Peter prefería conducir a través de la nieve y llegar por la noche, en
lugar de esperar hasta que
la nieve se detuviera, pero sentía que
también debería
escuchar los pensamientos de Lali.
—¿Qué piensas? ¿Do Drop
Inn
o conducción
a cuatro ruedas?
—¿Qué tan lejos? —preguntó ella, aparentemente considerando
las
opciones.
Peter se preguntó
si se preocupaba más en pasar la noche con él en una habitación de hotel o en no llegar a casa para ver a su madre por la
noche.
—Si
es realmente malo, cuarenta y
cinco minutos,
quizás una hora como mucho.
—¿Te
das cuenta
de que vas a tener
que
quedarte en la noche? Mi madre nunca te dejaría
seguir conduciendo con un
tiempo como este.
—Te
refieres a quedarme con, ¿cómo lo llamaste? ¿El
no novio, Nicolas? No lo
sé. —Por un lado, si le afectaba, tendría
que ser capaz de posponer la ruptura con Paula. Una noche en un
bungalow con un
montón de extraños sería completamente malo.
Además,
Lali parecía muy agradable y de poco drama.
Brillantes luces iluminadas aparecieron en el exterior,
seguidas de un enorme quitanieves.
—Mira, hay un
arador. —Lali
señaló hacia afuera de la ventana.
—Y va dirigido en
la dirección correcta. ¿Qué dices? ¿Quieres ir por ahí? —preguntó Peter, ansioso por regresar a la carretera.
—Totalmente. Sin tripas, sin gloria. —La cara de Lali se iluminó.
Sostuvo en
alto la mano y Peter le chocó los cinco.
—Chicos, ¿tenéis suministros de emergencia
en caso
de
que tengais problemas? —preguntó el anciano.
—Sí, tengo arena en la
parte trasera
y una pala de nieve.
—¿Qué hay de agua y mantas? —preguntó el dependiente.
—Tengo la mitad de mi guardarropa en la bolsa de ropa sucia, pero llevaré un
par de botellas de agua.
—No
se preocupe. Estaremos bien. No estamos lejos de
nuestro destino
—explicó Peter.
—Estoy seguro de que estaréis bien, pero nunca
hace daño estar preparado.
—Apartó el ordenador
del mostrador.
Mientras Lali pagaba, Peter escaneó
los estantes de la tienda por
algún regalo de último minuto para su prometida. Estaría
molesta si le daba un bolígrafo iluminado con un Santa Claus vestido en un jersey
de Empaquetador. El
dulce de leche no estaría en su dieta o un
bote gigante de palomitas. De cualquier manera, una vez que rompiese su compromiso, probablemente ella le arrojaría el regalo en la cara. Siguió a Lali
fuera hasta la camioneta.
El arado apartaba los altos centímetros de nieve de las carreteras. El avance aún era lento,
pero
Peter se sentía satisfecho porque pronto dejaría a Lali en su destino. Divisó el giro
gracias
a
una
luz en la intersección.
—La buena noticia es que encontramos River Road.
Estamos acercándonos —dijo
Peter.
—¿Y
las malas noticias? Con lentitud tomó el giro.
—River Road no ha sido arado. —La
camioneta
patinó mientras él tomaba la curva.
—¡Oye, no hagas eso! —Lali se agarró el salpicadero.
—Lo
siento. —Peter miró fuera al abismo, la intacta nieve ante ellos. Alguien había conducido desde
la otra dirección hace no mucho; usó las cadenas de neumáticos para
ayudar
a guiar el camino.
—Entonces,
¿dónde está el rio?
—Lali
miró
a la
oscuridad con
nada
más que la nieve volando alrededor.
—No lo sé. Nunca antes he estado en este camino. Por todo lo que sé,
podría estar justo a nuestro lado.
Apenas puedo ver la carretera. — Peter se aferró al volante y miró a través de la cautivante nieve.
—A
este paso, vas a
terminar pasando la noche conmigo en el
disfuncional campamento.
¡Ja! —Lo provocó
ella,
sonando más nerviosa mientras se acercaban a su destino.
—¿Eso te gustaría, verdad? ¿Hacerme sufrir a tu lado? —No le podría
importar quedarse en casa de ella.
Cuanto más se acercaba a llegar a casa, más temía lo que seguía.
—Cualquier cosa para salvarme de enfrentar a mamá y al No Novio.
Siento como si fuera a condenarme a la
muerte, no a celebrar la
Navidad. ¿Qué tan desastroso
es
eso?
—Muy desastroso, pero ¿no es eso para lo que son las vacaciones?
Familias forzándose a pasar tiempo
juntos y que puedan recordar lo extraños que son todos. —Así es
como
él se sentía con Paula. Ella solía ser guapa y divertida, pero ahora iba por
caminos que no eran
buenos.
—Interesante teoría. Siempre pensé que mi familia era muy
normal.
Pero ahora que lo mencionas, tengo a Tía
Liz. —Rió con
nerviosismo.
—¿Qué? —Miró por encima para ver el rostro de ella iluminado por
las luces del salpicadero.
—Cada vez que Tía Liz se hospedaba en Navidad, durante el postre
sacaba esa vieja jarra llena de
lo que parecía un oscuro y mugriento zumo de manzana. Ya ves, después de que mi abuelo muriera, encontraron tres jarras en la bodega de cuando él hacía licor casero.
Tía
Liz
ponía
pequeños vasos de
alcohol y vertía a todos los que
quisieran un trago. Un
par de
ellos
y estaban
perdidos. Es muy
estresante.
Peter había visto a sus
padres
achispados unas pocas veces y también
se les unió en
un par de ocasiones.
—¿Alguna vez
has probado el licor
de
tu abuelo?
—Una vez di un sorbo. Sabía a estanque sucio.
Pensé
que seguramente iba a quemarme la pared
del estómago.
—¿No
eres una bebedora?
—En realidad no.
he estado en unas pocas fiestas en la universidad, pero todos beben muy rápido. Es divertido en ese
momento, pero el día
siguiente es horrible, juro que nunca
beberé de nuevo.
—Hasta la
próxima fiesta —añadió Peter.
—Exacto.
Lali
recordó su primer
año y todas las diabluras que hizo.
—¡Oh, a Tía
Liz le gusta desnudarse! —Lali volvió a reír.
—¿En
serio? —Peter deseó que no estuviese atrapado conduciendo
en una tormenta de nieve. Hubiera preferido centrarse en Lali,
¿sabía ella como se iluminaba su cara cuando recordaba viejos tiempos?
—Elimina
lo
visual que estés pensando, porque estás equivocado. Tía
Liz es una mujer muy grande y
de cincuenta años. Canta en alto,
canciones crudas y finge que es del doble de tamaño, de una
cabaretera de las Vegas —dijo Lali.
Peter rió
y sonrió a Lali.
Ella sonrió y se encogió de hombros, después miró hacia adelante.
—¡Cuidado!
—gritó.
Él
levantó la cabeza
hacia
el frente. Un ciervo permanecía
en
medio de la carretera, mirando paralizado a los faros. La camioneta viró
bruscamente hacia adelante.
—¡Mierda! —Pisó el freno.
Incapaz de conseguir
alguna tracción, la camioneta se deslizó, girando a un lado. El impulso a cuatro ruedas fue inútil en la profunda nieve.
Peter giró
el volante para mantener los neumáticos puestos hacia adelante. Pulsó
la bocina. El ciervo salió huyendo. Se esforzó por tener la
camioneta
bajo
control.
Un segundo ciervo atravesó el camino. Este no fue tan suertudo.
Peter no tuvo opción. La
camioneta
golpeó los cuartos traseros del ciervo y los envió girando.
La camioneta viró como
un auto loco, y
con
la pesada nieve
cayendo, no tenía
ni idea de que dirección estaba adelante, o si estaban
a punto de chocar
con
un árbol.
—¡Aguanta!
La camioneta salió de la carretera, de regreso al final del principio,
después giró a un lado. Él estaba seguro de que la camioneta daría
la vuelta. Alargó el brazo derecho para mantener a Lali en su lugar.
Cada
nanosegundo pasó en lento movimiento.
La camioneta rebotó en un empinado terraplén,
girando hacia adelante y finalmente deslizándose hasta detenerse.
Entonces Lali gritó como
él
nunca había escuchado gritar a nadie antes.
Los faros revelaron salpicaduras
de agua deslizándose frente a la
camioneta.
o_o
ResponderEliminarHan caído al agua....
ResponderEliminarJjajajajajaja,las historietas d Lali con su familia