Su gesto aniñado al escucharle, sus ojazos marrones
y sus bonitos labios enamoraban a Peter, y pasándole la mano por el fino óvalo
de su cara le susurró:
—Si alguna vez vienes a España, yo mismo te los
enseñaré ¿de acuerdo canija?
—¡¿Canija?! —rio la joven con las pulsaciones a
mil—. Así me llama mi abuela.
Ambos rieron y se miraron a los ojos deseosos de
intimidad. Pero los dos sabían que sería una locura. Por ello, para romper ese
momento mágico, Lali preguntó:
—¿Estudias o trabajas?
Peter sonrió. Ahora era ella la que preguntaba.
—Me estoy preparando para ser policía en mi
país. Bueno, en realidad, Nicolas y yo nos estamos preparando para ser
policías.
Sorprendida por aquella contestación ella
asintió y sin darle tiempo volvió a preguntar.
—¿Y qué hacen unos futuros policías españoles en
Las Vegas?
Dando un trago a su cerveza, Peter se acercó un
poco más a ella y, decidido a dejar de imaginar para pasar a la acción, le
respondió con voz ronca:
—Divertirse. ¿Y vosotras?
Lali al sentir su cercanía, olvidó sus
precauciones y, acercando sus labios a los de él, susurró cautivada:
—Divertirnos.
Dejando su cerveza sobre la barra, Peter se
acercó más a la muchacha para tomar con avidez aquellos labios tentadores. Ella
era dulce, suave y olía a sensualidad, una sensualidad que a Peter le volvió
loco. Tras ese beso cálido y sensual, llegaron muchos otros, regados con
alcohol y diversión. La noche enloqueció, llena de colores, música, risas,
bebida y descontrol. Por primera vez en su vida, Peter, el muchacho que siempre
controlaba sus actos, bebió tanto que llegó un momento en que perdió la razón y
la noción del tiempo.
Peter despertó en una habitación que no era la
suya. Miró a .su alrededor y no se sorprendió al ver a la joven que había
conocido la noche anterior desnuda a su lado totalmente dormida. Recordaba
instantes con ella, pero poco más. ¿Qué hora era? Miró el reloj digital que
estaba encima de la mesilla y leyó, las 21:14, catorce de junio. ¿Catorce de
junio? Boquiabierto, se rascó la cabeza. Lo último que recordaba era la larde
del once de junio cuando llegaron a Las Vegas ¿Cómo podía ser día catorce?
Con curiosidad, paseó la mirada por aquella
lujosa suite y se sorprendió al ver un piano blanco en un lateral. Leyó su
marca: Yamaha. Levantándose desnudo y con una resaca impresionante caminó hacia
una puerta lacada en blanco. Aquello debía ser el baño. Pero se quedó sin habla
al abrir y ver unas columnas acompañadas por unas esculturas italianas y en el
centro una pequeña piscina de agua añil.
¿Pero dónde estoy? pensó mirando a su alrededor.
Cerrando la puerta, se fijó en el enorme televisor
junto a la bonita chimenea, los sillones de cuero blancos y la fuente.
—¡Qué fuerte! Una fuente en medio de un salón.
Cuando se lo cuente al abuelo va a alucinar — murmuró divertido.
Sin poder quedarse quieto buscó a sus amigos.
¿Dónde estaban? Al abrir una puerta los encontró tendidos en una enorme cama,
junto a las otras chicas. Todos estaban desnudos, y rápidamente comprobó que
faltaba el Cacheton ¿Dónde se habría metido? Sin poder evitarlo, miró a su
amigo Nicolas, y le vio dormido sobre el pecho de una de las chicas.
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