jueves, 2 de enero de 2014

Capítulo 42

El trabajo. La panacea para todos los males. O eso decían. Lali estaba inmersa en él a las siete y media de la mañana del lunes. Pero no había conseguido el efecto de anestesia que deseaba.
Cada vez que se giraba y veía la oficina vacía de Peter, pensaba en cómo habían hecho el amor la noche anterior. Cada vez que la lluvia golpeaba con fuerza las ventanas de la oficina, recordaba su aroma en su piel cuando había llegado empapado de la tormenta, y cómo la había tocado, casi como si la amara. Pero eso entraba dentro de los límites de la fantasía, un lugar al que no tenía intención de ir.
Tenía que afrontarlo. Su vida personal era un desastre. ¿Por qué si no había salido de casa tan pronto ella sola? Y ahora encima tenía que ocuparse de asuntos de trabajo. Peter se pondría furioso cuando descubriera lo que estaba ocurriendo con la instalación de Campbell, pero había que decírselo. Y cuanto antes, mejor.
Se quedó mirando el teléfono. Había esperado tener un poco de tiempo para ella antes de tener que enfrentarse a él, pero todo había cambiado. Necesitaba hablar con él, y no había sido capaz de despertarlo.
Descolgó el teléfono y probó de nuevo. Saltó el contestador. Otra vez. Ya había dejado un mensaje antes. Colgó y se quedó sentada con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia adelante, con los codos apoyados sobre la mesa mientras se masajeaba las sienes con los dedos.
«No deberías haber hecho el amor con él», se decía a sí misma.
Genial. La voz de su conciencia había vuelto a la vida. Se habría librado de ella durante, ¿cuánto? ¿Un minuto?
«Bien. Sé que he cometido un error, pero también sé lo que tengo que hacer ahora. Mantendré la distancia con Peter hasta que haya terminado de pagar al chantajista, y luego me iré».
Era muy fácil decirlo, pero no tenía ni idea de cómo iba a conseguirlo.
No oyó el ascensor llegar, ni las pisadas aproximarse antes de que Peter entrara en su despacho.
—Entra, Lali. Háblame del problema con Campbell —dijo él, dejó su maletín en una de las sillas y se sentó en la que había frente a su escritorio.
—¿Has recibido mi mensaje?
—Estaba en la ducha cuando llamaste. Te has marchado muy pronto esta mañana. Esperaba encontrarte aún a mi lado cuando me despertara. ¿Es éste el archivo? Dime lo que ha ocurrido mientras le echo un vistazo.
—Bien —dijo Lali, ansiosa por meterse con los negocios, sobre todo si significaba poder evitar esa mirada—. ¿Sabes que John Greaves se ocupa de esa cuenta? Lo he llamado a casa también y le he pedido que venga cuanto antes.
John Greaves no había sonado particularmente cooperativo.
—No le he dicho la razón, sólo que querías verlo cuanto antes.
—John examinó todos los lugares la semana pasada y no me entregó un informe de todos ellos. Dijo que los sistemas estaban listos para funcionar.
—Por desgracia había un error —dijo Lali, y explicó el problema lo más concisamente posible—. Todo fue bien al principio. Ocurrió cuando el grupo Campbell cambió los sistemas para la seguridad del fin de semana. Los problemas comenzaron a producirse en un lugar y luego en otro.
—¿Por qué no contactaron con nosotros? ¿Por qué mi propia gente no me dice que hay problemas?
—Los Campbell dicen que han estado en contacto con John, y con nuestros empleados de seguridad.
—¿Sí?
—Nuestros empleados dicen que recibieron instrucciones para decírselo sólo a John Greaves.
Peter apretó un botón de su interfono, y dijo:
—John. Me alegra que hayas llegado. Ven cuando puedas, por favor —hizo una pausa—. Sí, ahora está bien.
Lali se levantó para abandonar el despacho.
—Por cierto —dijo él.
—¿Sí?
—Tú y yo también tenemos que discutir de algo —dijo él con mirada de halcón. Lali sintió un escalofrío—. Pero tendrá que esperar hasta que este otro problema se resuelva.
—Bien. Entonces seguiré trabajando —dio ella tratando de parecer calmada, aunque por dentro estaba temblando.
Después del sexo de la otra noche, se sentía incapaz de hablar de cualquier cosa que tuviera que ver con su relación. Él le había proporcionado una experiencia maravillosa. Iba a tener que durarle toda la vida. Y esa idea le partía el corazón.
Lali estaba tratando de ser fuerte, pero se sentía rota por dentro. Arrancada de todos sus mecanismos de defensa. Necesitaba tiempo para recuperar sus recursos de nuevo, y sin embargo parecía que sólo iba a disponer de unos minutos.
John Greaves estuvo con Peter durante casi una hora. Claro que Lali no se sintió mejor con ese tiempo para ella. Sus pensamientos simplemente se movieron en círculos, yendo a ninguna parte.

A veces escuchaba la voz alterada de John tras la puerta de Peter, pero en ningún momento escuchó la de Peter. Ese hecho la preocupó más que si hubiese estado gritando todo el tiempo.

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