Base de los
geo Guadalajara (España), noviembre de 2010
Un grupo de fuertes y jóvenes hombres corría sin
descanso por el campo de la base de madrugada. Pisaban el suelo con seguridad
mientras el resuello de sus respiraciones se acompasaba al esfuerzo del
momento. Eran los mejores. El selecto grupo de los geo. Los miembros de la
Unidad de Elite de la Policía Nacional. Valerosos hombres Alfa, seccionados en
Comandos que, con su dedicación por el beneficio de los demás, estaban
dispuestos a actuar en cualquier punto de España o allá donde se les
necesitara.
Tras pasarse más de ocho horas entrenando hasta
la extenuación y realizar un simulacro de asalto a un edificio, regresaban
sucios y sudorosos pero, a la vez, felices y satisfechos a su Base de
Guadalajara.
—Id a descansar. Os lo merecéis —dijo Peter Lanzani,
Instructor del pelotón.
Los hombres, agotados, se dirigieron hacia los
vestuarios. Una buena ducha y un café les sentaría de maravilla. Ya
descansarían luego.
Cuando Peter entró en sus dependencias, se
encontró allí dormitando a Nicolas R., especialista en explosivos y aperturas y
su mejor amigo. Juntos habían superado las difíciles y extenuantes pruebas para
entrar en el cuerpo y lo habían conseguido. Con desgana, despertó al oír ruido,
se sentó en el camastro y mirando a su sucio colega preguntó:
—¿Todo bien?
Quitándose la sudada camiseta oscura y tirándola
al suelo el inspector Lanzani asintió, dio al play de su CD y la música de
Aerosmith inundó la estancia. Necesitaba una ducha miles de que sus músculos se
agarrotaran por el esfuerzo hecho. Diez minutos después, ya más relajado, salió
de la ducha con una toalla blanca alrededor de la cintura.
Su amigo, el inspector R., sonrió al verle.
Aquella visión hubiera levantado murmullos de admiración entre las amigas de su
mujer, Eugenia. Peter era un tipo que levantaba pasiones entre el sexo
femenino. Algo que él no parecía tener muy en cuenta. En todos los años que
hacía que se conocían, solo había visto a su amigo prestar atención a alguna
mujer en dos ocasiones. En cuanto las féminas comenzaban a agobiarle, cortaba
la relación. El Inspector Lanzani de treinta y dos años, no quería compromisos.
Quería vivir su vida, disfrutar del sexo y seguir con su trabajo, que le
apasionaba.
—He recibido un mensaje al móvil de mi Chinita.
Nos propone un plan para esta noche para celebrar tu cumpleaños —dijo Nicolas
observando el tatuaje que su amigo se había hecho años atrás en el brazo.
Peter sonrió. Era cierto. Era su cumpleaños.
Cumplía treinta y dos. Mientras se
secaba su oscuro corto pelo vigorosamente con una toalla preguntó:
—¿Qué ha planeado la casamentera de tu
mujercita?
Ambos sonrieron. Eugenia era una chica magnifica
pero se había empeñado en buscarle una compañera ideal. Algo imposible. Ninguna
le gustaba lo suficiente como para tener más de dos citas con ellas.
Peter era un tipo imponente. Alto, deportista,
atractivo y terriblemente sexy. Su constante entrenamiento en la base de
Guadalajara había conseguido labrar en él un cuerpo imponente. Era todo músculo
y fibra. Fuerza y sensualidad. Y si a eso le unías unos ojos oscuros seductores
y una sonrisa que utilizaba en contadas ocasiones, pero que cuando la mostraba
dejaba sin habla, tenías el cóctel perfecto para hacer babear a cualquier
mujer.
AAAy Eugenia casamentera!!!!!
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