Las Vegas,
11 de junio de 2000
Un divertido grupo de jóvenes amigos, todos
españoles, entraron en el hall del impresionante hotel Caesars Palace de Las
Vegas. Sus caras al ver la majestuosidad de todo lo que les rodeaba hablaban
por sí solas.
—Uoo tío ¡esto es la leche! —gritó Agustín más
conocido como el Cacheton, el joven más alocado del grupo.
Todos asintieron boquiabiertos. La recepción de
aquel lugar era alucinante. El mármol color marfil y las esculturas romanas
eran tan increíbles que parecían estar en la Antigua Roma. Andres, Agustín, Nicolas
y Peter que habían viajado desde Madrid para celebrar la despedida de soltero
más sonada de todos los tiempos sonrieron divertidos. Habían planeado
minuciosamente aquel viaje y allí estaban, dispuestos a disfrutarlo. Nicolas se
casaba el uno de julio y sus colegas de toda la vida habían decidido darle
aquella sorpresa. ¡Las Vegas! Un lugar del que habían hablado mucho durante su
adolescencia y al que habían prometido ir juntos alguna vez. La ocasión se
presentó y allí estaban.
—Tío... tío ¿has visto a la tía esa? Por favor,
¡qué pechugas! —soltó Andres, conocido en su pueblo como el Rúcula.
Sin perder un segundo, todos miraron en
dirección a una muchacha impresionante. Era una rubia escultural que iba
vestida de Cleopatra. Esta, al pasar junto a ellos, les guiñó un ojo y se
marchó con dos tipos que la esperaban vestidos de romanos.
El futuro marido y Peter, los más sensatos, al
ver a aquella mujer alejarse sonrieron, mientras los otros dos silbaban como
descosidos.
—Recuerda lo que hablamos —murmuró Nicolas a Peter—.
No me dejes hacer ninguna tontería que como se entere mi churri cuando llegue a
Sigüenza ¡me mata!
Peter sonrió al oír aquel comentario y fue a
contestar a su mejor amigo, cuando el Piruas, que también lo había escuchado,
dijo colgándose de su cuello:
—Aprovecha tus últimos días de solteroooooooo y
no me seas aburrido. Tío, que estaños en LAS VEGASSSSSSSSS. Nos rodean nenas
preciosas y sexys, y hemos prometido que lo que pase aquí, aquí se quedará.
El Cacheton era el típico amigo divertido pero
problemático. En un principio pensaron viajar sin él, pero su amistad desde
niños y el cariño que le tenían, al final consiguió que no le dejaran de lado.
Sin embargo, todos sabían que había que andarse con cuidado. A Agustín le
gustaba demasiado la juerga, la bebida y las drogas y era un especialista en
liarla en cualquier momento.
— ¡Joder! —gritó el Rúcula—. ¿Habéis visto qué
culo tiene ese pibonazo?
Peter sonrió. Sus amigos eran un caso aparte,
pero les quería. Nada tenían que ver con el, ni con su manera de ser, pero para
él eran los mejores del mundo, aunque también fueran los más escandalosos del
universo. Por ello, y consciente de que los cinco días que iban a estar allí
iban a ser gloriosos, cogió su bolsa de deporte y dijo antes de que alguno
comenzara a gritar burradas:
—Venga, vamos a buscar la llave de nuestra
habitación para dejar el equipaje.
El Cacheton cogiendo su mochila le siguió e
indicó:
—Ostras tío. Tu amiguita de la agencia de viajes
nos ha buscado un hotelazo tremendo. Recuérdame que le lleve un souvenir de
agradecimiento.
—Pilar es muy maja — asintió Peter divertido.
—Y está
muy buena —apostilló el Rúcula—. ¿Sales con ella?
—¡Ja! Ya quisiera ella —se mofó Nicolas que
conocía a fondo de la vida de .su amigo.
—¿No estás liado con el monumento de la agencia?
¡Pero si esta tremenda! —exclamó el Cacheton sacando una botellita de whisky
que había comprado al taxista.
—No...No estoy liado con ella —respondió Peter
dejando sobre el mostrador su pasaporte—. Estoy liado con las pruebas para
entrar en la policía nacional. ¿Lo recuerdas?
—Sinceramente, creo que te falta un tornillo —se
mofó el Pirula —. Y no lo digo porque quieras ser policía, sino por no estar
enrollado con ese pibonazo.
Tras soltar una carcajada, Peter miró a sus
amigos y exclamó:
—¿Queréis dejar de marujear y sacar vuestros
pasaportes?
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