Lali quería estar entre
sus brazos en ese momento, recibiendo su confort, su perdón y su cobijo. Pero
sabía que todo eso los llevaría a hacer el amor.
—No puedo acercarme
tanto a ti. Yo… —se detuvo, horrorizada de que hubiera estado a punto de decir
toda la verdad. Que si dejaba que hicieran el amor, ya nunca podría ser capaz
de convencerse a sí misma de que no estaba enamorada.
—Es imprescindible que
te acerques a mí —dijo Peter tras terminar de comer—. Y puedes demostrar tu
voluntad esta misma mañana viniendo conmigo. He recibido una llamada de los
Forrester. Parece que Jack está por fin dispuesto a tomarse en serio el
negocio. Quiere hablar de ello hoy.
—Eso es genial —dijo
ella tratando de moderar su entusiasmo mientras se preguntaba qué derecho se
creería que tenía Jack Forrester para demandar la presencia de Nicolas el día
después de su boda.
Pero por otra parte, los
Forrester habían asistido a la boda. Quizá Peter les hubiera dicho que no iba a
haber luna de miel.
—Espero que salga algo
bueno de esa reunión. Me encantará ir a la oficina contigo.
—En realidad Jack y su
mujer nos han invitado a pasar el día con ellos en su yate en alta mar. Nos
vamos en cuanto terminemos de desayunar —dijo él, y al ver que Lali no
contestaba, le tomó la mano y dijo—. Nos hará bien salir fuera.
Le estaba dando una
segunda oportunidad. Tratando de ser agradable.
—Yo no iré —dijo ella, y
miró el cielo gris—. Y no creo que tú debas ir tampoco.
—¿Intentando
manipularme, Lali?
—No. No quería decir
eso. Sabes que no me gusta el océano.
—Ya superaste eso —dijo
él—. Hoy vendrás conmigo. Insisto.
—Y yo insisto en que no.
No se trata de ir o no en un yate contigo. Se trata de acostarnos juntos, y no
he cambiado de idea. Me debes el derecho a no acostarme contigo hasta que no
haya pasado la fecha original de la boda.
—Eso es una estupidez.
—Lo creas o no, así es
como va a ser.
Por un instante se
quedaron mirándose el uno al otro. Entonces él se levantó y salió de la
habitación. Momentos después, la puerta principal se cerró de un portazo.
Cuando el viento arrancó
el picaporte de la puerta de las manos de Peter aquella noche, cerrándola de un
portazo mientras la lluvia seguía cayendo a mares, Lali corrió hacia él
asustada.
—¿Estás bien? ¿Qué te ha
pasado? He estado muy preocupada.
Peter la miró. Se habían
separado enfadados. Algo que él había lamentado poco después. En ese momento,
su preocupación lo reconfortaba de algún modo.
Cualquier reminiscencia
de ira desapareció de su mente, dejando paso al deseo de abrazarla y
reconciliarse con ella.
—La cosa se puso
bastante mal ahí fuera. Nos llevó un tiempo volver a meter el yate en el
puerto.
—Estás herido —dijo ella
mirándole el brazo.
—No es nada. Sólo un
arañazo.
—¿Cómo te atreves a
llamarlo un arañazo? —preguntó ella indignada—. ¿Cómo puedes ser tan
irresponsable con tu vida? Podrías haberte matado.
—Eh, no ha sido tan
malo.
—Sí ha sido tan malo —dijo
Lali con los ojos llenos de lágrimas—. Podría haberte perdido.
En ese momento Peter vio
dos cosas muy claras. Una: que, a pesar de que su mujer se negaba a compartir
la cama con él, se preocupaba por él. Lo suficiente como para haber estado
tremendamente preocupada a causa de la tormenta. Y dos: que él se preocupaba
por ella. Más de lo que había pensado que pudiera ser posible.
Oh, nada de amor. Se
negaba a considerarlo así. Pero le importaba. Y saber que a ella también le
importaba él, le hacía sentirse mejor. Quería reconfortarla, olvidar las
últimas veinticuatro horas y empezar otra vez. Esperaba que pudiera ser
posible.
—Siento que hayas estado
preocupada. Debí haberte llamado cuando regresé a tierra. Supongo que no
imaginé que pudieras…
No siguió hablando
porque Lali se había lanzado entre sus brazos y la abrazaba con fuerza,
apretando la cara contra su camisa mojada.
—No vuelvas a hacerme
eso —dijo ella, y se separó el tiempo justo para colocarle los puños en el
pecho antes de volver a abrazarlo—. No podría soportar perderte a ti también.
—No me has perdido —dijo
él levantándole la cara con la mano en su barbilla—. Estoy aquí. Siempre estaré
aquí para ti, Lali. Por siempre jamás —añadió, y la besó en la boca, saboreando
sus lágrimas y su miedo.
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