miércoles, 1 de enero de 2014

Capítulo 39

Lali quería estar entre sus brazos en ese momento, recibiendo su confort, su perdón y su cobijo. Pero sabía que todo eso los llevaría a hacer el amor.
—No puedo acercarme tanto a ti. Yo… —se detuvo, horrorizada de que hubiera estado a punto de decir toda la verdad. Que si dejaba que hicieran el amor, ya nunca podría ser capaz de convencerse a sí misma de que no estaba enamorada.
—Es imprescindible que te acerques a mí —dijo Peter tras terminar de comer—. Y puedes demostrar tu voluntad esta misma mañana viniendo conmigo. He recibido una llamada de los Forrester. Parece que Jack está por fin dispuesto a tomarse en serio el negocio. Quiere hablar de ello hoy.
—Eso es genial —dijo ella tratando de moderar su entusiasmo mientras se preguntaba qué derecho se creería que tenía Jack Forrester para demandar la presencia de Nicolas el día después de su boda.
Pero por otra parte, los Forrester habían asistido a la boda. Quizá Peter les hubiera dicho que no iba a haber luna de miel.
—Espero que salga algo bueno de esa reunión. Me encantará ir a la oficina contigo.
—En realidad Jack y su mujer nos han invitado a pasar el día con ellos en su yate en alta mar. Nos vamos en cuanto terminemos de desayunar —dijo él, y al ver que Lali no contestaba, le tomó la mano y dijo—. Nos hará bien salir fuera.
Le estaba dando una segunda oportunidad. Tratando de ser agradable.
—Yo no iré —dijo ella, y miró el cielo gris—. Y no creo que tú debas ir tampoco.
—¿Intentando manipularme, Lali?
—No. No quería decir eso. Sabes que no me gusta el océano.
—Ya superaste eso —dijo él—. Hoy vendrás conmigo. Insisto.
—Y yo insisto en que no. No se trata de ir o no en un yate contigo. Se trata de acostarnos juntos, y no he cambiado de idea. Me debes el derecho a no acostarme contigo hasta que no haya pasado la fecha original de la boda.
—Eso es una estupidez.
—Lo creas o no, así es como va a ser.
Por un instante se quedaron mirándose el uno al otro. Entonces él se levantó y salió de la habitación. Momentos después, la puerta principal se cerró de un portazo.
Cuando el viento arrancó el picaporte de la puerta de las manos de Peter aquella noche, cerrándola de un portazo mientras la lluvia seguía cayendo a mares, Lali corrió hacia él asustada.
—¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? He estado muy preocupada.
Peter la miró. Se habían separado enfadados. Algo que él había lamentado poco después. En ese momento, su preocupación lo reconfortaba de algún modo.
Cualquier reminiscencia de ira desapareció de su mente, dejando paso al deseo de abrazarla y reconciliarse con ella.
—La cosa se puso bastante mal ahí fuera. Nos llevó un tiempo volver a meter el yate en el puerto.
—Estás herido —dijo ella mirándole el brazo.
—No es nada. Sólo un arañazo.
—¿Cómo te atreves a llamarlo un arañazo? —preguntó ella indignada—. ¿Cómo puedes ser tan irresponsable con tu vida? Podrías haberte matado.
—Eh, no ha sido tan malo.
—Sí ha sido tan malo —dijo Lali con los ojos llenos de lágrimas—. Podría haberte perdido.
En ese momento Peter vio dos cosas muy claras. Una: que, a pesar de que su mujer se negaba a compartir la cama con él, se preocupaba por él. Lo suficiente como para haber estado tremendamente preocupada a causa de la tormenta. Y dos: que él se preocupaba por ella. Más de lo que había pensado que pudiera ser posible.
Oh, nada de amor. Se negaba a considerarlo así. Pero le importaba. Y saber que a ella también le importaba él, le hacía sentirse mejor. Quería reconfortarla, olvidar las últimas veinticuatro horas y empezar otra vez. Esperaba que pudiera ser posible.
—Siento que hayas estado preocupada. Debí haberte llamado cuando regresé a tierra. Supongo que no imaginé que pudieras…
No siguió hablando porque Lali se había lanzado entre sus brazos y la abrazaba con fuerza, apretando la cara contra su camisa mojada.
—No vuelvas a hacerme eso —dijo ella, y se separó el tiempo justo para colocarle los puños en el pecho antes de volver a abrazarlo—. No podría soportar perderte a ti también.

—No me has perdido —dijo él levantándole la cara con la mano en su barbilla—. Estoy aquí. Siempre estaré aquí para ti, Lali. Por siempre jamás —añadió, y la besó en la boca, saboreando sus lágrimas y su miedo.

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