sábado, 18 de enero de 2014

Capítulo 2

Si la entrada del hotel, el hall y la recepción les pareció alucinante, cuando llegaron a su habitación, se asomaron al balcón y vieron las enormes piscinas fue él no va más. Aquella tarde la dedicaron a jugar en las máquinas del hotel, y cuando se enteraron de que en la sala de espectáculos actuaba la cantante Gloria Estefan, no se lo pensaron y fueron allí a cenar.
La actuación fue impresionante. Gloria estuvo magnifica y ellos se divirtieron a rabiar, y más cuando descubrieron en la mesa de al lado un grupo de chicas dispuestas a pasarlo también como ellos.
Como era de esperar, el Cacheton, que iba más bebido que ninguno, .se levantó y se dirigió a la mesa de las chicas. Dos segundos pues regresó con las cuatro.
—Colegas, os presento a Crista, Ana, Lali y Sheila. ¡Son universitarias californianas!
—Uoooo! —exclamaron al oír su efusión.
Las muchachas les saludaron y pocos segundos después estaban sentadas con ellos. Una vez acabó el espectáculo de Gloria Estefan, unos músicos comenzaron a tocar y al poco Las chicas les invitaron a bailar. Agustín y Andres aceptaron. Nicolas y Peter se limitaron a ver bailar a sus dos amigos con las cuatro muchachas, que parecían muy animadas.
—Creo que voy a recordar este viaje toda mi vida —sonrió Peter al ver a Agustín con una peluca a lo Elvis Presley bailando con las chicas.
Aunque su mirada se detenía una y otra vez en la rubita llamada Lali. Sus ojillos llenos de vida y esa sonrisa descarada le atraían... y mucho. Nicolas, que conocía bien a su amigo, al ver como aquel miraba a la joven se acercó a él y le susurró:
—¿Es solo cosa mía o la del vestido rojo te gusta? Peter sonrió.
Bebió de su cerveza y, por su gesto, su amigo le entendió.
—La verdad es que tiene unos ojazos marrones impresionantes —asintió de nuevo Nicolas.
Una hora después, los ocho salieron de Caesars Palace dispuestos a vivir la noche de Las Vegas. Primero pasaron por uno de los cientos de casinos donde tomaron unas copas y jugaron unas partidas al blackjack. Allí, de nuevo, Peter volvió a fijarse en Lali y comprobó cómo controlaba y ganaba en aquel juego. Con las ganancias, todos se dirigieron a una sala de fiestas donde un grupo de salsa tocaba mientras la gente bailaba. En esta ocasión, y con unas copillas encima, todos saltaron a la pista, incluido Peter, quien demostró ser un magnifico bailarín, y a quien se le resecó la boca en exceso cuando la chica de los impresionantes ojos marrones se le acercó y se contoneó bailando delante de él mientras le cogía de la mano. La siguió como pudo y comprobó lo fácil que era bailar con ella. Media hora después, sudorosos y sedientos, los dos se dirigieron a la barra para pedir unas copas.
—Lali, tu acento no es tan marcado como el de tus amigas, ¿por qué? —preguntó Peter.
—Mi padre es americano, pero mi madre es puertorriqueña —cuchicheó esta—.
Físicamente he salido a la familia de mi padre. Peter sonrió y volvió a preguntar:
—¿Dónde vives? —En Los Angeles y, por cierto, mi abuela, la madre de mi madre, es española.
—¿Española? ¿De dónde? —dijo sorprendido.
—De Asturias. Un lugar que lleva clavadito en el corazón. Siempre me habla de aquella tierra como algo maravilloso y difícil de olvidar.
—¿Y cómo terminó una asturiana en Puerto Rico? Retirándose con coquetería el pelo de la cara, mientras llamaba al camarero para pedirle otras copas la joven murmuró:
—El amor. Conoció a mi abuelo, se enamoró de él, y cuando este tuvo que regresar a su país, se casaron y mi abuela se marchó con él.
—¿Y tu abuela ha vuelto alguna vez a Asturias?
—Sí... sí. Ella ha viajado algunas veces allá, y yo espero acompañarla algún día. Aunque ahora con los estudios y tal lo  tengo difícil —respondió clavándole sus azulados ojos.
—Sé que te estoy acribillando a preguntas pero, ¿qué estudias? La joven tras ver que el camarero preparaba sus bebidas le miró y respondió con seguridad.
—Publicidad. Me gusta mucho ese mundillo. —Y dando un giro a la conversación preguntó—: ¿Y tú de qué lugar de España eres?
—Vivo en Madrid. Pero mi familia es de un pueblecito de Guadalajara llamado Sigüenza. Donde, por cierto, hay un maravilloso castillo que es una auténtica preciosidad.
—¿Un castillo? Adoro los castillos. —Sonrió encantada — En uno de los viajes que tengo planeado hacer a Europa quiero conocer muchos de ellos.
—España está lleno.
—Lo sé. Mi abuela siempre me habla de España, de sus castillos y de su historia.

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