Cualquier otro
pensamiento racional la abandonó mientras levantaba los brazos, rindiéndose
ante él.
—Hazme el amor.
—Voy a amarte hasta que
te duela —dijo él deslizando las manos por sus costados, bordeando su cintura y
la curva de sus caderas.
—Ya me duele —dijo ella
riéndose—. No puedo pensar en nada más.
La sonrisa de Peter era
triunfante y tierna, y muy dulce. Le producía cosquilleos en el estómago.
Peter comenzó entonces a
colmar de atenciones cada pequeña parte de su cuerpo, hasta que no quedó un
solo centímetro que no hubiera sido reverenciado.
Su ternura era un
contraste directo con la furia de la tormenta de fuera. Lali intentó salir del
remolino en que la estaba sumiendo para poder adorar su cuerpo del mismo modo,
pero enseguida él la detuvo.
—La próxima vez —dijo Peter
con una sonrisa—. Quiero hacer que esto dure. Que sea especial. Si me tocas de
ese modo, no te prometo que pueda controlarme.
Aquella admisión le
produjo algo a Lali. Con un gemido de deseo, ella se arqueó invitándolo. Fuera
lo que fuera lo que quisiera hacer con ella, ella también quería. Así que
comenzó a repetir la misma letanía en susurros entrecortados. Hazme el amor.
Mientras la tormenta
descendía, su pasión aumentaba. Hacer el amor con Peter era la experiencia más
exquisita de su vida. Cuando él alcanzó el clímax dentro de ella, Lali se
agarró con fuerza a sus hombros, aún absorta en su propio placer y con los ojos
llenos de lágrimas.
Él la miró por un
momento y le secó las lágrimas con besos. Aunque estaba sin aliento, con los
brazos temblando, tumbado sobre ella, volvió a sonreír de nuevo.
—Gracias por la más
memorable y dulce experiencia de mi vida.
Pareció que iba a decir
más, pero se detuvo, y simplemente bajó la cabeza y la besó en el cuello.
En ese momento el
corazón de Lali abandonó su cuerpo y se posó en Peter. Ella nunca volvería a
ser la misma.
—Gracias, Peter —dijo
acariciándole la espalda sudorosa. Ansiaba decirle que lo amaba, pero no podía
decir esas palabras. En vez de eso, se lo dijo con su tacto, con el roce de su
boca sobre su piel.
Se quedaron dormidos el
uno en brazos del otro, sus cuerpos unidos en la oscuridad, mientras, afuera,
la tormenta cesaba por completo.
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