miércoles, 1 de enero de 2014

Capítulo 41

Cualquier otro pensamiento racional la abandonó mientras levantaba los brazos, rindiéndose ante él.
—Hazme el amor.
—Voy a amarte hasta que te duela —dijo él deslizando las manos por sus costados, bordeando su cintura y la curva de sus caderas.
—Ya me duele —dijo ella riéndose—. No puedo pensar en nada más.
La sonrisa de Peter era triunfante y tierna, y muy dulce. Le producía cosquilleos en el estómago.
Peter comenzó entonces a colmar de atenciones cada pequeña parte de su cuerpo, hasta que no quedó un solo centímetro que no hubiera sido reverenciado.
Su ternura era un contraste directo con la furia de la tormenta de fuera. Lali intentó salir del remolino en que la estaba sumiendo para poder adorar su cuerpo del mismo modo, pero enseguida él la detuvo.
—La próxima vez —dijo Peter con una sonrisa—. Quiero hacer que esto dure. Que sea especial. Si me tocas de ese modo, no te prometo que pueda controlarme.
Aquella admisión le produjo algo a Lali. Con un gemido de deseo, ella se arqueó invitándolo. Fuera lo que fuera lo que quisiera hacer con ella, ella también quería. Así que comenzó a repetir la misma letanía en susurros entrecortados. Hazme el amor.
Mientras la tormenta descendía, su pasión aumentaba. Hacer el amor con Peter era la experiencia más exquisita de su vida. Cuando él alcanzó el clímax dentro de ella, Lali se agarró con fuerza a sus hombros, aún absorta en su propio placer y con los ojos llenos de lágrimas.
Él la miró por un momento y le secó las lágrimas con besos. Aunque estaba sin aliento, con los brazos temblando, tumbado sobre ella, volvió a sonreír de nuevo.
—Gracias por la más memorable y dulce experiencia de mi vida.
Pareció que iba a decir más, pero se detuvo, y simplemente bajó la cabeza y la besó en el cuello.
En ese momento el corazón de Lali abandonó su cuerpo y se posó en Peter. Ella nunca volvería a ser la misma.
—Gracias, Peter —dijo acariciándole la espalda sudorosa. Ansiaba decirle que lo amaba, pero no podía decir esas palabras. En vez de eso, se lo dijo con su tacto, con el roce de su boca sobre su piel.

Se quedaron dormidos el uno en brazos del otro, sus cuerpos unidos en la oscuridad, mientras, afuera, la tormenta cesaba por completo.

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