Lali
esperaba que su madre también estuviera buscándolos pero considerando que no sabría por dónde empezar,
probablemente se quedaría cerca del teléfono,
esperando. Pararse a fuera en el frio cerca del camino podría ser una buena idea, pero no la entusiasmaba. De
cualquier
forma, regresar
a la civilización, con su familia, valía la pena.
—Está bien, tenemos un plan.
Peter levanto su vaso hacia ella y lo chocó. Y después
recordó algo.
—¡Ah! ¡Tengo una
sorpresa! ¡Hay postre! Casi lo olvido.
—No
me digas que encontraste galletas de navidad en la nevera.
—Lo
que tengo es mucho
mejor. —Dejó su cálido
lugar por la chimenea y buscó en sus bolsas. Regresó con un paquete envuelto y
lo sostuvo para que Peter
lo
abriera.
Vio
el papel plata y blanco.
—Estoy
completamente seguro que esto no era realmente para mí,
porque hace dos días ni siquiera nos conocíamos.
—Se
supone que era para él No Novio, pero como es Noche Buena
y necesito una excusa para no regalarle nada, creo que podrías abrirlo tú.
—¿Estas segura? —Vio el paquete y supo que quería abrirlo.
—Seguro, me traerá gran alegría. —Sonrió satisfecha.
—Si
te hará feliz, entonces eso quiere decir,
que lo abriré. —Arrebató
el regalo de sus manos y rasgó el papel, revelando una caja color dorado. Levantó la tapa y gruñó—. Chocolate. Te amo.
El corazón de Lali dio un brinco,
incluso si sabía que
las palabras no significaban
nada.
—Supongo que lo necesitamos más que él. Son
trufas.
—¿Qué es una trufa? —Sacó una bola de chocolate y la levantó.
—Es rico ganache de chocolate sumergido en más chocolate. Peter hundió los dientes en la delicia
decadente.
—No
sé qué es lo que acabas de decir, pero esto sabe maravilloso. —Dejó caer la cabeza hacia atrás, saboreando.
Lali
tomó uno, dejándose caer a un lado de él en el sofá y le dio
una mordida.
—Dios, amo estas cosas.
—Si
no te gusta este tipo, Nicolas, ¿por qué le das este regalo tan
grandioso?
—Tengo que hacerlo.
¿Qué tal si al final se convierte en mi nuevo
papaíto? —puso los ojos en blanco—. Además, esperaba que lo
compartiera.
—Me gusta como
piensas. Nunca se me hubiera ocurrido regalar comida para Navidad, pero ahora creo que es brillante. —Fue a su mochila y trajo un
pequeño paquete envuelto en periódico.
—Este no
está envuelto tan bonito como el tuyo, pero
el detalle es
lo que cuenta. —Y le ofreció
el
regalo.
—No
te di los chocolates para hacerte sentir culpable. Además te
hice que los compartieras. ¿De quién se supone que es este? —vio el
regalo.
—Lo compré para mi madre, pero no le importará. Tan pronto como
esté en casa, estará feliz. Esto será lo de menos. Anda, ábrelo.
Lali
aceptó el pequeño
y pesado regalo.
—¿Está envuelto en el periódico de la universidad?
Él se encogió de hombros y sonrió de la forma
que la hacía feliz.
—Estoy
a favor de
cuidar el medio ambiente. —Se sentó de nuevo con
solo la caja chocolates entre
ellos.
Lali
arrancó el papel.
—Me siento horrible abriendo
el
regalo de tu madre.
—¿Te haría sentir mejor si te dijera que era de Paula? —inclinó la
cabeza con curiosidad.
—¡No! Bueno, tal vez. Se escuchaba como si fuera una persona horrible. Lo siento. Supongo que es el vino hablando.
—Si
toma un par de vasos de vino hacer que digas lo que piensas,
voy a seguir
sirviéndote.
—No. No me gustaría tener el regalo de otra chica. Sería raro. — Quería algo que él escogiera especialmente para ella.
—Entonces es algo bueno que no haya conseguido nada para ella.
Abrió el regalo y encontró una
vela con aroma.
—Es grandiosa. ¡Adoro las velas! ¡Apuesto a que tu madre también!
—bromeó y suspiro—. Ah, huele increíble. Justo como la Navidad.
—Es de canela. Mi madre las adora. Le doy una
cada año.
—Gracias y gracias a tu madre.
—De nada. ¿La vas a encender?
—Por supuesto. —tomó las cerillas que estaban encima de la
chimenea, encendió la vela e inmediatamente la esencia
de canela flotó en todo el cuarto.
Combinado con el fuego y
las ramas
frescas del pino, el aire olía malditamente bien.
—Escuché que el chocolate va muy bien con el vino tinto, —ella
estiró las piernas sobre la mesa de centro, más feliz de lo que había estado en mucho tiempo.
—No
suena a una mala combinación. Déjame probarla, —Peter dio un mordisco
a la
trufa
y luego un
sorbo de
vino. Gimió—. Sí, es bueno.
Lali
probó también. El cremoso ganache se derretía en su boca y la suavidad del vino
agregaba una combinación de sabores que no podía
describir.
—Creo que moriré
e iré al cielo.
Hermosos ritmos de música navideña flotaron desde su portátil mientras comían trufas y Nicolasaban vino. La vela parpadeaba y la
chimenea crujía. Todo era perfecto, excepto que no podía quitarse de
la mente a Peter.
—Siento mucho que las cosas estén tan mal entre tú y Paula.
—Es mi culpa.
Debí haber dejado todo claro desde el principio. Lo
arreglaré todo y podre empezar mi vida de nuevo. Ha pasado mucho tiempo desde que he estado cerca de una chica y creo que he
olvidado como hacerlo.
—Ah, eso lo dudo. —Basándose en su beso anterior,
podía decir que sabía exactamente que debía de hacer—. ¿No hay chicas en tu universidad?
—¿En
Madison? No.
He sido fiel a Paula. Eso fue, hasta esta tarde en el
cobertizo. Perdón, por eso. —Le mostró una sonrisa traviesa. No parecía
que realmente lo sintiera.
—Está bien. —Ella bajó la cabeza—. Fue bonito. —Se mordió el labio. No debió haber dicho eso. Se inclinó para tomar una trufa, para llenar su boca con algo y
parar de decir cosas estúpidas.
La mano de Peter cubrió
la suya. La miró con algo más que interés
casual. Ella pasó saliva, queriéndolo, pero sabiendo que no debía hacerlo.
Él se inclinó por encima de la caja de chocolates y la besó. Él sabía a vino rojo y
dulce,
una combinación que nunca podría olvidar y que
siempre asociaría con la
Navidad.
—Sé
que aún no es oficial, pero en mi mente, soy soltero. Todo lo que
falta es decírselo al resto del mundo.
Lali
asintió.
No lo entendía, pero
se seguía sintiendo como
que estaba cruzando una línea que no debía. Pero no le importaba. Peter
estaba aquí, el chico más guapo que haya conocido. Su sonrisa era como el aire libre y la fogata. Y sabía a milagro.
—Si
no te importa, voy a besarte, otra vez. —Acarició su mejilla con el pulgar.
—Está bien, —murmuró ella, incapaz de decir algo más coherente.
Peter quitó de en medio los chocolates y aliviado la tiró a sus brazos. La
besó con ternura y hambre, ella pensó
que había explotado.
La envolvió
con
sus brazos como si fuera un
listón de satén sobre un preciado regalo y tiernamente le acarició
la
espalda. Acunó su mano
bajo su pelo y le provocó un cosquilleo en la nuca, todo el tiempo besándola sin sentido. Ella suspiró en su boca
y lo
sintió sonreír.
—Sabes tan bien,
—murmuró en su oído.
—¿Cómo a cebolla y a ajo? —Preguntó.
—No
y no es que me importe, como sabes me encanta el ajo y la
cebolla.
Sabes a postre. Dulce,
picante y delicioso. —Capturó su boca de nuevo y
Lali perdió el sentido del tiempo.
k útiles fueron los regalitos...
ResponderEliminaraw re tiernos los shanshos
ResponderEliminarque tiernooos ! continuala ! :)
ResponderEliminarTan lindos
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