miércoles, 29 de julio de 2015

Capítulo 28

18
Se pone peor
¿La cuenta? 4 días hasta Alabama 

Cuando entro en el estacionamiento de la escuela antes de nuestro tercer juego, mi móvil suena. Victorio.

—Hola, hermano, ¿adivina qué?

— ¿Qué?

—El director deportivo de Alabama me envió otro correo electrónico. Dijo que un amigo suyo, un ex alumno de Alabama, viene a verme esta noche. —Ya que a los reclutadores técnicamente sólo se les permite ver a un jugador una vez durante la temporada, a veces los entrenadores universitarios les piden a impulsores o ex alumnos que vayan a ver el resto de los juegos. Es un poco turbio, pero así es cómo funcionan las cosas—. Y él me dio las gracias por hacer la sesión de fotos    —agrego.

—Grandioso.

Apago el motor de la camioneta.

— ¿Vas a venir conmigo a visitar el campus el martes?

—No  puedo.  Gran  examen  de  historia  ese  día.  —Mientras  salgo  de  la camioneta, Victorio dice—: Escucha, es necesario que te arregles cuando vayas. Usa un vestido y arregla tu cabello, ¿de acuerdo?

— ¿Por qué?

— ¿Recuerdas cuando hablé con el entrenador en tu primer partido?

—Sí.

—Él  me  dijo  que  si  te  unes  al  equipo,  los  entrenadores  esperan  que  te comportes como una dama.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—No sé. Probablemente porque ellos quieren que des cierta impresión.

—Oh.

—Bueno, si quieres jugar para Alabama, tendrás que hacer lo que dicen. Bien podrías adelantarte y empezar ahora.

—Está bien —contesto con voz temblorosa—. Creo que puedo hacerlo. —A pesar de que no soy yo en absoluto. ¿Qué tiene que ver actuar como una dama con ser buena en el campo de fútbol?

Recuerdo cuando decidí jugar fútbol. En realidad comencé como una porrista, para un equipo de Pop Warner, los Hornets. Mi madre me vistió con faldas y cintas y me entregó los pompones. Peter jugaba como mariscal, y en vez de animar, yo estaba buscando grillos detrás de unos árboles, porque una buena carnada siempre es importante. El balón se fue fuera de límites… corrí para atraparlo, y lo arrojé, y el balón voló más lejos que cualquiera de los pases de Peter. Él lo atrapó, corrió hacia mí y dijo:

—Vaya, eres buena. —Con esta gran sonrisa en su cara, sin sus dos dientes frontales—. ¿Quieres venir a comer pizza y jugar hockey de aire después del partido? ¿Conmigo y el equipo?

Ese día, cambié mis pompones por tacos. Y Peter se convirtió en un receptor abierto. Y parte de mi corazón se convirtió en suyo.

Voy al vestidor y me cambio a mis hombreras y uniforme, y después salgo a los bancos. Veo a Peter hablando con Nicolás, bajo la luz de la luna y el cielo estrellado. Estoy a punto de ir a contarle sobre Alabama y la conversación con papá y Federico enloqueciendo conmigo, pero el entrenador me lleva a un lado.

—Entrenador, ¡Alabama está enviando a alguien a verme esta noche!

El entrenador no sonríe, solo sujeta  su portapapeles contra su pecho, y se queda  mirando  hacia  el  campo  en  el  que  algunos  de  los  chicos  están calentando.

—Espósito, no sé lo que está pasando contigo, pero no te puedes perder dos prácticas sin decirme una palabra.

Me concentro en mis tacos y murmuro:

—Lo siento, entrenador.

—Si no fuera por Alabama, tu trasero estaría en la banca, y Federico estaría jugando. ¿Lo tienes?

Miro a los ojos del entrenador.

—No volverá a suceder. Lo prometo.

—Más vale que no, o Federico será nuestro mariscal de campo titular. Tú eres la líder de este equipo, Espósito. Estos chicos esperan mucho de ti. Si no te importa lo suficiente como para aparecer en la práctica, o por lo menos decirme qué infiernos está pasando en tu vida, entonces no mereces ser capitán.

He arruinado tanto.

Sólo tengo que terminar este juego de una vez. Demostrarle a Alabama que soy una jugadora impresionante, que no importa cómo me visto. Tan buena que incluso  podría  usar  faldas  escocesas  y  gaitas  por  todo  el  lugar,  y  todavía amarían mis habilidades futbolísticas.

—Lo siento, entrenador.

—Ponte en marcha con el calentamiento —exige, haciendo un gesto hacia el campo con su portapapeles.

Corro hacia Peter y lo alejo de todo el mundo, pero en vez de ser todo suelto y juguetón como suele ser, parece rígido.

— ¿Qué pasa? —pregunta, con las manos en las caderas.

— ¿Recuerdas cuando empecé a jugar fútbol? ¿Y yo estaba buscando grillos y luego tiré el balón de regreso a ti?

—No.

¿Qué?  Solíamos bromear sobre esto todo el tiempo. Cómo destruí su futura carrera como mariscal de campo de los Titanes.

— ¿Qué necesitas? —pregunta, centrándose en las porristas, que acaban de salir de los vestidores y se están instalando en la pista que rodea el campo. La multitud empieza a hacer gestos y vitorear mientras Eugenia hace una voltereta hacia atrás.

—Sólo necesito hablarte de algunas cosas —respondo. ¿Está bien? No me mira a los ojos—. ¿Quieres venir después juego? ¿Para ver una película?

—No puedo. —Agita sus brazos alrededor de un círculo, calentando.

—Oh. ¿Qué vas a hacer esta noche?

—Nada.

—Entonces, ¿por qué no vienes?

Él se queda mirando hacia abajo al campo antes de decir:

—Porque no quiero, Espósito.

Me pongo el casco y muerdo mi mejilla. Él nunca me ha hecho esto antes.

—Necesito un poco de tiempo a solas —dice.

—Capitanes  —grita  un  árbitro,  y  Peter  trota  hacia  las  líneas  laterales  sin hablarme de nuevo.

Las lágrimas salen de mis ojos mientras poco a poco ato la hebilla de mi barbilla.

Lo único que sé es que sin él como mi amigo, sólo soy una cáscara. Sólo un libro de jugadas sin jugadas.

—Espósito —grita el entrenador, agitando su portapapeles—. El lanzamiento de la moneda.

Miro hacia arriba, mis ojos empañados por las lágrimas, y encuentro a Nicolás y Pablo corriendo hacia mí. Pablo toma mi codo en su mano y me lleva hacia el centro del campo, susurrando:

— ¿Qué pasa?

—Un ex alumno de Alabama está aquí para verme —murmuro.

—Impresionante —responde Nicolás, acariciando mi espalda.

—Me siento mal —respondo.

—Vas a estar muy bien —dice Pablo—. Northgate no tiene nada contra nosotros. No contigo jugando.

—Nicolás…  ¿puedes  hacer  el  lanzamiento?  —susurro,  y  él  asiente  y  me  da palmaditas en el hombro.

Nicolás pide cara. Aterriza en cara, y él elige recibir.

—Gracias —murmuro mientras nos dirigimos de nuevo hacia los bancos. Peter corre a recibir la patada de salida, y mientras sacudo mis hombros y tomo un poco de Gatorade, Federico se acerca.

— ¿Qué está pasando? —pregunta, centrándose en mis ojos.

—Nada.

Se pone el casco bajo el brazo y frota la parte posterior de su cuello con la otra mano, mirándome.

—Has estado rara desde que, ya sabes, dormimos juntos. Lo siento si te sentiste presionada, o algo...

En verdad no necesito esto ahora.

—No es nada de eso. Sólo tengo que entrar en la zona para el juego.
Northgate ha puesto en marcha la patada, y Peter está rebotando en la zona de anotación preparándose para recibir, y mis rodillas están temblando. En parte por el ex alumno de Alabama, en parte por Peter, pero sobre  todo porque siento que toda mi vida ha cambiado en el último mes.

Estoy acostumbrada a tener el control, e incluso eso se ha ido. Me di por vencida con lo que quedaba cuando me perdí la práctica.

— ¿Estás segura de que puedes jugar? —Pregunta Federico—. No podemos darnos el lujo de perder si queremos llegar a la final del distrito.

—Estoy bien —digo con los dientes apretados.

—Bueno. Cuidado con el bombardeo de la esquina.

—Lo sé.

Sacude la cabeza y mira a la multitud durante unos segundos.

—Después del juego, tenemos que hablar —dice antes de caminar y pararse al lado del entrenador.

—Malditamente fantástico —susurro para mí.

Exploro las gradas, buscando a mamá, ella está sentada con el Sr. y la Sra. L. Apuesto que Peter está contento de que su padre finalmente apareció en un juego. Debe ser agradable.

Mamá se queda mirando hacia mí, preocupación dibujada en su rostro:

—Te quiero —gesticula.

Saludo con la mano hacia ella, pensando en lo mucho que necesitaba eso.

Northgate patea, y Peter llega a las treinta yardas antes de ser arrojado al suelo. El equipo y los aficionados estallan, gritando y aplaudiendo, y la banda de música toca la canción de lucha. Corro a la cancha con Pablo, que golpea mi espalda antes de entrar en formación. Me tiemblan las manos.

—Z-extensión dieciocho —grito, y Pablo me da el balón. Doy tres pasos hacia atrás, escaneando el campo, luego doy un pase corto a Higgins. Él salta para atrapar el balón, pero pasa justo por encima de su cabeza.

Incompleto.

—Maldita sea —murmuro. Limpio mis manos sudorosas en mi toalla. De vuelta a la formación.

Pablo  alza  nuevamente  el  balón.  Manteniéndolo  simple,  cediéndolo  a  Bates,  y ganamos quince yardas. Bien.

¿Siguiente jugada? Lanzo el balón campo abajo a Peter, pero esquiva a un esquinero en el último segundo, y el balón cae directamente en los brazos del esquinero.

Interceptación.

El esquinero sale disparado por el campo hacia nuestra zona de anotación, y corro rápido y me tiro hacia él, pero pierdo la tacleada, salto, y estrello mi espalda contra el pasto. Ay.

El esquinero anota. Por mi culpa.

Porque estoy jugando completamente mal. Cuando corro de regreso a la banca, Nicolás dice:

—Está bien.

—No lo está. —Sólo tuve una intercepción durante todo el año pasado, y eso fue cuando metí la pata en el campeonato estatal.

No puedo arruinarlo de nuevo.

Pablo y yo nos movemos de prisa de vuelta después de que Northgate patea.

—Tienes esto, Espósito —dice.

En la primera jugada, le cedo a Bates por diez yardas, pero luego en el siguiente saque, dejo caer el balón y mientras gateo tras él, soy golpeada y mi casco golpea contra el suelo. Mi nariz se siente como si alguien le hubiera arrojado un ladrillo.

Gracias a Dios, Pablo recupera el balón. Perdemos diez yardas. Respirando profundamente, mis manos sin dejar de temblar mientras me reúno con los chicos.

—Guíen a Peter. Voy a bombardear directo al final del campo.

Aplaudimos y rompemos, y Pablo lanza de nuevo el balón. Corro varias yardas hacia atrás, evitando al apoyador tratando de golpearme, y lanzo el balón a Peter, pero es demasiado corto. No consigo lo suficiente en el lanzamiento y él corre por el camino equivocado… se suponía que debía devolver al balón, pero no lo hizo.

Northgate intercepta de nuevo.

— ¡Mierda! —grito. Higgins se las arregla para taclear al jugador de profundidad que fue tras de mí, pero el balón es de Northgate de nuevo.

Puedo oír a mis compañeros gritando desde la banca, incluyendo a Federico:

— ¿Qué demonios, Espósito? —dice en voz alta con los brazos abiertos. Quiero gritar: "¡No es sólo mi culpa!", pero los capitanes no hacen eso.

Peter sacude la cabeza, luciendo enojado consigo mismo por echar a perder el juego.

Mis ojos se mueven a la valla en la que todos los reclutadores y los ex alumnos están de pie, y localizo la gorra con el logo de Alabama en él. El tipo escribe en su cuaderno y sacude la cabeza. Otro tipo con una sudadera naranja de Tennessee está con él. Genial. Así que ahora Victorio sabrá que he estropeado todo.

Soy una total pérdida de tiempo para Alabama.

Tiro de mi correa en la barbilla y me apresuro a la banca cuando un montón de cámaras me ciegan como luces estroboscópicas. Malditos reporteros.

El entrenador se acerca, aunque Peter se encuentra lo más lejos posible de mí, pero puedo verlo jadeando cuando me mira. Bien. Debería saber que esto es su maldita culpa. ¿No podía haber esperado hasta que el juego hubiera terminado para destruir mi corazón?

— ¿Qué está pasando, Espósito? —pregunta el entrenador.

—Lo siento, entrenador —digo con un encogimiento de hombros. Habla en voz baja:

—Yo también lo siento. Tu cabeza no está en el juego. Te quedas en la banca.


Y justo entonces, cuando miro hacia arriba a las gradas por mi mamá, veo a mi padre besar su mejilla y tomar asiento.

Les pido disculpas pero recién pude subir todos los capítulos así que ya están programados a las 14:00hr Perú.

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