Si la entrada del hotel, el hall y la recepción
les pareció alucinante, cuando llegaron a su habitación, se asomaron al balcón
y vieron las enormes piscinas fue él no va más. Aquella tarde la dedicaron a
jugar en las máquinas del hotel, y cuando se enteraron de que en la sala de
espectáculos actuaba la cantante Gloria Estefan, no se lo pensaron y fueron
allí a cenar.
La actuación fue impresionante. Gloria estuvo
magnifica y ellos se divirtieron a rabiar, y más cuando descubrieron en la mesa
de al lado un grupo de chicas dispuestas a pasarlo también como ellos.
Como era de esperar, el Cacheton, que iba más
bebido que ninguno, .se levantó y se dirigió a la mesa de las chicas. Dos
segundos pues regresó con las cuatro.
—Colegas, os presento a Crista, Ana, Lali y
Sheila. ¡Son universitarias californianas!
—Uoooo! —exclamaron al oír su efusión.
Las muchachas les saludaron y pocos segundos
después estaban sentadas con ellos. Una vez acabó el espectáculo de Gloria
Estefan, unos músicos comenzaron a tocar y al poco Las chicas les invitaron a
bailar. Agustín y Andres aceptaron. Nicolas y Peter se limitaron a ver bailar a
sus dos amigos con las cuatro muchachas, que parecían muy animadas.
—Creo que voy a recordar este viaje toda mi vida
—sonrió Peter al ver a Agustín con una peluca a lo Elvis Presley bailando con
las chicas.
Aunque su mirada se detenía una y otra vez en la
rubita llamada Lali. Sus ojillos llenos de vida y esa sonrisa descarada le
atraían... y mucho. Nicolas, que conocía bien a su amigo, al ver como aquel
miraba a la joven se acercó a él y le susurró:
—¿Es solo cosa mía o la del vestido rojo te
gusta? Peter sonrió.
Bebió de su cerveza y, por su gesto, su amigo le
entendió.
—La verdad es que tiene unos ojazos marrones
impresionantes —asintió de nuevo Nicolas.
Una hora después, los ocho salieron de Caesars
Palace dispuestos a vivir la noche de Las Vegas. Primero pasaron por uno de los
cientos de casinos donde tomaron unas copas y jugaron unas partidas al
blackjack. Allí, de nuevo, Peter volvió a fijarse en Lali y comprobó cómo
controlaba y ganaba en aquel juego. Con las ganancias, todos se dirigieron a
una sala de fiestas donde un grupo de salsa tocaba mientras la gente bailaba.
En esta ocasión, y con unas copillas encima, todos saltaron a la pista, incluido
Peter, quien demostró ser un magnifico bailarín, y a quien se le resecó la boca
en exceso cuando la chica de los impresionantes ojos marrones se le acercó y se
contoneó bailando delante de él mientras le cogía de la mano. La siguió como
pudo y comprobó lo fácil que era bailar con ella. Media hora después, sudorosos
y sedientos, los dos se dirigieron a la barra para pedir unas copas.
—Lali, tu acento no es tan marcado como el de
tus amigas, ¿por qué? —preguntó Peter.
—Mi padre es americano, pero mi madre es
puertorriqueña —cuchicheó esta—.
Físicamente he salido a la familia de mi padre. Peter
sonrió y volvió a preguntar:
—¿Dónde vives? —En Los Angeles y, por cierto, mi
abuela, la madre de mi madre, es española.
—¿Española? ¿De dónde? —dijo sorprendido.
—De Asturias. Un lugar que lleva clavadito en el
corazón. Siempre me habla de aquella tierra como algo maravilloso y difícil de
olvidar.
—¿Y cómo terminó una asturiana en Puerto Rico?
Retirándose con coquetería el pelo de la cara, mientras llamaba al camarero
para pedirle otras copas la joven murmuró:
—El amor. Conoció a mi abuelo, se enamoró de él,
y cuando este tuvo que regresar a su país, se casaron y mi abuela se marchó con
él.
—¿Y tu abuela ha vuelto alguna vez a Asturias?
—Sí... sí. Ella ha viajado algunas veces allá, y
yo espero acompañarla algún día. Aunque ahora con los estudios y tal lo tengo difícil —respondió clavándole sus
azulados ojos.
—Sé que te estoy acribillando a preguntas pero,
¿qué estudias? La joven tras ver que el camarero preparaba sus bebidas le miró
y respondió con seguridad.
—Publicidad. Me gusta mucho ese mundillo. —Y
dando un giro a la conversación preguntó—: ¿Y tú de qué lugar de España eres?
—Vivo en Madrid. Pero mi familia es de un
pueblecito de Guadalajara llamado Sigüenza. Donde, por cierto, hay un
maravilloso castillo que es una auténtica preciosidad.
—¿Un castillo? Adoro los castillos. —Sonrió
encantada — En uno de los viajes que tengo planeado hacer a Europa quiero
conocer muchos de ellos.
—España está lleno.
—Lo sé. Mi abuela siempre me habla de España, de
sus castillos y de su historia.
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