Peter no
había visto una tormenta de invierno así de mala en años. Las condiciones de
la
carretera habían cambiado de malas a apenas visibles, y durante los
últimos kilómetros, apenas vio otros coches en la
carretera.
La
nieve caía en
un constante manto blanco. Los faros iluminaban la nieve, y los copos se precipitaban a toda velocidad como si fueran una nave espacial en
una película de ciencia ficción.
—¿Por qué no lo araron? —preguntó Lali desde el otro lado de la
oscura
cabina.
—Podrían estar esperando hasta que más nieve se acumule o quizás no
han llegado aún a esta carretera. —Otra gran ráfaga golpeó la
camioneta, causando
que Peter agarrase el volante con más fuerza. Los
vientos aullaban—. A veces cuando
hay grandes vientos,
las roturas son sacadas hasta que
las condiciones ceden.
—Eso
parece una mala idea.
—Lo
es si estás varada ahí
—respondió
él centrándose
en la
carretera.
—Como nosotros —dijo ella.
Él detectó la presión
en su voz.
—Nada por
lo que preocuparse. Te llevaré de una sola
pieza. —
Quería extender el brazo y palmear su pierna en confortación pero imaginó que dos manos en el volante serían
mejor.
—Tengo esperanza de que lo hagas —tentó ella. Él se rió por lo bajo.
—No
hay problema.
En Ashland,
tenemos grandes lagos hechos de
nieve proveniente del Lago
Superior. Confía en mí. Tengo un doctorado en conducir carreteras cubiertas de nieve.
Una
hora después, solo habían pasado cincuenta kilómetros. El hielo
se había acumulado bajo el parabrisas. Incluso con el descongelante en alto, el hielo acumulado hacía difícil ver la
carretera.
Miró
a Lali y la encontró agarrando el reposabrazos.
—¿Crees
que
deberíamos
desviarnos por
algún
otro
lugar? — preguntó ella.
Peter no
quería admitir la derrota cuando estaban demasiado cerca,
pero las carreteras definitivamente se habían deteriorado.
—Solo tenemos otros veinticuatro kilómetros, y
creo que podemos llegar sin problemas. Pero va a llevar un tiempo, a menos que la
nieve se manifieste y aclare
un camino.
En la distancia, visualizó el borroso brillo de las luces a un lado de la
carretera. Un minuto
después llegaron a una combinación de
gasolinera/tienda de alimentos. El brillo de las luces superiores de la
estación
iluminó el edificio cubierto de nieve.
—¿Qué dices de desviarnos a un lado y ver si hay un actualizador
del tiempo?
—Me parece bien.
Además, después de esa enorme soda,
podía usar el baño. Alguien
había
arado la
estación
hacia no mucho tiempo, así que estaba mucho
mejor que la actual carretera. Peter fue al lugar de aparcamiento frente
a la tienda. Los fuertes vientos habían perforado la nieve a un lado del
edificio y lo limpiaron hasta aclararlo en otro.
—¿Por qué no
vas
primero? Si ambos
abrimos las puertas al mismo
tiempo el viento podría soplar
todo aquí afuera —dijo Peter.
Lali se
deslizó en
el
abrigo y agarró el bolso.
—Todo equipado. —Salió; el viento sopló su cabello directamente hacia atrás mientras empujaba la puerta para cerrarla y corrió hacia
dentro.
Peter forzó su puerta hasta abrirla.
Perforando el frío aire en su
exhalación. Entrecerró los ojos para evitar que la nieve perforara sus ojos y corrió unos pocos pasos hasta la
puerta de entrada.
—¡Oh! —Tembló y sacudió la cabeza. La nieve le cayó del
pelo
como un mal caso de caspa.
—Oh
Dios mío, está helando ahí fuera. —Lali se abrazó a si misma
del frio mientras se dirigía al servicio.
Las coloreadas luces
de Navidades centellearon desde las ventanas de
la tienda,
iluminando
un
expositor
de tabaco de
mascar. El
mostrador
de ventas incluía multitudes de
expositores
de mecheros,
duros
caramelos
de vacaciones, dulce
de leche de Amish,
y
una
docena de otras impulsivas gangas.
Un
anciano, tal vez en los sesenta,
vistiendo una camiseta roja de franela y gafas que a Peter le recordaba a su abuelo,
permanecía detrás del mostrador. La guirnalda de papel
rojo decoraba las paredes de cigarros.
—Es muy molesto conducir
ahí
fuera —comentó el hombre.
—Los últimos kilómetros han sido
lo peor. ¿Ha escuchado algunas mejoras? —preguntó Peter.
El radar mostraba una amplia
masa de nieve de precipitación cubrir
lo
más alto
de
Wisconsin y extenderse
por Minnesota. Cuando Peter
revisó el radar
esa
mañana, las predicciones de nevada eran bajas.
—Pensé que la tormenta estaría al norte de nosotros. —Miró a la
nube blanca
que cubría la mayor parte del monitor.
—Los hombres del tiempo de
hoy
no son mejores que
los de hace
treinta años. Todo ese equipo de alta tecnología y solo predijeron ocho centímetros de nieve. Ahora están diciendo de doce a veinte antes de que esta cosa esté hecha.
Peter miró
fuera a las condiciones pasadas.
—¿Ha visto algo de arado? Solo nos quedan veinticuatro kilómetros
para ir y un arado de seguro nos haría la vida más fácil.
—No
durante un tiempo. Es difícil decir lo que harán
con
eso al ser las vacaciones y demás.
Lali
apareció llevando una
sonrisa
encantadora. Notó el radar.
—¡Mierda
Santa! Mira eso.
Peter contuvo la sonrisa mientras ella
miraba la pantalla. Su brillante
cabello castaño fluía sobre sus hombros. Ella giró los ojos ámbar hacia
él, con las largas y oscuras pestañas agitadas.
—¿Qué piensas? ¿Podemos atravesarlo?
—Eso
es de lo que estábamos
hablando.
Sino intentamos
atravesarlo ahora, no sé cuándo lo
haremos.
Este es el único frente al
final de la tormenta. Va
a durar mucho rato.
Lali
frunció los labios mientras se concentraba en la pantalla
del
radar.
—Si
no quieres conducir más esta noche,
hay un pequeño motel,
en el Do Drop Inn, delante de la carretera a unos dos kilómetros o así. —El
empleado gesticuló hacia el norte.
más más más
ResponderEliminarNada d conducir más ...k es peligroso,jajajjajajjaja.
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