domingo, 31 de mayo de 2015

Capítulo 8

A lo alto del terraplén, miraron a la camioneta. Ambos neumáticos delanteros descansaban en el río. Gracias a Dios que estaban a salvo lejos de la terrorífica agua, pero a Lali tampoco le gustaba la rareza de estar fuera en una tormenta de nieve. Temblando, se giró hacia Peter.


Estamos en una profunda mierda.

Eso es una finura. Él se desabrochó el abrigo y lo esti en alto para cubrirse las orejas.

Lali se abrazó a misma en un intento fallido por permanecer en calor. Sus piernas estaban entumecidas. Luc por mantenerse erguida contra el viento golpeando, su abrigo ya no siendo una barrera contra el frío.

—¿Qué estás haciendo? ¿Estás bien? —Revisó Peter sobre ella, con las cejas bajas ante una idea.

—Además de congelarme hasta morir, estoy bi-bi-bi-bien. —Sus dientes castañearon.

La preocupación nubló los ojos de él. Le tend la bufanda, la roja que obtuvo las navidades anteriores. La volv a envolver entorno a su cuello, esta vez cubriéndole la boca y la nariz.

Tenemos que tener la esperanza de que alguien llegue realmente pronto o de encontrar algún refugio, y rápido. Ató los extremos de la bufanda en un ajuste.

—¿Por qué dirección deberíamos ir? Ella quería salir de ese frío tan rápido como fuera posible.

—No pasamos nada durante un tiempo en esta carretera, así que vamos a seguir moviéndonos hacia adelante. Peter se subió la mochila más alto y partió, abrazando su cuerpo contra el fuerte viento.

Lali caminó por detrás. Apreciaba a Peter por intentar servir como refugio contra el viento, pero no parecía que hubiera mucha diferencia. En minutos, sus pantalones estaban congelados, el congelado material frotándose contra su piel como papel de lija. La mordaz nieve golpeándole el rostro como diminutas agujas. Tiró de la bufanda más alto, así todo se cubriría menos sus ojos. Ojala tuviese un gorro.

Cada paso se convertía en una agonía mientras avanzaban. Lali no podía sentir más los dedos de los pies y los pies se sentían como si fueran a romperse con el siguiente paso. Los dedos se convirtieron en ramas congeladas. El frío se filtraba por cada poro. Si no encontraban pronto un refugio, estaba en peligro de congelación o hipotermia.

Después de lo que pareció una hora de caminar pero que podrían haber sido solo diez minutos, Peter paró. Lali llegó hasta él.

—Lo siento —murmuró.

Peter se giró hacia ella, su rostro rojo por el fiero viento. Se met las manos debajo de los brazos y giró sobre el huracanado viento.

—¿mo lo estás llevando?

Lali se limpió los mocos helados de la nariz.

—Realmente estoy congelada. ¿Ves algo? —Los dientes aun castañeaban.

—No, solo árboles en ese lado. Al otro lado está el río. Con el tiempo tiene que haber una entrada a una cabina o una casa. Normalmente no puedes estar dos minutos sin correr hacia una cabaña de pesca o una cabaña de verano en esta área.

Tal vez deberían haberse quedado en la camioneta. No podía creer que en realidad estuviese divirtiéndose ante esa idea. La camioneta podría ser arrastrada en el  río en ese instante. Pero al  menos en la camioneta, podrían haber encendido el motor para permanecer en calor.

—¿Sabes cómo construir un iglú? —brom ella, pero lo decía en serio.

—Ojala lo supiese. Tenemos que salir de este frío, y pronto.

El viento aulló a través de los árboles que se alineaban al lado izquierdo de la carretera.

—Vamos. Tengo miedo de que si nos detenemos por mucho tiempo no seremos capaces de continuar dijo ella.

Peter puso el brazo alrededor de ella y la acercó, prácticamente manteniéndola recta. Ella apretó su cuerpo contra el de él, lo cual de alguna manera bloqueó algo de viento. Caminaron hacia adelante como zombis aturdidos a través de la penetrante nieve, rezando por una abertura en la línea de árboles que indicaría una entrada.

Pocos minutos desps, cuando la mochila de ella se sentía como el peso del mundo, Peter señaló.

—¿Qué es eso?

Lali entrecerró los ojos y divisó una sombra de algo al lado de la carretera. Unos pocos pasos más y el corazón le dio un vuelco.


¡Un buzón!

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