Cada ráfaga de viento
lanzó diminutos fragmentos de aguanieve al rostro ya congelado de Lali Espósito.
Todavía no había visto al chico que la llevaría, Peter Lanzani,
pero ya no le agradaba. Él dijo que a las dos en punto, y ya eran veinte
minutos después.
Si había algo que ella odiase,
era no mantener su
palabra. Si dices algo, por el amor de
Dios, hazlo. Especialmente si eso significa
que estás dejando a alguien afuera
para morirse
de frío.
Lali
agarró su café frío
y se reforzó contra el viento
penetrante,
mientras esperaba fuera en el Memorial Union por su largo viaje hacia el
norte con
un completo
desconocido. Nada acerca
de estas
vacaciones se sentía familiar
o correcto.
Desde
la repentina separación de sus padres el junio pasado, su madre había
empezado a comportarse diferente. Decidió
arrastrar a Lali y a su pequeña
hermana hasta
la cabaña de algún tipo llamado
Nicolas para las vacaciones de Navidad. Lali tembló.
Así que se
vio obligada a esperar en este profundo congelamiento para
que
la llevara
un
estudiante universitario que realmente
no
conocía.
Aparentemente, la
ciudad natal
de Peter,
En
Medio de Ninguna Maldita Parte, Wisconsin, no estaba lejos de la casa de Nicolas.
Su madre se refirió
a Nicolas como solo un amigo,
pero Lali no era
estúpida. Las mujeres de cuarenta y tantos años, recién
divorciadas no forzaban repentinamente a
sus
poco dispuestos hijos a alejarse de todas
las tradiciones festivas que siempre habían conocido para pasar el rato con
un
amigo.
Los dientes de Lali castañearon mientras le daba la espalda a otra
ráfaga de viento bajo cero. Su largo cabello se enredó en el viento.
Sacó
su teléfono del bolsillo de su abrigo, comprobando de nuevo
por un texto o un
mensaje que explicara la extrema tardanza de Peter.
Nada.
El hermano de su compañera de cuarto compartía casa con
Peter y algunos otros chicos. Candela había
dicho que Peter era
muy inteligente, totalmente caliente y que estaba comprometido con una chica en casa. Lo que sea.
Él estaba retrasado.
Mientras Lali temblaba y estaba al pendiente de su camioneta
azul, pensó en lo
perfecta que había sido la vida hasta dos semanas
después de su graduación, cuando
su padre abruptamente se mudó atravesando la
ciudad, y su madre comenzó a vestirse demasiado
joven
para su edad y
empezó a salir todo el tiempo.
El teléfono de Lali sonó. Ya era malditamente hora.
Sus
dedos entumecidos titubearon con el teléfono. Comprobó el identificador de llamadas y suspiró.
—Hola, mamá.
—Hola,
cariño. ¿Todavía estás en camino? Nicolas dijo
que si no te vas
pronto, vas a toparte con la
nieve. Se suponía que iría al norte, pero
ahora está
cambiando de dirección.
Lali
rodó los ojos.
—Estoy
esperando al chico que me llevará.
—Dime otra vez, ¿con quién estás yendo? ¿Y cómo es que lo
conoces? Realmente no
estoy muy
cómoda con que hayas aceptado que te llevara un
total desconocido.
—Te
lo
dije. Su nombre es Peter, y mi compañera de cuarto conoce a
su familia. —Una
mentira total—.
Así es
como los estudiantes
universitarios viajan con frecuencia,
mamá. Si no me estuvieras obligando a ir al otro lado
del estado, no estaría viajando con un
completo desconocido.
—Lali sintió un poco de remordimiento por sus comentarios sarcásticos, pero esto era completamente culpa
de su madre. Lali merecía comportarse como una adolescente huraña.
Su
mamá ignoró su tono.
—Me gustaría que hubieras podido llegar con Nicolas, con tu hermana
y conmigo el jueves. La universidad no debería programar los exámenes tan cerca
de
Navidad.
Lali
prefería viajar con un desconocido
estudiante universitario que con
Nicolas, a quien había
apodado, El No Novio.
—¿Cuál es su número de teléfono? Al menos debería tener eso — preguntó su madre.
—¡No! Eso no va a suceder. Simplemente lo
llamarás para darle
información meteorológica
actualizada cada
diez
minutos.
—No
soy tan
mala —dijo su madre. Lali
no respondió.
—Bueno, tal vez lo soy,
pero
solo es porque te quiero y quiero que estés a
salvo.
Lali
resopló. Si su madre la quisiera
tanto, le habría dicho qué demonios le pasó a su familia en los últimos seis meses. En lugar de eso,
su madre seguía fingiendo que la vida era normal, cuando era todo lo
contrario.
—Mamá, mis dedos
se están congelando. Te veré en cinco o seis horas.
—Muy bien, pero asegúrate de que él conduzca con cuidado. Y si
empieza a nevar, quiero que se detenga, y si hay problemas con el
coche, llámame,
y te
daré
mi número
del club de coches. ¿Tienes
dinero para detenerte a
comer algo?
—Lo
tengo bajo control. Voy a colgar. Adiós. —Lali terminó
la llamada. ¿Cómo iba a aguantar cuatro días con su madre? Ellas solían llevarse bien,
pero desde que sus padres se separaron, apenas podía soportar estar alrededor de ella. Estar lejos, en la universidad, había sido
su salvación.
Solo unos pocos estudiantes se quedaban en el campus tan cerca
de
Navidad, y la
mayoría de ellos tenían la inteligencia de permanecer
en el interior. Lali miró con nostalgia hacia las puertas
de Union y
pensó en entrar para calentarse, pero no quería perder de vista a Peter. Con los dedos de los pies congelados, deseó haberse puesto las botas
que estaban enterradas profundamente en su bolsa de lona, en lugar
de sus zapatos deportivos. Tiró
su café casi congelado en el contenedor de basura.
ya empezó mal Jajaja más más
ResponderEliminarSe heló hasta el café,jajjajajaja.
ResponderEliminarLo k va a ser ese viaje