El trabajo. La panacea
para todos los males. O eso decían. Lali estaba inmersa en él a las siete y
media de la mañana del lunes. Pero no había conseguido el efecto de anestesia
que deseaba.
Cada vez que se giraba y
veía la oficina vacía de Peter, pensaba en cómo habían hecho el amor la noche
anterior. Cada vez que la lluvia golpeaba con fuerza las ventanas de la
oficina, recordaba su aroma en su piel cuando había llegado empapado de la
tormenta, y cómo la había tocado, casi como si la amara. Pero eso entraba
dentro de los límites de la fantasía, un lugar al que no tenía intención de ir.
Tenía que afrontarlo. Su
vida personal era un desastre. ¿Por qué si no había salido de casa tan pronto
ella sola? Y ahora encima tenía que ocuparse de asuntos de trabajo. Peter se
pondría furioso cuando descubriera lo que estaba ocurriendo con la instalación
de Campbell, pero había que decírselo. Y cuanto antes, mejor.
Se quedó mirando el
teléfono. Había esperado tener un poco de tiempo para ella antes de tener que
enfrentarse a él, pero todo había cambiado. Necesitaba hablar con él, y no
había sido capaz de despertarlo.
Descolgó el teléfono y
probó de nuevo. Saltó el contestador. Otra vez. Ya había dejado un mensaje
antes. Colgó y se quedó sentada con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia
adelante, con los codos apoyados sobre la mesa mientras se masajeaba las sienes
con los dedos.
«No deberías haber hecho
el amor con él», se decía a sí misma.
Genial. La voz de su
conciencia había vuelto a la vida. Se habría librado de ella durante, ¿cuánto?
¿Un minuto?
«Bien. Sé que he
cometido un error, pero también sé lo que tengo que hacer ahora. Mantendré la
distancia con Peter hasta que haya terminado de pagar al chantajista, y luego
me iré».
Era muy fácil decirlo,
pero no tenía ni idea de cómo iba a conseguirlo.
No oyó el ascensor
llegar, ni las pisadas aproximarse antes de que Peter entrara en su despacho.
—Entra, Lali. Háblame
del problema con Campbell —dijo él, dejó su maletín en una de las sillas y se
sentó en la que había frente a su escritorio.
—¿Has recibido mi
mensaje?
—Estaba en la ducha
cuando llamaste. Te has marchado muy pronto esta mañana. Esperaba encontrarte
aún a mi lado cuando me despertara. ¿Es éste el archivo? Dime lo que ha
ocurrido mientras le echo un vistazo.
—Bien —dijo Lali,
ansiosa por meterse con los negocios, sobre todo si significaba poder evitar
esa mirada—. ¿Sabes que John Greaves se ocupa de esa cuenta? Lo he llamado a
casa también y le he pedido que venga cuanto antes.
John Greaves no había
sonado particularmente cooperativo.
—No le he dicho la
razón, sólo que querías verlo cuanto antes.
—John examinó todos los
lugares la semana pasada y no me entregó un informe de todos ellos. Dijo que
los sistemas estaban listos para funcionar.
—Por desgracia había un
error —dijo Lali, y explicó el problema lo más concisamente posible—. Todo fue
bien al principio. Ocurrió cuando el grupo Campbell cambió los sistemas para la
seguridad del fin de semana. Los problemas comenzaron a producirse en un lugar
y luego en otro.
—¿Por qué no contactaron
con nosotros? ¿Por qué mi propia gente no me dice que hay problemas?
—Los Campbell dicen que
han estado en contacto con John, y con nuestros empleados de seguridad.
—¿Sí?
—Nuestros empleados
dicen que recibieron instrucciones para decírselo sólo a John Greaves.
Peter apretó un botón de
su interfono, y dijo:
—John. Me alegra que
hayas llegado. Ven cuando puedas, por favor —hizo una pausa—. Sí, ahora está
bien.
Lali se levantó para
abandonar el despacho.
—Por cierto —dijo él.
—¿Sí?
—Tú y yo también tenemos
que discutir de algo —dijo él con mirada de halcón. Lali sintió un escalofrío—.
Pero tendrá que esperar hasta que este otro problema se resuelva.
—Bien. Entonces seguiré
trabajando —dio ella tratando de parecer calmada, aunque por dentro estaba
temblando.
Después del sexo de la
otra noche, se sentía incapaz de hablar de cualquier cosa que tuviera que ver
con su relación. Él le había proporcionado una experiencia maravillosa. Iba a
tener que durarle toda la vida. Y esa idea le partía el corazón.
Lali estaba tratando de
ser fuerte, pero se sentía rota por dentro. Arrancada de todos sus mecanismos
de defensa. Necesitaba tiempo para recuperar sus recursos de nuevo, y sin
embargo parecía que sólo iba a disponer de unos minutos.
John Greaves estuvo con Peter
durante casi una hora. Claro que Lali no se sintió mejor con ese tiempo para
ella. Sus pensamientos simplemente se movieron en círculos, yendo a ninguna
parte.
A veces escuchaba la voz
alterada de John tras la puerta de Peter, pero en ningún momento escuchó la de Peter.
Ese hecho la preocupó más que si hubiese estado gritando todo el tiempo.
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