Peter la tumbó en la
cama y le quitó la ropa lentamente, hasta que estuvo desnuda. La miró de arriba
abajo, deleitándose.
—Nunca había visto nada
tan maravilloso ni tan perfecto.
—Entonces ven a mí —dijo
ella estirando los brazos—. Deja que te abrace para comprobar por mí misma que
nunca tendré que dejarte marchar.
Él se quitó la ropa y se
tumbó a su lado, procediendo a adorar su cuerpo hasta que llegó un momento en
que no supo dónde acababa ella y dónde empezaba él. Cuando alcanzaron el máximo
placer, ella gritó su nombre y se agitó en sus brazos. Él gritó con ella.
Lali se quedó dormida y,
cuando se despertó, Peter estaba sentado al borde de la cama, observándola.
—Vamos al balcón.
Él preparó té y los dos
se sentaron junto al jacuzzi.
—Mientras dormías —dijo Peter
de pronto—, recibí una llamada.
—¿Era Haynes? ¿Estaba
lanzando más amenazas?
—No, no era Haynes. Pero
se trataba de él. La policía lo ha atrapado a este lado de la frontera de
Queensland. Parece que se había dado cuenta de que estaba en apuros y estaba
intentando escapar.
—¿Así que está detenido?
—Sí —dijo Peter dándole
la mano—. Resulta que tú no eres la única a la que ha estado chantajeando. Hay
tantas pruebas contra él, que irá a la cárcel por un largo periodo de tiempo.
—Oh, gracias a Dios —dijo
Lali, y no supo bien cómo, pero de pronto estaba de pie en brazos de Peter.
Presionó la cara contra su pecho, reconfortada por el latido de su corazón—.
Quiero sentir pena por él, pero me siento más tranquila ahora que sé que lo han
atrapado. Creo que nunca me daré cuenta de lo verdaderamente malo que era.
Peter le acarició el
pelo y le dio un beso en la cabeza. Luego se apartó para mirarla a los ojos.
—Habrá que decírselo a Euge
y a Nicolas, pero eso te lo dejo a ti. Me doy cuenta de que Euge aún tiene que
contárselo a su marido. De momento quiero que tú y yo nos concentremos en
nosotros. Tenemos muchas cosas que hacer para poner al día este matrimonio.
—¿Ah, sí? A mí me parece
como si este matrimonio acabara de empezar. Te quiero, Peter Lanzani, con todo
mi corazón. Me encanta ser tu esposa y tener tu bebé.
—Aún hay algo que
tenemos que hacer —dijo él—. Algo que llevo queriendo hacer desde que te traje
aquí la primera vez.
—¿Qué es? Haré lo que quieras.
Lo que te haga feliz.
—¿De verdad? —preguntó
él, y fingió considerar la oferta, pero enseguida desvió la mirada hacia el
jacuzzi—. Ya lo intenté una vez cuando hablaba de hacerte mi esclava. Es muy
simple, Lali. Quiero iniciarte en los placeres de bañarnos juntos en el balcón.
—¿Sólo bañarnos? ¿Es eso
lo mejor que puedes ofrecer?
Él le tomó la mano y
la condujo hasta el jacuzzi.
—Oh, creo que lograré
hacerlo un poco más interesante para mí querida esposa.
—Yo debería pensar en
eso también —dijo abrazándolo con fuerza—. Te quiero, Peter.
—Yo también te quiero,
mi adorada señorita. Deja que te muestre cuánto.
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