Es el penúltimo capítulo, van a tener que bancarme para subir ora adaptación porque sinceramente no tengo tiempo y no he leído otra novela.
Al día siguiente, Lali estaba lista para arrancarse el pelo. Esta monstruosa cabaña era demasiado grande, y todo allí
se sentía extraño. Nicolas se ofreció a
llevarlas a
pescar en el hielo.
¿No
se
daba
cuenta de
que
eran chicas
de la
ciudad? Aleli se
apiadó del
hombre y,
finalmente, accedió a intentarlo.
Su
madre se quedó con Lali y, después de una larga mañana de evitarse entre sí, su madre se sentó en el extremo opuesto del sofá. Al parecer era momento de tener
una charla.
—Lali, ¿qué está pasando? Has estado desanimada. No es propio
de
ti actuar
grosera. —Su madre tomó su taza
de café.
—Mamá, he estado desanimada desde que tú y
papá os
separasteis. ¿Cómo podría
estar de otro modo? —¿Y
cómo su madre
podría
no verlo?
Su madre se tensó, agarró la taza
con
más fuerza, y se quedó
mirando por la ventana.
—¡Lo ves! Cada vez que mencionó que nuestras vidas han tomado un giro de ciento
ochenta grados, tú te quedas callada y
finges que no
pasa nada.
—A veces las
cosas
cambian.
No es tu culpa —dijo
en un tono
condescendiente.
—Sé
que no es mi culpa, pero ¿no me merezco al menos una
explicación de por
qué un día tú y papá os reíais en
mi fiesta de
graduación y dos semanas después él estaba en la entrada de la casa peleando, con sus trajes en la parte de atrás de su coche? ¡He
escuchado esa mierda de “las cosas cambian” durante seis meses!
Su
madre suspiró y negó con la cabeza.
—¿Por qué os separasteis? ¿Estás consiguiendo el divorcio? Supongo que
lo estás haciendo, ya que estás viviendo con…
con
Nicolas.
—Lali, eso está fuera
de
lugar. Y te lo dije…
—“Nicolas es sólo
un amigo” —imitó Lali—.
Mamá,
no soy estúpida. Deja
de tratarme como si tuviera tres años.
Nos
arrastraste hasta aquí a
Aleli y a mí para pasar la Navidad más horrible de nuestras vidas.
¿Por qué nos castigas
de esta
manera? ¿No nos
merecemos
algo
normal?
Su
madre dejó la
taza sobre la mesita de café.
—La
situación entre tu
padre
y yo no os concierne a ti
y a tu
hermana, y
sinceramente, los detalles no son de tu incumbencia.
Su
madre bien podría haberla
abofeteado en la cara.
—También es
mi familia —dijo Lali en voz baja.
—Lali, después de veinte años, mi mundo se vino abajo. Esto es todo lo que puedo hacer para sobrellevar cada día. No tienes ni idea de lo que he pasado.
—Pero, ¿qué hay con lo que Aleli y
yo
hemos pasado?
—No
pude hacer nada. Vosotras fuisteis un daño colateral.
—Suenas como Nicolas.
—Siento que estés sufriendo,
pero
no hay nada que yo pueda hacer al respecto. Me pasé toda
la vida criándoos y reventándome la espalda para tratar de complacer a tu padre. Después de todo este tiempo,
merezco tener
mi vida de regreso. ¿Por qué no puedes ver que merezco ser
feliz?
—No
estoy diciendo que no puedas ser feliz, pero quiero algunas
respuestas sobre las cosas que afectan mi vida. En
un minuto estás con papá y al minuto siguiente estás con Nicolas, insistiendo en que él no es tu
novio. Vamos. Tengo ojos. Mira cómo te vistes. —Su madre llevaba ropa
muy
apretada, unos pantalones de
diseño de baja altura y una blusa ajustada
muy
escotada.
Su
madre se enfadó.
—Lo
que yo haga no es asunto tuyo. Soy una mujer adulta y no tengo que explicar mis acciones.
—Bueno, no me gusta
lo que
estás haciendo. No está bien.
Ni siquiera estás divorciada aún.
Estas durmiendo con otra persona, y todavía sigues casada.
—Separada. Hay
una
gran diferencia.
Y el divorcio será definitivo el próximo mes.
La
mandíbula de Lali cayó.
—¿Y
cuándo ibas a decirmelo? ¿O pretendías hacerlo? ¿Mis
sentimientos no cuentan para nada? —Luchó contra las
lágrimas que
brotaban.
—No
lo entiendes, Lali. Esto no se trata sobre ti. Esto es acerca de
tu
padre y de mí. Ambos somos felices de esta
manera.
—Me alegra que alguien lo sea, porque estoy segura de que yo no
lo
soy. ¿Cuánto tiempo más tengo que quedarme aquí?
—Hasta pasado mañana. —Su madre se
levantó y cogió
su
taza—. Veo que fue un error traerte aquí. Claramente no estás lista. —Y
se alejó.
Lali
la llamó.
—¿Eso crees? —¡Oh Dios mío! ¿Cómo podría pensar su madre que
Lali estaba dispuesta a participar en su nuevo mundo? Aún no había llegado a un acuerdo
para decirle adiós al viejo mundo.
La
puerta principal se abrió. Nicolas y Aleli
entraron.
—¡Mira lo que
atrapamos!
—señaló Aleli hacia la
cadena de peces que Nicolas
sostenía.
—¡El almuerzo! —se jactó Nicolas.
Aleli sonrió, aceptando
claramente
este
nuevo cambio
mejor que Lali.
—Esto es genial. —Lali cogió
su abrigo del armario y el teléfono de la mesa de la entrada.
—¿A dónde vas? —preguntó su madre en tono irritado.
—A
tomar un poco de aire. No puedo respirar
aquí.
Lali
se deslizó dentro de su abrigo y salió de la cabaña. El aire fresco era un buen
cambio
del sofocante y conflictivo aire interior.
El aroma de los bosques le recordó
la
cabaña que había compartido con Peter.
¿Eso había sido apenas ayer? La extrañaba y lo extrañaba a él, así como el año
en que fue al campamento de verano y tuvo
que despedirse de su nueva mejor amiga, Jessica. Le tomó mucho tiempo
dejar de extrañarla. Y ahora, Lali no podía imaginar superar alguna
vez
sus sentimientos sobre esos dos días nevados con el chico más dulce que había conocido.
Vagó por el largo camino de
la
entrada hacia la carretera principal. El teléfono sonó, perturbando el inmaculado silencio. Lo sacó de su
bolsillo, medio
esperando que la persona que llamara fuera su madre
regañándola
o diciéndole que regresara.
En cambio, era Peter. Su corazón
se
hinchó.
—Hola.
—Hola,
¿cómo
va
tu Navidad? —Su voz
sonaba
como
suave
terciopelo.
—Apesta. ¿Y la tuya? —dijo
—Lo
mismo. ¿Qué estás haciendo?
Echó
una mirada
a la curva en
el camino de la entrada.
—¿Ahora mismo? Huyendo. Peter se echó a reír.
—¿En
serio?
—No, pero lo haría si pudiera. —Dios, le encantaba
escuchar
su
voz.
—Escucha, por la mañana iré de regreso a Madison para escapar
de la avalancha
del infierno que he creado. ¿Existe alguna posibilidad de que quieras que te lleve?
Ella se detuvo en
seco.
—Por favor, dime que no me estás tomando el pelo, porque si lo
estás haciendo, voy a acabar
contigo.
—Nunca
haría
eso
—dijo.
—Lo
juro, si estás bromeando, conduciré tu camioneta dentro del río.
—Demasiado tarde. Ya está
hecho. Te recogeré a las nueve.
—¡No llegues tarde!
—Nunca.
Jiiiijiijijiji,huyendo los dos d nuevo.
ResponderEliminarQuiero el último!!
ResponderEliminaraw que lindos! El último el último!
ResponderEliminarAhhh quiero el encuentro yaa
ResponderEliminar