jueves, 30 de enero de 2014

Capítulo 8

Base de los geo Guadalajara (España), noviembre de 2010

Un grupo de fuertes y jóvenes hombres corría sin descanso por el campo de la base de madrugada. Pisaban el suelo con seguridad mientras el resuello de sus respiraciones se acompasaba al esfuerzo del momento. Eran los mejores. El selecto grupo de los geo. Los miembros de la Unidad de Elite de la Policía Nacional. Valerosos hombres Alfa, seccionados en Comandos que, con su dedicación por el beneficio de los demás, estaban dispuestos a actuar en cualquier punto de España o allá donde se les necesitara.
Tras pasarse más de ocho horas entrenando hasta la extenuación y realizar un simulacro de asalto a un edificio, regresaban sucios y sudorosos pero, a la vez, felices y satisfechos a su Base de Guadalajara.
—Id a descansar. Os lo merecéis —dijo Peter Lanzani, Instructor del pelotón.
Los hombres, agotados, se dirigieron hacia los vestuarios. Una buena ducha y un café les sentaría de maravilla. Ya descansarían luego.
Cuando Peter entró en sus dependencias, se encontró allí dormitando a Nicolas R., especialista en explosivos y aperturas y su mejor amigo. Juntos habían superado las difíciles y extenuantes pruebas para entrar en el cuerpo y lo habían conseguido. Con desgana, despertó al oír ruido, se sentó en el camastro y mirando a su sucio colega preguntó:
—¿Todo bien?
Quitándose la sudada camiseta oscura y tirándola al suelo el inspector Lanzani asintió, dio al play de su CD y la música de Aerosmith inundó la estancia. Necesitaba una ducha miles de que sus músculos se agarrotaran por el esfuerzo hecho. Diez minutos después, ya más relajado, salió de la ducha con una toalla blanca alrededor de la cintura.
Su amigo, el inspector R., sonrió al verle. Aquella visión hubiera levantado murmullos de admiración entre las amigas de su mujer, Eugenia. Peter era un tipo que levantaba pasiones entre el sexo femenino. Algo que él no parecía tener muy en cuenta. En todos los años que hacía que se conocían, solo había visto a su amigo prestar atención a alguna mujer en dos ocasiones. En cuanto las féminas comenzaban a agobiarle, cortaba la relación. El Inspector Lanzani de treinta y dos años, no quería compromisos. Quería vivir su vida, disfrutar del sexo y seguir con su trabajo, que le apasionaba.
—He recibido un mensaje al móvil de mi Chinita. Nos propone un plan para esta noche para celebrar tu cumpleaños —dijo Nicolas observando el tatuaje que su amigo se había hecho años atrás en el brazo.
Peter sonrió. Era cierto. Era su cumpleaños. Cumplía  treinta y dos. Mientras se secaba su oscuro corto pelo vigorosamente con una toalla preguntó:
—¿Qué ha planeado la casamentera de tu mujercita?
Ambos sonrieron. Eugenia era una chica magnifica pero se había empeñado en buscarle una compañera ideal. Algo imposible. Ninguna le gustaba lo suficiente como para tener más de dos citas con ellas.
Peter era un tipo imponente. Alto, deportista, atractivo y terriblemente sexy. Su constante entrenamiento en la base de Guadalajara había conseguido labrar en él un cuerpo imponente. Era todo músculo y fibra. Fuerza y sensualidad. Y si a eso le unías unos ojos oscuros seductores y una sonrisa que utilizaba en contadas ocasiones, pero que cuando la mostraba dejaba sin habla, tenías el cóctel perfecto para hacer babear a cualquier mujer. 

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