiste! —Frunce el ceño hacia mí.
—Dudo que Liz Heaston y Martin Ashley estuvieran tanto de
fiesta en la secundaria.
—No estoy hablando de la fiesta. Estoy hablando de ti y de mí pasando el rato…
igual
que siempre. Además, eran pateadoras. No se necesita mucho para patear un punto extra.
— ¡Y míralas! ¿Liz Heaston? ¡Dos puntos
extra en toda su carrera universitaria! Y eso fue sólo la Tercera División. ¿Y Ashley? Bueno, seguro. Pateó tres en un partido. Y esa fue la Primera División en Jacksonville, pero aun así. —Niego con
la cabeza—. Quiero jugar de verdad.
—Pero apenas nos hemos visto en una semana —dice en voz baja, y pienso en
lo mucho que apestaría lograr mi sueño de jugar para Alabama, pero no tener a nadie para compartirlo, porque mi mejor amigo ha encontrado algo mejor que
hacer.
—Olvídate de los videos. Vamos a
salir. Sólo nosotros, ¿de acuerdo?
—Por supuesto. —Se
inclina sobre sus
rodillas y dice—: Entonces, ¿qué piensas
de
Mery Baird?
—Es mejor que Paula, supongo.
—Estoy pensando en invitar a salir a Mery.
— ¿Qué pasó con Belén?
Peter se concentra en el suelo y patea una roca. —No lo sé... el sexo está bien...
pero realmente no me gusta.
— ¿Por qué sigues
durmiendo con las chicas
con
las que no estás saliendo? ¿No son como, tres chicas ya desde que Eugenia
Myer te dejó? ¿Por qué no sólo
regresas con ella?
El rostro de Peter pasa de
rosado a más rosa que
los
ridículos sostenes que
mamá dejó recientemente en mi cama cuando decidió que necesitaba algo más
femenino que un sostén deportivo. —Mery parece realmente genial...
— ¿Te refieres
para tener citas
reales y no sólo perder el tiempo?
—Tal vez.
—Me gusta Eugenia.
—De todas las chicas que conozco, ella es la única
que considero una amiga. Cuando empezamos noveno grado, el primer día en el
vestuario después
de la práctica fue una verdadera pesadilla. Cometí el error de
cambiarme mi
uniforme en frente de la capitana de porristas, que
procedió
a burlarse de mi
busto plano delante de
otras
veinte chicas. Y Eugenia, una porrista
nueva de primer año, se acercó a la capitana y le dijo que ya basta, lo
que demostraba
que tenía muchas agallas.
—Apuesto a que te gustaría
Mery también si le dieras una
oportunidad.
Me encojo de hombros, pensando que no voy a salir con alguien que es amiga
de
Paula Markum. —
¿Por
qué Eugenia te dejó de todos modos?
—Te lo he dicho, Espósito. Es
privado.
—Pero nunca nos guardamos secretos
entre nosotros.
—Entonces
¿Por
qué no me dices
cuál es
la razón por la que odias tanto a Paula?
—Sonríe, y lo golpeo en el brazo—. ¡Tregua! —Dice, frotándose el
bíceps—. Entonces ¿Quieres ir al Túnel de la
Diversión y jugar skee-ball?
—Perfecto. Luego, ¿cena
en
mi casa?
—Diablos sí. Es la noche de pollo frito, ¿verdad?
—Será mejor que te lo creas.
Peter come generalmente en nuestra casa un par de noches a la semana, y en ocasiones duerme allí. Técnicamente, se supone
que
debe permanecer en la
habitación de invitados, pero ha estado a escondidas en mi habitación desde que teníamos ocho.
Cuando mamá se enteró, comenzó a obligarlo a dormir
cabeza-a-pies conmigo. Para hacerme reír, siempre tiene excusas
para explicar por qué se nos debería permitir dormir cabeza-a-cabeza, como por ejemplo
que
sería más fácil
para él para protegerme si un atacante entrara, o porque mis
pies
apestan.
— ¡El descanso terminó! —Grita el entrenador—. ¡Espósito!
Saltando a mis pies, barro mi cabello largo y rubio de regreso dentro de mi
casco y troto hacia la línea de cincuenta
yardas.
— ¿Si, entrenador?
—Prueba el enganche y la
jugada
lateral de la que hablamos.
—De acuerdo. —Esto no es
una jugada fácil, pero Peter y yo podemos
manejarlo. Se supone que debo lanzar un pase corto a Peter
y mientras la
defensa se mueve frente a él, se lo lanza a un corredor que se abre camino por el centro.
Corro hacia
el
centro del campo y me agrupo con los chicos.
— ¿Cuál es
la jugada? —pregunta Pablo.
—Conejo Rojo —respondo.
—Oh, diablos, sí —dice Peter, aplaudiendo una vez.
Todos nos ponemos en nuestra posición y mientras Pablo levanta el balón para mí, sólo
escucho el silencio. El entrenador Miller siempre me habla a través del altavoz
en mi casco, así que cuando no lo hace, estoy sorprendida. ¿Qué diablos está
haciendo? Echando un vistazo por el rabillo de mi ojo, veo al director
caminando hacia el entrenador con este chico increíblemente atractivo a su
lado. De repente, tengo el primer problema de rodillas de mi vida: Se vuelven
de goma.
Sigo mirando, y soy
volteada a mis pies por un apoyador, Nicolás y sus 114 Kg. Vuelo hacia atrás,
golpeando en el suelo, sacudiendo la cabeza en el interior de mi casco. Ay.
— ¿Dónde
diablos
está Pablo? ¿Por qué no me protegió? Esta es
la primera vez que he
sido abordada desde siempre. Con mi juego de piernas y el musculoso cuerpo de Pablo, de dimensiones continentales, no debería suceder nunca.
— ¡Lali! —Escucho gritar a mamá
desde las gradas.
Peter viene
corriendo, arrancándose el casco y arrodillándose a mi lado. Mordiéndose
los labios, pone una mano sobre mi brazo
Entonces Nicolás cae junto a mí también. —Lo siento mucho Espósito,
traté de detenerme. ¿Por
qué demonios estabas ahí parada?
— ¡Espósito! —grita el entrenador, corriendo—. ¿Estás bien? ¿Qué diablos pasó,
Pablo? Nicolás... ¿cómo puedes ser tan tonto como para golpear a nuestra mariscal de campo a dos días antes de la apertura de la temporada? —El entrenador
lanza su portapapeles en el suelo. Que melodramático.
—Estoy bien, entrenador —digo. No estoy herida, pero no quiero ponerme de
pie, porque estoy tan avergonzada ahora como la
vez que mi top del traje de
baño se cayó en ese tobogán de agua en Florida.
No puedo creer que me
acaben de derribar. Papá estará furioso cuando se entere de
que fui
sorprendida durante
una
práctica... genial. Justo lo que
Necesito a dos
días antes del juego de apertura. Más del maldito estrés.
—Es mi culpa, entrenador —dice Pablo estira una mano y rápidamente me jala
a una posición de pie.
— ¡No dejes que eso
suceda en la noche del viernes! —grita el entrenador, señalando con el dedo a
la cara de Pablo.
Bajo mi casco, respiro profundamente. Pablo no tenía que cargar con la culpa, no
era
su culpa. Pero me lo debe. El sábado pasado, lo cubrí cuando llegó tarde a
la práctica. Había estado besándose con Rocío y había perdido la noción del
tiempo.
Hablando de besarse, veo al gemelo de Chace Crawford de pie al lado del
director, luciendo preocupado. Mierda. Así que vio mi caída también. Me
alegro de que esté usando mi casco, porque mi cara se siente más caliente que una papa
en
una parrilla.
Tiene el cabello rubio arena que se levanta en algunos lugares y barre a través de su frente. Sus ojos azules me recuerdan a un lápiz de cera Crayola, el azul más verdadero está ahí, y sus gastada camisa polo y descoloridos jeans sólo cuelgan de él.
No puedes comprar jeans
que
se ven así,
tienes que usarlos durante años para hacerlos tan perfectos. Me pregunto si podría comprarlo a él. Espera, ¿por qué
iba
a hacer eso? Nada más
que
él usara podría compararse
con
esos jeans.
También estoy feliz de ver que es más
alto que yo, sólo
unos pocos centímetros y tiene un excelente bronceado. Y, oh cielos, su cuerpo. ¿Qué hace? ¿Se ejercita
para ganarse la
vida?
Espera. ¿Qué diablos está
haciendo este tipo en mi campo?
Me siento como si pudiera volar y vomitar al mismo tiempo. Tengo que traer de
vuelta mi cabeza
a la práctica.
Por suerte, el director comienza a hablar, distrayéndome. —Entrenador Miller,
me
gustaría que conozca a Andrés
Federico Romero.
Su equipo de fútbol americano
del estado de Texas ganó el campeonato el año pasado. Sé que es un poco tarde para una prueba, pero su familia se acaba de
mudar aquí y espero que
lo considere para el equipo. Puedo explicarle después.
El entrenador asiente. —Gracias.
El director vuelve
a desaparecer dentro de
la escuela, en la comodidad
del aire
acondicionado.
Espera. ¿El director acaba de
decir algo acerca de
Andrés Federico y el fútbol? ¿Y hacer la
prueba para mi equipo? Tengo que dejar de mirar y averiguar
lo que está
pasando aquí.
Andrés Federico, con las manos metidas en sus bolsillos, camina hasta la línea de yarda, entonces mira a todo el equipo. ¿Por
qué
está tan nervioso? Para alguien que ganó un campeonato estatal, pensarías
que sería ese pomposo idiota
pavoneándose como si fuera el maldito Tom Brady.
—Entonces, Andrés Federico Romero —dice el entrenador.
—Llámeme solo
Federico, entrenador.
—Está
bien. Entonces
Federico, ¿qué posición juegas?
—Mariscal de campo, señor.
Doy un paso atrás, y todos los
demás en el equipo se ríen. La posición es mía.
Ha sido mía durante dos años y este chico nuevo no va a quitármela.
— ¡Silencio! —grita el
entrenador. Le da al
equipo una mirada de
miedo y todos
dejemos
de
hablar y reír. Una de esas miradas
que
significa: “si no te comportas, vas a correr cinco millas mientras usas almohadillas”—. Federico, ya tenemos un mariscal de campo titular. Un mariscal de todo momento.
Los ojos
de Federico parecen llenarse de dolor, y mira hacia el suelo. Nunca he visto a un mariscal
actuar así antes.
La mayoría
son engreídos, llenos
de actitud.
Líderes. No puedo imaginarme siguiendo a un chico cuyos
ojos revelan tanto.
Pero él es aficionado,
obviamente es bueno,
si jugaba
para
un
equipo de
campeonato de Texas. Los texanos
toman su fútbol en serio. Es prácticamente
una religión allí.
Entonces, ¿qué hay de malo?
Espera. ¿Qué es toda esta simpatía? Lali Espósito no es simpática. Soy una
roca.
—Pero siempre podríamos utilizar otro buen respaldo —dice el entrenador—. Nuestro capitán ejecutará contigo algunos ejercicios. ¡Espósito!
Aunque mis rodillas todavía estaban tambaleándose, de alguna manera corro hasta el entrenador. Federico extiende su mano para estrechar la mía. Cuando
me agarra la mano, lo
aprieto tan fuerte como es posible. Tengo que
demostrarle que soy el capitán, que estoy a cargo.
Federico mira
mi mano en
la suya, entonces
rápidamente la libera.
—Ay —dice sonriendo. La visión de su sonrisa
hace que mi cuerpo se derrita como la Malvada Bruja del Oeste.
—Espósito,
ejecuta algunos ejercicios con él —dice
el
entrenador—. Has unos pocos
pasos rápidos, algunos intermedios. Tira a Peter un diagonal de cinco
yardas. Has una
Ruta de Poste con Higgins.
—Sí, entrenador —digo, echando un vistazo a las porristas. Han dejado de hacer sus pirámides y saltos. Todas están hipnotizadas
por
Federico, igual que yo.
— ¿Espósito? —Dice el entrenador—. ¿Estás
prestando atención? Quítate el casco,
quiero ver tus ojos. Recibiste un golpe muy duro allí.
Lentamente
me quito el
casco. Le paso el casco a Peter y empiezo a correr las
manos
por
mi cabello, empujándolo fuera de mi cara para que el entrenador
pueda
ver mis ojos. Peter me mira, su boca cae abierta.
Federico jadea. Luego sonríe y se ríe. Él, obviamente, no tenía idea de que soy una chica.
—Amigo, es mejor que tengas cuidado —dice Peter, dando un paso hacia
Federico.
Cuando Pablo le pone una
mano sobre el hombro a Federico, mi mente retrocede al año
pasado, cuando Pablo golpeó a un chico de
la secundaria Northgate por agarrar mi trasero después de un partido. — ¡Muéstrale a Espósito, algo de respeto! O patearé tu trasero.
—No tengo intención de faltarle el respeto —dice Federico, con una mano en el
pecho de Pablo—. Estoy sorprendido... he impresionado. Eso es todo.
Después de
echar un vistazo a mis ojos y confirmar
que todo
está bien conmigo, quiero decir —además del hecho de que Federico se está tirando
completamente encima de mi juego— el entrenador dice:
—Vamos. Ya
hemos
perdido suficiente tiempo de práctica.
Tomo mi casco que sostiene Peter y lo meto en mi cabeza, luego recojo el balón y grito: —
¡Peter! ¡Ve lejos!
Él sale corriendo por el campo y cambia de dirección un par de
veces. Lanzo
un pase en profundidad de
treinta y cinco yardas que
cae
directamente
en
sus manos. Gracias a
Dios.
Estoy de vuelta. Soy yo misma otra vez.
—Lindo —dice Federico, asintiendo. Tiene ese acento profundo y sexy de Texas.
—Tu turno —le digo, agarrando otro balón y arrojándoselo a Federico—. ¡Higgins, Ruta
de
Poste!
Ay me encanta ! Ya se conocieron, lo malo es q peter juega en la misma posición y va a ver problemas por ello
ResponderEliminarme encantaaa
ResponderEliminarno me gusta lo del padre q malo!!
mass
me mori cuando le fallaron las rodillas x peter jajaja
quiero saber q piensa peter tmb!
Se conocieron y ya se atraen mutuamente
ResponderEliminarMe huele a que esto va a ser amor odio y todo por el puesto
ResponderEliminarJjajajaja,primera vez k se siente débil
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