Hubo una incómoda pausa
durante la cual Lali pudo oírlo respirar al otro lado de la línea.
—Déjame tirado —prosiguió
Haynes— y lo lamentarás.
—No puedes hacer eso. No
tengo el dinero. ¿Qué estás diciendo?
Pero era demasiado
tarde. El chantajista había colgado. Lali también colgó el auricular con rapidez.
Tenía la extraña sensación de que, si no tenía cuidado, Haynes aparecería por
el teléfono para hacerle daño.
Su parte racional le
decía que era absurdo, pero estaba aterrorizada, y durante unos minutos se
quedó sentada sin moverse, sintiendo el terror en el estómago.
No había elección. Tenía
que conseguir el dinero de inmediato. Era irónico. Antes de la boda deseaba
terminar de pagar el chantaje, pero no podía conseguir el dinero. Ahora, como
era la esposa de Peter, podría usar su nombre para conseguir un préstamo, y sin
embargo no quería hacerlo.
Porque, cuando terminara
de pagar a Haynes, su matrimonio habría acabado.
El resto de la semana
pasó muy deprisa. Antes casi de poder darse cuenta, Lali estaba en Greenhaul
Park, al otro lado del edificio Lanzani.
Las calles rugían con el
ajetreo del mediodía. Los viandantes, los corredores, las madres con niños
pequeños, adolescentes jugando al hockey. Y todo tipo de trabajadores de
oficina tomándose algo de tiempo para comer.
Lali iba ahí a menudo a
comer. Un hecho que el chantajista sabía y del que se había aprovechado en el
pasado. Aquel viernes observaba el ir y venir de la gente con el corazón hecho
trizas.
Había conseguido el
dinero. Había utilizado el hecho de ser la mujer de Peter para conseguir un
préstamo bancario que de otra forma no habría podido lograr. Si no podía
devolver el dinero, el banco recurriría a su marido, así que parecía que iba a
tener que devolver el préstamo incluso después de haber dejado Lanzani's.
Al menos tras ese día,
el chantajista desaparecería de su vida. Lali se sentía aliviada con eso,
porque con cada encuentro, él se volvía más aterrador.
Cuando lo sacara de su
vida, Lali abandonaría Lanzani's para siempre. Ese mismo día, antes de que Peter
regresara. Él se pondría furioso al verla salir de su vida, y eso le causaba un
gran dolor, porque se había enamorado de él.
Algo muy estúpido por su
parte. Él no había cambiado. No la amaba más que cuando le había propuesto que
se casara con él. El sexo lo había satisfecho, pero sus emociones seguían sin
aparecer. Eso nunca cambiaría.
«Es lo correcto. Me
mataría quedarme con él sabiendo que no comparte mis sentimientos».
En cualquier caso, ¿cómo
iba a quedarse sabiendo que lo había engañado desde el principio? Si trataba de
explicárselo, la odiaría, y tampoco podría soportar eso.
Buscó a Gordon Haynes y
se prometió a sí misma que, según hiciera el pago, regresaría a la oficina
directamente y redactaría su dimisión. Su dimisión tanto de empleada como de
esposa. Era una carta que aún no había podido escribir, a pesar de todos sus
esfuerzos por aceptar el hecho de que tenía que irse.
Al menos se había
ocupado de todo en su ausencia, atando todos los cabos sueltos. Peter
regresaría a un Lanzani's en orden, al menos en lo que a su parte del negocio
respectaba.
Lali incluso le había
echado el ojo a una posible sucesora como ayudante personal. La mujer que había
entrado la semana en que ellos se habían prometido probablemente saltaría de
alegría ante la posibilidad de poder ocupar el puesto hasta que regresara la
ayudante oficial de Peter, tras su periodo de baja.
Las lágrimas se
acumulaban en los ojos de Lali, pero las controló. No debía llorar. No en ese
momento. Porque Haynes se aproximaba.
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