Mientras hablaban, Lali
se relajó. Le era agradable ver las expresiones de su cara mientras hablaba de
coches. Sonreía hasta que de pronto él se detuvo.
—No tienes ni idea de lo
que estoy hablando, ¿verdad?
—No. Ni idea.
—Ni te importa.
—Sí me importa —dijo
ella, y trató de explicar la diferencia entre preocuparse por un coche, y
preocuparse por un coche como hacían los hombres—. Es sólo que no…
—No te importa. Lo pillo
—dijo él, y parecía dispuesto a seguir tomándole el pelo, pero entonces
sonó su móvil—. Es Forrester.
—Contesta —dijo ella—.
Puede ser importante.
Peter sonrió y apretó el
botón.
—Lanzani —la
conversación no fue larga, pero el tono era evidente. En cuanto Peter colgó el
teléfono, la levantó de golpe—. ¡Hemos sellado el trato! ¡Lo conseguimos!
Los pocos clientes que
había en el restaurante giraron la cabeza y algunos de ellos sonrieron. Ella
los ignoró y tomó las manos de Peter con fuerza.
—Estoy muy orgullosa.
Sabía que elegirían Lanzani's, porque es la mejor. Eres el mejor. ¿No te lo
había dicho, eh?
—Sí, me lo dijiste —dijo
Peter con una sonrisa—. Creo que ya hemos terminado aquí. Vamos a casa —añadió.
Dejó varios billetes sobre la mesa y la condujo hasta la puerta.
Un sentimiento de
felicidad inundaba su cuerpo. No porque hubiera cerrado finalmente el trato con
Forrester, sino porque por primera vez, Lali sonreía sin tristeza en la mirada.
Las pasadas semanas
habían sido duras para ella. No estaba muy seguro de por qué. ¿Sería sólo por
su salud? ¿O habría algo más que la inquietase? No quería creer que Lali no
fuera feliz, porque eso lo llevaría a preguntarse si no sería feliz por su
culpa.
Con el tiempo se había
convertido en algo importante el que ella fuese feliz. Total y completamente
feliz. Él no había imaginado sentirse así con respecto a ello. A veces se
preguntaba si eso no implicaría la posibilidad de que saliese herido, como le
había pasado a su padre.
Pero siempre sacudía la
cabeza y apartaba esas ideas de su mente. Lali era totalmente honesta, amable y
directa. No era una manipuladora como su madre. Él había conseguido hacer las
paces con su madre durante los años, pero las cicatrices permanecían.
—¿Quieres conducir hasta
casa? —preguntó ella.
—Sería fácil persuadirme
—dijo él, y extendió la mano para que le entregara las llaves.
De camino a casa, Lali
adoptó esa mirada de ojos muy abiertos que ponía cuando trataba de mantenerse
despierta.
—Puedes dormirte si
quieres. No sería la primera vez que te llevo en coche mientras estás dormida.
—Me quedaré despierta y
te haré compañía —dijo ella enderezándose de pronto.
Era evidente que no iba
a cambiar de opinión, y Peter se prometió a sí mismo que, cuando llegaran a
casa, la convencería para que se echara un rato. Incluso si eso significaba
acostarse con ella.
Su cuerpo respondió al
instante ante tal idea y tuvo que sacudir la cabeza para apartarlo de su mente.
«Sólo dormir», pensó. «Estará muy cansada para cualquier otra cosa en este
momento».
Se tumbaría junto a Lali
mientras durmiese y disfrutaría de la experiencia. De hecho ya había hecho lo
mismo en un par de ocasiones, cuando se había despertado temprano. Por
supuesto, luego esperaría a que comenzara a estirarse y a despertarse y…
—Una mente con una única
dirección.
—¿Mmm? —dijo ella
girando la cabeza para mirarlo.
Lali durmió. Cuando se
despertó, Peter estaba observándola. La besó, y un beso llevó a otro, hasta que
se encontraron haciendo el amor lenta y tiernamente.
Después de eso, ella se
quedó acurrucada sobre su espalda con el brazo alrededor de su cintura y la
cara apoyada sobre sus omóplatos. Aquél era su hogar, el lugar y el sentimiento
que había esperado toda su vida. Sería suyo durante muy poco tiempo y luego
desaparecería. Pero de momento, lo disfrutaría y sería feliz.
La respiración de Peter
se hizo más profunda hasta que se durmió, y sólo entonces Lali abrió la boca
para susurrar:
—Te quiero, Peter. Al
menos debes saber que te quiero.
Luego suspiró y volvió a
dormirse.
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