20
Teniendo el pastel
¿La cuenta? 1 día hasta Alabama
Cuando
abro los ojos por tercera vez, Peter quien debe finalmente haber salido de los
vestidores, nos está observando. Dejo de besar a Federico en el momento en que
veo a Peter, porque la última cosa que quiero es lastimarlo.
—Espósito,
¿podrían por favor conseguirse una habitación? En serio —dice Peter
Federico
se aleja de mí y sonríe, mirándome a los ojos mientras dice:
— ¿Qué
necesitas, Peter?
Peter
me mira sólo a mí. — ¿Puedo tener un minuto?
—Adelante
—dice Federico, pero no se mueve. Se gira y pone un brazo alrededor de mi
cintura, como si fuera para protegerme. Como para decirle a Peter que no me va
a dejar sola con él.
—A
solas —dice Peter.
—Cualquier cosa
que le quieras decir
me la puedes decir a
mí —dice Federico, cavando las puntas de sus dedos en
el hueso de mi cadera.
—Federico
—intervine—, puedo hablar con mi mejor amigo si quiero. —Sacudí mi cabeza a mi
novio, y asintió. Después de apretar mi mano, arrastra los pies por el
estacionamiento para hablar con Higgins.
—No
debería estar actuando así —dice Peter, mirando a Federico.
Cómo Federico
actúe no es
asunto de Peter.
— ¿Qué pasa? —pregunto, recostándome contra mi camioneta.
— ¿Me
puedo quedar esta noche? Necesito salir de mi casa.
Meto
las manos en los bolsillos de mis pantaloncillos de malla, molesta de que él no
pasara tiempo conmigo cuando lo necesitaba, más que nunca. ¿Qué pasó con
“necesitar un descanso”?
—Peter,
no podemos hacer más esto. Ahora tengo un novio.
— ¿Y?
Pensé que nada iba a cambiar.
—Eso
tiene que cambiar. No puedo compartir una cama con otro chico si tengo un
novio.
—No
soy sólo otro chico, Espósito.
—Lo
sé, pero le prometí a Federico que ya no te quedarías.
Peter
parecía furioso. Está mordiendo su labio inferior y sigue amasando la palma de
su mano como si estuviera a punto de golpear algo. —Pablo y Nicolás tenían
razón. Me dijeron que Federico iba a empezar a hacerse cargo de todo. Ya tiene
tu posición. Está controlando los juegos en el campo. Y ahora te está alejando
de mí.
— ¡Eso
no es verdad! Tuvo que jugar el viernes porque me salté la práctica y metí la
pata.
— ¡No
me lanzó un solo pasa el viernes!
—ese
no es mi problema. Tal vez no estabas abierto.
—No
puedo creer que acabes de decir eso. Tú sabes que estaba abierto.
—No
sé qué decirte, Peter. No puedes tener el pastel y comerlo también.
—Como
si incluso supieras qué significa eso. Estoy gritando ahora.
— ¿Perdona?
No soy estúpida. Significa que no puedes esperar que todo se quede igual.
— ¡Acordamos
que nada cambiaría entre nosotros!
—Federico
y yo estamos saliendo ahora. Me ha pedido una cosa, no quiere que te quedes a
dormir.
—Lali…
—Peter aferra sus rizos con ambas manos.
—Y
si no querías que me él alejara de ti, quizás debiste haber hablado conmigo
cuando te necesitaba
tanto el viernes.
—Lágrimas deslizándose por
mis mejillas—. Quizás debiste haberme tomado cuando tenías la
oportunidad.
—Mira,
Espósito, nunca vamos a estar juntos, así que necesitas superarme.
—Ya
lo hice. —Mentira.
Peter
me mira. —Me alegra escuchar que significo tan poco para ti que ya me
superaste.
—Todo
esto es tú culpa, Peter. Tú controlas todos los juegos aquí. Pero nunca te has
detenido a considerar lo que tal vez yo quiera. Sólo me dices cómo va a ser.
Bueno, Federico no me controla, y tú no me controlas. Yo me controlo a mí
misma.
Peter
se burla, una risa mezquina, levantando la mirada al nublado cielo azul.
—Que
pedazo de mierda. Dejas que todos los demás te controlen y te digan cómo
sentirte. Federico, Paula Markum, Alabama, tu papá…
—Púdrete.
Si pierdo mi beca para Alabama, es toda tu culpa.
Entré
a mi camioneta y cerré de un portazo la puerta y golpeé mi frente en el
volante. A través de mis lágrimas, por la esquina de mi ojo, veo a Federico
regresar, y a él y Peter empezar a gritarse el uno al otro afuera de mi
camioneta. Doy vuelta a la ignición y me voy.
¿Cómo
pudo todo en mi vida caerse en pedazos en menos de un mes?
Más
tarde esa noche antes de la Noche de Fútbol del Lunes, estoy en nuestro cuarto
de ejercicios, estrellando mis puños en el saco de boxeo.
—Idiota
—digo, pateando el saco, haciendo que se deslizara atrás unos cuantos pies
hacia la pared—. ¡Pensé que me querías! Arruinaste mi oportunidad con Alabama.
—Arrojo unos cuantos puñetazos más pero paro cuando escucho un ruido de sorbido
en voz alta que viene de la puerta.
Echando
un vistazo alrededor del saco, encuentro a Nicolás apoyado contra el marco de
la puerta bebiendo un raspado con una pajilla. Mirando el reloj, veo que el
juego será en unos cuantos minutos. Gracias a Dios, los Vikingos y los
Cargadores serán una gran distracción de pensar acerca de cuán molesta estoy con
Peter.
—Oye
—digo, arrancando mis guantes, luego secando el sudor de mi frente usando mi
camiseta sin mangas.
—Oye
—respondió, acercándose y tendiéndome un vaso de plástico—. Pensé que un
raspado tal vez te animaría.
Es limonada rosa.
—Sonríe mientras empiezo a chupar
a través de la pajilla. Demonios, está bueno.
—Gracias
—digo mientras tomo asiento en un banco de pesas y me inclino hacia adelante
sobre mis rodillas—. Tengo que hablar con papá sobre comprar una máquina de
raspados de 7-Eleven. Podríamos ponerlo cerca de la mesa de futbolito.
—Pero
entonces Pablo y yo nunca nos iríamos de tu sótano —dijo Nicolás con una
sonrisa.
—Está
bien conmigo. Por lo menos ustedes no se han convertido en completos imbéciles.
Nicolás
deja salir un profundo respiro, entonces empieza a sorber de nuevo.
— ¿Peter
está bien? —pregunto, aunque no estoy segura de que quiero saber que pasó
después de que me fui hoy.
—Bueno…
—Sólo
dímelo directo, hombre. ¿Me odia?
—Claro
que no te odia. —Nicolás mira al techo, sin mirar mi cara—. Te quiere más que a
cualquier cosa —dice tranquilamente, luego quita la tapa de su vaso y comienza
a agitarlo, tratando de sacar más raspado.
— ¿Qué
no me estás diciendo?
Nicolás
toma otra respiración profunda. Es tan raro para nosotros estar hablando de
este tema. Quiero decir, ¿no deberíamos estar planeando cómo vamos a sacar la
mierda de los Cool Springs el viernes?
—Uhm, bueno
—dice—. Peter como
que golpeó a Federico en
la mandíbula, entonces Federico
rompió la nariz de Peter, y luego Peter le dio a Federico un ojo negro, todo
antes de que pudiéramos separarlos. No están realmente heridos, pero ambos
fueron suspendidos de la escuela una semana y no pueden jugar el viernes.
—Bien.
Nicolás
se aclara la garganta. — ¿Bien?
—Sí,
bien —digo, levantándome y pateando el saco de nuevo. Las cadenas colgando del
techo se quejaron mientras el saco oscilaba alrededor en círculos—. Eso quiere
decir que voy a jugar el juego completo, y que no tendré que lanzarle el balón
a Peter. Idiota. —Mientras las palabras salían de mi boca, inmediatamente me
arrepentí de ellas. Esto debe ser cómo Jake Reynolds se siente cada vez que
habla. Un sollozo se eleva en mi garganta mientras me dejo caer otra vez en el
banco de pesas. No puedo creer lo mucho que he herido a Peter y a Federico.
Y
Alabama nunca me querrá ahora.
Sentándose,
Nicolás se desliza arriba junto a mí, deslizando un brazo alrededor de mi
cintura. Me apoyo contra su hombro y digo:
—Prometo
que nunca voy a perder de vista al fútbol de nuevo.
Nicolás
asiente, entonces sonríe. —Sip, ¿quién necesita una novia cuando tienes buenos
amigos y fútbol?
Pablo
repentinamente aparece en la puerta, riendo. — ¿Debería dejarlos a los dos a
solas para que puedan seguir adelante con un fútbol? —Él tira de su bolsillo y
encuentra algunos condones, los cuáles nos lanza.
—Cállate,
hombre —digo, esquivando los condones—, o te pateare el trasero fuera de aquí
para bien, lo que apestaría para ti porque voy a conseguir que papá nos compre
una máquina de raspados.
Pablo
tiene una mirada herida en su rostro mientras observa los vasos en nuestras
manos. — ¿Dónde está mi raspado?
Nicolás
menea la cabeza y señala hacia la puerta. — ¿Ya podemos sólo ver el juego y
jugar algo de futbolito?
—Vamos
a hacerlo —dice Pablo, aplaudiendo con sus manos juntas como si estuviéramos en
un grupo. Amo a mis amigos, ya me siento mejor. Ahora todos estamos extrañando
a Peter. Incluso
si ambos actuamos
como completos idiotas hoy,
quiero saber que está bien y aquí al lado de mí.
Después
de que pateo el trasero de Pablo y Nicolás en unas cuantas rondas de futbolito,
los Vikingos están ganando por diez puntos, y Peter todavía no ha aparecido.
— ¿Va
a venir Peter? —le pregunto en voz baja a Pablo. Muerdo mi labio así no dejo
salir otro sollozo.
Después
de lanzar un dardo a la diana, Pablo encuentra mis ojos por un segundo,
entonces mira para otro lado. —No lo creo, Lali.
peter es un tarado más más más
ResponderEliminarD cualquier manera Peter la desconcentra,y encima la niega
ResponderEliminar