viernes, 31 de julio de 2015

Capítulo 31

20
Teniendo el pastel
¿La cuenta? 1 día hasta Alabama
Después de la práctica del lunes, Federico y yo estamos recostados contra mi camioneta, besándonos en frente de todo el equipo varsity de fútbol americano. Abro los ojos ligeramente y veo a un par de chicos de primer año embobados ante nosotros. Sonreí, continuando con besar a Federico. Cuando abro mis ojos por segunda vez, veo al Entrenador mirándonos fijamente, quitándose su gorra y rascando su cabeza. Se concentró en  su  portapapeles  pero  alzó  la  vista  a  nosotros  varias  veces  antes  de finalmente volver dentro de la escuela. Esta debe de ser la cosa más rara que un entrenador de fútbol ha visto alguna vez: dos mariscales de campo besándose.

Cuando abro los ojos por tercera vez, Peter quien debe finalmente haber salido de los vestidores, nos está observando. Dejo de besar a Federico en el momento en que veo a Peter, porque la última cosa que quiero es lastimarlo.

—Espósito, ¿podrían por favor conseguirse una habitación? En serio —dice Peter

Federico se aleja de mí y sonríe, mirándome a los ojos mientras dice:

— ¿Qué necesitas, Peter?

Peter me mira sólo a mí. — ¿Puedo tener un minuto?

—Adelante —dice Federico, pero no se mueve. Se gira y pone un brazo alrededor de mi cintura, como si fuera para protegerme. Como para decirle a Peter que no me va a dejar sola con él.

—A solas —dice Peter.

—Cualquier  cosa  que  le quieras  decir  me la  puedes decir  a  mí  —dice  Federico, cavando las puntas de sus dedos en el hueso de mi cadera.

—Federico —intervine—, puedo hablar con mi mejor amigo si quiero. —Sacudí mi cabeza a mi novio, y asintió. Después de apretar mi mano, arrastra los pies por el estacionamiento para hablar con Higgins.

—No debería estar actuando así —dice Peter, mirando a Federico.

Cómo   Federico   actúe   no   es   asunto   de   Peter.   — ¿Qué   pasa?   —pregunto, recostándome contra mi camioneta.

— ¿Me puedo quedar esta noche? Necesito salir de mi casa.
Meto las manos en los bolsillos de mis pantaloncillos de malla, molesta de que él no pasara tiempo conmigo cuando lo necesitaba, más que nunca. ¿Qué pasó con “necesitar un descanso”?

—Peter, no podemos hacer más esto. Ahora tengo un novio.

— ¿Y? Pensé que nada iba a cambiar.

—Eso tiene que cambiar. No puedo compartir una cama con otro chico si tengo un novio.

—No soy sólo otro chico, Espósito.

—Lo sé, pero le prometí a Federico que ya no te quedarías.

Peter parecía furioso. Está mordiendo su labio inferior y sigue amasando la palma de su mano como si estuviera a punto de golpear algo. —Pablo y Nicolás tenían razón. Me dijeron que Federico iba a empezar a hacerse cargo de todo. Ya tiene tu posición. Está controlando los juegos en el campo. Y ahora te está alejando de mí.

— ¡Eso no es verdad! Tuvo que jugar el viernes porque me salté la práctica y metí la pata.

— ¡No me lanzó un solo pasa el viernes!

—ese no es mi problema. Tal vez no estabas abierto.

—No puedo creer que acabes de decir eso. Tú sabes que estaba abierto.

—No sé qué decirte, Peter. No puedes tener el pastel y comerlo también.

—Como si incluso supieras qué significa eso. Estoy gritando ahora.

— ¿Perdona? No soy estúpida. Significa que no puedes esperar que todo se quede igual.

— ¡Acordamos que nada cambiaría entre nosotros!

—Federico y yo estamos saliendo ahora. Me ha pedido una cosa, no quiere que te quedes a dormir.

—Lali… —Peter aferra sus rizos con ambas manos.

—Y si no querías que me él alejara de ti, quizás debiste haber hablado conmigo cuando  te  necesitaba  tanto  el  viernes.  —Lágrimas  deslizándose  por  mis mejillas—. Quizás debiste haberme tomado cuando tenías la oportunidad.

—Mira, Espósito, nunca vamos a estar juntos, así que necesitas superarme.

—Ya lo hice. —Mentira.

Peter me mira. —Me alegra escuchar que significo tan poco para ti que ya me superaste.

—Todo esto es tú culpa, Peter. Tú controlas todos los juegos aquí. Pero nunca te has detenido a considerar lo que tal vez yo quiera. Sólo me dices cómo va a ser. Bueno, Federico no me controla, y tú no me controlas. Yo me controlo a mí misma.

Peter se burla, una risa mezquina, levantando la mirada al nublado cielo azul.

—Que pedazo de mierda. Dejas que todos los demás te controlen y te digan cómo sentirte. Federico, Paula Markum, Alabama, tu papá…

—Púdrete. Si pierdo mi beca para Alabama, es toda tu culpa.

Entré a mi camioneta y cerré de un portazo la puerta y golpeé mi frente en el volante. A través de mis lágrimas, por la esquina de mi ojo, veo a Federico regresar, y a él y Peter empezar a gritarse el uno al otro afuera de mi camioneta. Doy vuelta a la ignición y me voy.

¿Cómo pudo todo en mi vida caerse en pedazos en menos de un mes?

Más tarde esa noche antes de la Noche de Fútbol del Lunes, estoy en nuestro cuarto de ejercicios, estrellando mis puños en el saco de boxeo.

—Idiota —digo, pateando el saco, haciendo que se deslizara atrás unos cuantos pies hacia la pared—. ¡Pensé que me querías! Arruinaste mi oportunidad con Alabama. —Arrojo unos cuantos puñetazos más pero paro cuando escucho un ruido de sorbido en voz alta que viene de la puerta.

Echando un vistazo alrededor del saco, encuentro a Nicolás apoyado contra el marco de la puerta bebiendo un raspado con una pajilla. Mirando el reloj, veo que el juego será en unos cuantos minutos. Gracias a Dios, los Vikingos y los Cargadores serán una gran distracción de pensar acerca de cuán molesta estoy con Peter.

—Oye —digo, arrancando mis guantes, luego secando el sudor de mi frente usando mi camiseta sin mangas.

—Oye —respondió, acercándose y tendiéndome un vaso de plástico—. Pensé que  un  raspado  tal  vez  te  animaría.  Es  limonada  rosa.  —Sonríe  mientras empiezo a chupar a través de la pajilla. Demonios, está bueno.

—Gracias —digo mientras tomo asiento en un banco de pesas y me inclino hacia adelante sobre mis rodillas—. Tengo que hablar con papá sobre comprar una máquina de raspados de 7-Eleven. Podríamos ponerlo cerca de la mesa de futbolito.

—Pero entonces Pablo y yo nunca nos iríamos de tu sótano —dijo Nicolás con una sonrisa.

—Está bien conmigo. Por lo menos ustedes no se han convertido en completos imbéciles.

Nicolás deja salir un profundo respiro, entonces empieza a sorber de nuevo.
— ¿Peter está bien? —pregunto, aunque no estoy segura de que quiero saber que pasó después de que me fui hoy.

—Bueno…

—Sólo dímelo directo, hombre. ¿Me odia?

—Claro que no te odia. —Nicolás mira al techo, sin mirar mi cara—. Te quiere más que a cualquier cosa —dice tranquilamente, luego quita la tapa de su vaso y comienza a agitarlo, tratando de sacar más raspado.

— ¿Qué no me estás diciendo?

Nicolás toma otra respiración profunda. Es tan raro para nosotros estar hablando de este tema. Quiero decir, ¿no deberíamos estar planeando cómo vamos a sacar la mierda de los Cool Springs el viernes?

—Uhm,  bueno  —dice—.  Peter  como  que  golpeó  a  Federico  en  la  mandíbula, entonces Federico rompió la nariz de Peter, y luego Peter le dio a Federico un ojo negro, todo antes de que pudiéramos separarlos. No están realmente heridos, pero ambos fueron suspendidos de la escuela una semana y no pueden jugar el viernes.

—Bien.

Nicolás se aclara la garganta. — ¿Bien?

—Sí, bien —digo, levantándome y pateando el saco de nuevo. Las cadenas colgando del techo se quejaron mientras el saco oscilaba alrededor en círculos—. Eso quiere decir que voy a jugar el juego completo, y que no tendré que lanzarle el balón a Peter. Idiota. —Mientras las palabras salían de mi boca, inmediatamente me arrepentí de ellas. Esto debe ser cómo Jake Reynolds se siente cada vez que habla. Un sollozo se eleva en mi garganta mientras me dejo caer otra vez en el banco de pesas. No puedo creer lo mucho que he herido a Peter y a Federico.

Y Alabama nunca me querrá ahora.

Sentándose, Nicolás se desliza arriba junto a mí, deslizando un brazo alrededor de mi cintura. Me apoyo contra su hombro y digo:

—Prometo que nunca voy a perder de vista al fútbol de nuevo.

Nicolás asiente, entonces sonríe. —Sip, ¿quién necesita una novia cuando tienes buenos amigos y fútbol?

Pablo repentinamente aparece en la puerta, riendo. — ¿Debería dejarlos a los dos a solas para que puedan seguir adelante con un fútbol? —Él tira de su bolsillo y encuentra algunos condones, los cuáles nos lanza.



—Cállate, hombre —digo, esquivando los condones—, o te pateare el trasero fuera de aquí para bien, lo que apestaría para ti porque voy a conseguir que papá nos compre una máquina de raspados.

Pablo tiene una mirada herida en su rostro mientras observa los vasos en nuestras manos. — ¿Dónde está mi raspado?

Nicolás menea la cabeza y señala hacia la puerta. — ¿Ya podemos sólo ver el juego y jugar algo de futbolito?

—Vamos a hacerlo —dice Pablo, aplaudiendo con sus manos juntas como si estuviéramos en un grupo. Amo a mis amigos, ya me siento mejor. Ahora todos estamos  extrañando  a  Peter.  Incluso  si  ambos  actuamos  como  completos idiotas hoy, quiero saber que está bien y aquí al lado de mí.

Después de que pateo el trasero de Pablo y Nicolás en unas cuantas rondas de futbolito, los Vikingos están ganando por diez puntos, y Peter todavía no ha aparecido.

— ¿Va a venir Peter? —le pregunto en voz baja a Pablo. Muerdo mi labio así no dejo salir otro sollozo.


Después de lanzar un dardo a la diana, Pablo encuentra mis ojos por un segundo, entonces mira para otro lado. —No lo creo, Lali.

2 comentarios: