¡Oh mierda!
—
Peter intentó volver
hacia
atrás en su asiento para
evitar la oscura
y
furiosa
agua
envolviendo su camioneta, pero el cinturón lo mantuvo en su lugar.
—¡El río va a tragarnos! —gritó Lali con pánico.
Peter miró alrededor con franqueza. El extremo del frente de la
camioneta
era claro
en el agua. ¿Se deslizaría
dentro toda la
camioneta? ¿Tenía razón Lali, esa fuerza de la corriente le llevaría
más
lejos?
—¡Tenemos que salir! —Lali casi lloraba.
—Déjame intentar dar marcha atrás. Tal vez
nos saque un poco
del
agua.
—¡No! No toques nada. ¡Nos tragará!
La
adrenalina bombeó a través de Peter. Tenía que
moverse con
rapidez. Cautelosamente dio marcha atrás a
la camioneta y retrocedió
levemente sobre el
acelerador.
La
camioneta se tambaleó hacia atrás durante un segundo,
pero entonces se deslizó atrás a su lugar. Miró
a Lali, su cara aterrorizada, su mano agarrando la
puerta
de
la camioneta y la
otra plantada
firmemente en el salpicadero.
Lo intentó una vez más, pisando más el acelerador.
El camión se
balanceó hacia atrás una fracción y
después se volvió a deslizar hacia adelante.
—¡Para, para, para! ¡Por favor no hagas más eso! Vas a meternos más rápido en el río.
—Está bien. —Peter puso el camión en el parque y puso el freno, esperando que
los mantuviese en ese lugar.
Con un suspiro, apagó el motor—. Tenemos que salir de aquí. —Escaneó la
camioneta
por
mejor resolución—. Vas a tener que ir o por la puerta, la cual está más cerca
del agua, o la cabina de la ventana. No estoy seguro
de que pueda pasar a través de eso.
—No
quiero quedar atrapada en esa diminuta ventana si el río de
repente nos empuja dentro —dijo Lali.
Peter no podía parar de mirar al agua
mientras fluía.
Abrió la puerta
unos pocos centímetros. Una
oleada de viento frío sopló dentro.
—El agua en mi puerta está solo
a unos pocos metros de profundidad.
Golpeó la puerta y se giró hacia
Lali.
—Pon todas tus cosas de invierno
y salgamos de aquí mientras podamos.
—Con rapidez se deslizó en su abrigo, el gorro y los guantes.
Lali
parecía lista, excepto por tirar frenéticamente las cosas de su
bolso
y metérselas en los bolsillos de la chaqueta.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Peter con
incredulidad.
—Estoy agarrando tantos regalos como sean
posibles.
—Tienes que estar bromeando
conmigo.
—Si
tu camioneta
es arrastrada, no voy a perder todas mis cosas.
Peter alargó el brazo para pasarlo sobre las piernas de ella
hasta el
salpicadero.
—Discúlpame. —Lo abrió, agarró una
linterna
y lo cerró de golpe.
—Buena idea.
—Lali rellenó un par de
largas y estrechas bolsas de
pan bajo el frente de su chaqueta y lo cerró.
—¿Planeaste darle a alguien pan para Navidad? —Él deslizó
la linterna en
la
mochila y se puso una
de
las tiras sobre el
hombro.
—Es una tradición familiar. Mi abuelo solía tener una pastelería. Además, podríamos necesitarlo más tarde.
—Buen punto. Ahora vamos a salir
de
aquí.
Peter se desabrochó el cinturón y se balanceó
entre el asiento y el volante. Miró a Lali y el miedo en sus ojos.
Probó una
mirada valiente.
—Aquí vamos.
Lali
se desabrochó y se puso de pie
con
torpeza en la inclinada cabina de la camioneta. El corazón casi se le salió del cuerpo.
Peter abrió la
puerta. El viento
frío
rugió. Agarró el mango
de la
camioneta mientras salía. Lali notó que llevaba botas. Chico listo. Al
instante se arrepintió de su pobre elección de zapatos. Con la
mochila
conteniendo el portátil sujeta a su espalda, se apeó en el lado de
la puerta del conductor. De ninguna
forma permitiría que Peter saliera de su visión.
Él salió
y se tropezó sobre
sus
rodillas. Se puso
de
pie y se apoyó en la camioneta como
ayuda mientras se las arreglaba
para alejarse unos pocos metros de la puerta. Extendió la mano.
—Las rocas están cubiertas de hielo sólido. Agárrate a
la camioneta
cuando salgas y después agarra mi mano —gritó por
encima
del viento.
Lali miró hacia
la
oscura
y
agitada
agua.
Podrían haberse ahogado si se deslizaban más rápido dentro. El frío y mordaz viento la amenazaba con empujarla dentro de la camioneta.
Se
agarró a la camioneta con una mano y a la correa del cinturón
de
seguridad con la otra. Lali salió y hundió el delgado cristal en agua glaciar que instantáneamente le humedeció el pie. Plantó el otro pie más lejos, en
varios centímetros de nieve.
—Buen trabajo. Lo conseguiste. —Él mantuvo la
mano extendida, el rostro alentador.
Lali
dejó ir la correa
del cinturón de seguridad y
dio un largo
paso
hacia Peter. Casi llegaba a él, entonces su pie se
deslizo y
cayó.
Fuerte.
—¡Lali!
—gritó Peter, revolviéndose sobre las resbaladizas rocas. Estupefacta, le llevó un segundo darse cuenta de lo que acababa
de ocurrir.
El agua fría congelándose
le mojó las piernas y se filtró por
encima de la parte delantera de su abrigo. El codo le dolía como el
infierno.
—¡Lali! ¿Estás bien? —Peter apareció a
su lado.
—Sí —dijo ella, sorprendida
al encontrarse en el agua.
Las manos de
Peter se deslizaron
bajo sus brazos y la salvaron.
—Te tengo. —La
levantó
sobre sus pies y
la
recostó contra la
camioneta. El viento y
la
nieve se arremolinaron entorno a ellos.
Él
se acercó más a su rostro—. Vas a estar bien. ¿Entendido?
Ella asintió, absorbiendo la afirmación de sus ojos. El agua fría del río
le goteaba por las piernas.
—Bien. Permanece cerca de mí. Vamos a
regresar a la carretera.
Lali
se balanceó contra el otro lado de la camioneta mientras se pusieron
en
camino a la
peor de las rocas más
grandes.
Peter los condujo al inclinado terraplén,
en ocasiones deteniéndose para
ayudarla. Bajo varias capaz de nieve acumulada,
la
maleza mojada ayudaba
a asegurar su caminata. Se deslizó
y cayó un par de veces,
y sus vaqueros se mojaron con rapidez con la nieve.
más más más
ResponderEliminarLos dos empapados....
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