Peter dio las gracias.
Fue lo único que pudo decir. Pero en cuanto el hombre abandonó la habitación,
él cerró la puerta y regresó junto a Lali.
—¿Por qué no te sientas?
—le dijo ella—. Me siento un poco intimidada cuando estás de pie junto a mí.
Él acercó una silla y se
sentó, preguntándose por dónde empezar.
—Lo que ha dicho el
médico… —comenzó a decir. Quería saber si era cierto. Pero había otra cosa que
tenía que decir también y sentía que debía ser lo primero.
No le resultaba fácil
enfrentarse a esos sentimientos. Llevaba toda la vida tratando de negar la
existencia del amor y todo lo que eso conllevaba. Ese matrimonio había sido
diseñado para darle las cosas que quería sin necesidad de implicaciones
emocionales.
Pero todo había
cambiado, y tenía que decírselo, sin importar lo que le fuese a costar.
—Te quiero, Lali. Con
todo mi corazón —dijo Nicolasándole la mano—. No me di cuenta de cuánto hasta
que no te vi luchando con ese hombre en el aparcamiento. Descubriré quién es y
me aseguraré de que lo condenen. Te lo prometo. Sé que dije que quería un
matrimonio de conveniencia, pero me equivoqué al pedir eso cuando podía haber mucho
más. Pretendo ganarte, Lali, a todos los niveles. Puede que al principio no
seas capaz de corresponderme, pero espero que tus sentimientos crezcan con el
tiempo. Si vamos a tener un bebé, deseo proteger también a nuestro hijo y darle
una familia de verdad. Una familia feliz. Espero que digas que existe una
posibilidad de tener todo eso, Lali. Una posibilidad para algo más que el
matrimonio falso que yo había planeado.
—He descubierto lo del
bebé hoy mismo —dijo ella finalmente—. Debió de ocurrir la primera vez.
—Entonces no era gripe.
Es muy excitante, Lali. Me encanta la idea de tener un bebé contigo. ¿Le darás
una oportunidad a esto? —preguntó, y examinó esos ojos profundos y marrones en
busca de alguna señal—. ¿Dejarás que te quiera y tratarás de quererme?
—No puedo —dijo Lali con
labios temblorosos. Cerró los ojos y giró la cabeza—. Oh, Dios, no puedo hacer
esto.
Peter no esperaba esa
respuesta. Tenía que admitirlo.
Ella no lo amaba, y no
creía que alguna vez pudiera hacerlo. Con esfuerzo Peter se levantó de la silla
y abandonó la habitación. ¿Dónde los dejaba eso ahora?
Peter había colocado
seguridad en la puerta de la habitación de Lali en el hospital. Incluso después
de cómo la había dejado, seguía pensando en ella.
Lali estaba totalmente
avergonzada. Cuando le había dicho la noche pasada que la amaba, la culpa y el
remordimiento se habían acumulado en su garganta de tal forma que no había sido
capaz de responder. Oh, Dios, la felicidad de saber que la amaba. Y la agonía
de saber que ella lo había arruinado todo.
Tomó aliento, bajó
del taxi y comenzó a caminar hacia la casa. Peter no estaría esperándola, lo
sabía, pero había descansado tan poco aquella noche en el hospital, que había
firmado ella misma su baja a primera hora de la mañana. Le había dicho al
guardia de seguridad que su marido había enviado un taxi a buscarla. Y ahora
estaba decidida a hacer todo lo posible para dejar las cosas claras.
Peter merecía oír la
verdad, aunque la odiaría en cuanto se lo dijera.
«Se lo explicaré de
manera calmada y concisa. No me pondré emotiva. Simplemente me aferraré a los
hechos y terminaré con ello tan rápido como pueda».
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