Trabajaron lado a
lado preparando la
cena. En breve, una sartén cubierta descansaba al borde del fuego. El aroma de la carne asada
pronto llenó el aire. El estómago de Peter gruñó. Lali añadió algunas amargas rebanadas de pan pastoso envueltas en papel de
aluminio y
las situó en los bordes de las llamas donde se calentarían,
pero no arderían. Unos pocos minutos después se acurrucaron ante el fuego,
cada
uno
con un humeante bol de estofado y pan caliente.
—No
es la mitad de malo. —Lali metió el pan en el estofado y dio
un mordisco sin derramar una
gota.
Al
exterior el viendo
aullaba, recordando
a Peter cómo de
afortunados fueron al encontrar la
cabaña.
—Estar
hambriento definitivamente ayuda al sabor.
Otra
ráfaga golpeó contra las ventanas. El frío aire se filtró, previniendo a la cabaña de mantener el calor a
excepción del área cerca de la chimenea.
—Escucha ese viento. Estoy contenta de que ya no estuviéramos ahí
fuera. —Lali
miró fuera
de la ventana, fascinada por la nieve turbulenta pasar—. A propósito,
gracias por mantenernos a salvo aquí
dentro.
No puedo imaginar estar atascada en la tormenta. —Descansó sus coloreados ojos caramelos en él.
—No
tienes que agradecérmelo.
Casi te dio hipotermia.
Si hubiese bajado la velocidad o
parado cuando tuvimos la oportunidad, esto nunca
habría ocurrido.
Peter enterró otra cucharada de estofado en
la boca para evitar
admitir que había asustado a lo peor de sí mismo. Hubo momentos en los que no estaba seguro de si la había metido dentro y calentado lo bastante rápido. Sabía cómo
de peligroso era estar
fuera
en los
elementos. No
tenía
derecho
a
sentirse protector de Lali,
pero no podía evitar
más el sentirse atraído por ella.
—En
realidad es
muy divertido.
Quiero
decir, ahora que sé que ambos estamos bien —dijo
Lali—. Además, si no puedo tener mi
tradicional cena
familiar de Navidad en casa
en Madison, esta
es una alternativa mucho mejor
que
a la
que iba
a ir.
Sólo me siento mal
porque no llegaras a casa para ver a tu familia y a tu prometida. Eso
tiene que ser una lástima. Realmente deber ser
difícil estar
lejos de ella.
No tanto como
piensas.
—No,
está bien.
¿Quieres algo de agua? —dijo él para cambiar de
tema.
—Claro. —Ella le pasó el vaso y él lo llenó. Trasladaron el agua derretida de la olla, y después añadieron más nieve a la
olla, así que siempre
tendrían más agua.
Lali
puso el estofado a un lado y
buscó su bolso.
—Lo
único por lo que
me siento mal es por mi
madre. Debe estar
volviéndose loca. Revisó el teléfono—. Sin señal. —Lo dejó caer en
la mochila.
—Lo
sé. Es un momento horrible para desaparecer,
justo antes de Navidad. ¿Alguien más al que necesites contactar?
—No, en
realidad no. Mi
padre está ocupado con
su
nueva amante.
—¿No
hay un novio al que necesites llamar? —Intentó decirlo como
si fuera
una idea tardía
y no una pregunta
directa que había
estado teniendo ganas de preguntar.
Ella cogió el bol.
—Ni
de cerca. Peter se iluminó.
—¿En
serio? Había pensado que una chica como tú tendría a todo tipo de chicos alrededor.
La
frente de Lali se arrugó.
—¿A qué te refieres con
una chica
como
yo?
—Ya sabes divertida, extrovertida,
y guapa. —Lali se sonrojó,
y él sonrió al ver cómo de dulce y
despistada se parecía sobre sí misma.
—No sé qué Kool-Aid1 has
estado
bebiendo, pero
no voy a quejarme. —Dio otro mordisco.
—Entonces, ¿Por qué no tienes un novio?
Mojó el pan en
el bol.
—Primero de todo, no estoy buscando un novio. En realidad quiero hacerlo bien en la universidad y tener un novio sería una distracción. Además, imagino que si se supone que ocurriese, ocurrirá. —Estiró sus largas piernas—. Y segundo, la
mayoría
de
los chicos en la
universidad son idiotas. —Lo miró con
una sonrisa impasiva.
—¿Oh, en serio?
—Eso no es verdad. Hay muchos chicos agradables, pero los únicos mayormente lo que
quieren hacer es salir,
conseguir cargar, y acostarse
con
alguna chica al azar.
Así no soy yo. Hubo
un chico en clase que
realmente me gusto. Pensé
que yo a él
también, pero entonces se acostó con
mi
compañera de cuarto.
Lali
se merecía algo mejor que esos estúpidos de primer año.
—Ouch. Eso apesta. Me temo que eso es el primer año para ti. Todos
entran en la universidad y quieren
hacer todo
lo que
nunca
consiguieron en casa. Yo pasé la mayor parte de mi primer semestre
borracho.
—Ah,
eres un chico fiestero.
Él leyó la
decisión en su rostro.
—Ya
no. —Se rió—. Pagué mis cuotas en grandes ocasiones. Después de casi suspender dos de
las clases, decidí limpiar mi acto o ser enviado a casa, lo cual era la
última
cosa
que quería.
—Debes haber sido popular con
las chicas. —Ella rozó su bol limpio y
lo
puso a un lado.
—No, no lo era. —Se rió—. Fui el perfecto novio de Paula. Me dediqué desde cada
jueves a domingo, pero nunca la
engañé. Jamás.
—Debes amarla
tanto para
querer casarte así de joven.
En realidad él no quería hablar sobre su desafortunada relación. Las cosas habían estado acabadas durante mucho
tiempo, pero Paula no le
dejaría marchar.
—Esa es una historia completamente distinta por la que no quiero ir esta noche. —Paula
había cambiado. Mucho. Manipulaba a las personas para conseguir lo que quería
en la vida. Él no podía estar con
una chica así.
—Oh.
Está bien —dijo ella,
sonando reprendida,
y él
se sintió un poco
mal. Ella
no sabía sobre
sus
problemas con
Paula.
Aún
necesitaba averiguar cómo
conseguir que Paula entendiera
que ellos, bajo ninguna circunstancia, se casarían.
Lali bostezó y se
cubrió la
boca. El largo día finalmente
había
acabado con ella.
—Lo
siento. El fuego debe
estar
volviéndome soñolienta.
—Eso o el hecho
de que tuvieses una experiencia
cercana a la
muerte, caído al río,
y caminado dos millas en una tormenta. —Probó Peter y después sonrió en la más dulce de las formas que mostraba sus hoyuelos.
Paula era una chica afortunada. Lali
deseó tener una oportunidad con
Peter.
Al instante se reprendió.
¿No era algún tipo
de pecado el codiciar el novio de alguien más?
—De cualquier manera, ¿sabes qué hora es?
Peter observó el reloj.
—Un
cuarto
para
las
doce.
Oficialmente es el
veinticuatro de
Diciembre, Nochebuena.
—Es tarde. No es de extrañar que esté cansada. —Miró alrededor de
la habitación, preguntándose cómo
iban
a arreglárselas para
conseguir dormir. Sin duda
no podían usar los dormitorios con
las ventanas
abiertas. Peter debió
haber leído sus pensamientos o al menos notado la
incertidumbre
en su rostro.
—Vamos a sacar la mesa de café del camino. Puedes dormir en
el sofá
y yo me pondré en el suelo.
Lali sabía que debería ofrecerle
el sofá,
pero le dolía
todo el
cuerpo y dormir en el frío suelo sonaba horrible.
—¿Estás seguro? Me siento terrible
haciéndote dormir en el suelo. —
Pero el sofá no aguantaría a dos personas a menos que
se pusieran juntos como el regaliz rojo.
—Está bien.
A menos… —Miró
el sofá marrón con el tapizado estampado de hojas. Levantó el cojín central—… ¡es un sofá cama! — Quitó los otros cojines para revelar un mango
y el colchón escondido
dentro.
Se
giró hacia
Lali
con una sonrisa
malvada y preguntó—:
¿Quieres dormir
conmigo?
Jajaja genial!
ResponderEliminarJjajajajjaja,la respuesta es obvia ,los dos necesitan descansar bien.
ResponderEliminarmaaaasss maaass me encanta!
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