18
Se pone peor
¿La cuenta? 4 días hasta Alabama
Cuando
entro en el estacionamiento de la escuela antes de nuestro tercer juego, mi
móvil suena. Victorio.
—Hola,
hermano, ¿adivina qué?
— ¿Qué?
—El
director deportivo de Alabama me envió otro correo electrónico. Dijo que un
amigo suyo, un ex alumno de Alabama, viene a verme esta noche. —Ya que a los
reclutadores técnicamente sólo se les permite ver a un jugador una vez durante
la temporada, a veces los entrenadores universitarios les piden a impulsores o
ex alumnos que vayan a ver el resto de los juegos. Es un poco turbio, pero así
es cómo funcionan las cosas—. Y él me dio las gracias por hacer la sesión de
fotos —agrego.
—Grandioso.
Apago
el motor de la camioneta.
— ¿Vas
a venir conmigo a visitar el campus el martes?
—No puedo.
Gran examen de
historia ese día.
—Mientras salgo de la
camioneta, Victorio dice—: Escucha, es necesario que te arregles cuando vayas.
Usa un vestido y arregla tu cabello, ¿de acuerdo?
— ¿Por
qué?
— ¿Recuerdas
cuando hablé con el entrenador en tu primer partido?
—Sí.
—Él me
dijo que si
te unes al
equipo, los entrenadores
esperan que te comportes como una dama.
— ¿Qué?
¿Por qué?
—No
sé. Probablemente porque ellos quieren que des cierta impresión.
—Oh.
—Bueno,
si quieres jugar para Alabama, tendrás que hacer lo que dicen. Bien podrías
adelantarte y empezar ahora.
—Está
bien —contesto con voz temblorosa—. Creo que puedo hacerlo. —A pesar de que no
soy yo en absoluto. ¿Qué tiene que ver actuar como una dama con ser buena en el
campo de fútbol?
Recuerdo
cuando decidí jugar fútbol. En realidad comencé como una porrista, para un
equipo de Pop Warner, los Hornets. Mi madre me vistió con faldas y cintas y me
entregó los pompones. Peter jugaba como mariscal, y en vez de animar, yo estaba
buscando grillos detrás de unos árboles, porque una buena carnada siempre es
importante. El balón se fue fuera de límites… corrí para atraparlo, y lo
arrojé, y el balón voló más lejos que cualquiera de los pases de Peter. Él lo
atrapó, corrió hacia mí y dijo:
—Vaya,
eres buena. —Con esta gran sonrisa en su cara, sin sus dos dientes frontales—.
¿Quieres venir a comer pizza y jugar hockey de aire después del partido?
¿Conmigo y el equipo?
Ese
día, cambié mis pompones por tacos. Y Peter se convirtió en un receptor
abierto. Y parte de mi corazón se convirtió en suyo.
Voy
al vestidor y me cambio a mis hombreras y uniforme, y después salgo a los
bancos. Veo a Peter hablando con Nicolás, bajo la luz de la luna y el cielo
estrellado. Estoy a punto de ir a contarle sobre Alabama y la conversación con
papá y Federico enloqueciendo conmigo, pero el entrenador me lleva a un lado.
—Entrenador,
¡Alabama está enviando a alguien a verme esta noche!
El
entrenador no sonríe, solo sujeta su
portapapeles contra su pecho, y se queda
mirando hacia el
campo en el
que algunos de
los chicos están calentando.
—Espósito,
no sé lo que está pasando contigo, pero no te puedes perder dos prácticas sin
decirme una palabra.
Me
concentro en mis tacos y murmuro:
—Lo
siento, entrenador.
—Si
no fuera por Alabama, tu trasero estaría en la banca, y Federico estaría
jugando. ¿Lo tienes?
Miro
a los ojos del entrenador.
—No
volverá a suceder. Lo prometo.
—Más
vale que no, o Federico será nuestro mariscal de campo titular. Tú eres la
líder de este equipo, Espósito. Estos chicos esperan mucho de ti. Si no te
importa lo suficiente como para aparecer en la práctica, o por lo menos decirme
qué infiernos está pasando en tu vida, entonces no mereces ser capitán.
He
arruinado tanto.
Sólo
tengo que terminar este juego de una vez. Demostrarle a Alabama que soy una
jugadora impresionante, que no importa cómo me visto. Tan buena que incluso podría
usar faldas escocesas
y gaitas por
todo el lugar,
y todavía amarían mis habilidades
futbolísticas.
—Lo
siento, entrenador.
—Ponte
en marcha con el calentamiento —exige, haciendo un gesto hacia el campo con su
portapapeles.
Corro
hacia Peter y lo alejo de todo el mundo, pero en vez de ser todo suelto y
juguetón como suele ser, parece rígido.
— ¿Qué
pasa? —pregunta, con las manos en las caderas.
— ¿Recuerdas
cuando empecé a jugar fútbol? ¿Y yo estaba buscando grillos y luego tiré el
balón de regreso a ti?
—No.
¿Qué? Solíamos bromear sobre esto todo el tiempo.
Cómo destruí su futura carrera como mariscal de campo de los Titanes.
— ¿Qué
necesitas? —pregunta, centrándose en las porristas, que acaban de salir de los
vestidores y se están instalando en la pista que rodea el campo. La multitud
empieza a hacer gestos y vitorear mientras Eugenia hace una voltereta hacia
atrás.
—Sólo
necesito hablarte de algunas cosas —respondo. ¿Está bien? No me mira a los
ojos—. ¿Quieres venir después juego? ¿Para ver una película?
—No
puedo. —Agita sus brazos alrededor de un círculo, calentando.
—Oh.
¿Qué vas a hacer esta noche?
—Nada.
—Entonces,
¿por qué no vienes?
Él
se queda mirando hacia abajo al campo antes de decir:
—Porque
no quiero, Espósito.
Me
pongo el casco y muerdo mi mejilla. Él nunca me ha hecho esto antes.
—Necesito
un poco de tiempo a solas —dice.
—Capitanes —grita
un árbitro, y Peter trota
hacia las líneas
laterales sin hablarme de nuevo.
Las
lágrimas salen de mis ojos mientras poco a poco ato la hebilla de mi barbilla.
Lo
único que sé es que sin él como mi amigo, sólo soy una cáscara. Sólo un libro
de jugadas sin jugadas.
—Espósito
—grita el entrenador, agitando su portapapeles—. El lanzamiento de la moneda.
Miro
hacia arriba, mis ojos empañados por las lágrimas, y encuentro a Nicolás y Pablo
corriendo hacia mí. Pablo toma mi codo en su mano y me lleva hacia el centro
del campo, susurrando:
— ¿Qué
pasa?
—Un
ex alumno de Alabama está aquí para verme —murmuro.
—Impresionante
—responde Nicolás, acariciando mi espalda.
—Me
siento mal —respondo.
—Vas
a estar muy bien —dice Pablo—. Northgate no tiene nada contra nosotros. No
contigo jugando.
—Nicolás… ¿puedes
hacer el lanzamiento?
—susurro, y él
asiente y me da
palmaditas en el hombro.
Nicolás
pide cara. Aterriza en cara, y él elige recibir.
—Gracias
—murmuro mientras nos dirigimos de nuevo hacia los bancos. Peter corre a
recibir la patada de salida, y mientras sacudo mis hombros y tomo un poco de
Gatorade, Federico se acerca.
— ¿Qué
está pasando? —pregunta, centrándose en mis ojos.
—Nada.
Se
pone el casco bajo el brazo y frota la parte posterior de su cuello con la otra
mano, mirándome.
—Has
estado rara desde que, ya sabes, dormimos juntos. Lo siento si te sentiste
presionada, o algo...
En
verdad no necesito esto ahora.
—No
es nada de eso. Sólo tengo que entrar en la zona para el juego.
Northgate
ha puesto en marcha la patada, y Peter está rebotando en la zona de anotación
preparándose para recibir, y mis rodillas están temblando. En parte por el ex
alumno de Alabama, en parte por Peter, pero sobre todo porque siento que toda mi vida ha
cambiado en el último mes.
Estoy
acostumbrada a tener el control, e incluso eso se ha ido. Me di por vencida con
lo que quedaba cuando me perdí la práctica.
— ¿Estás
segura de que puedes jugar? —Pregunta Federico—. No podemos darnos el lujo de
perder si queremos llegar a la final del distrito.
—Estoy
bien —digo con los dientes apretados.
—Bueno.
Cuidado con el bombardeo de la esquina.
—Lo
sé.
Sacude
la cabeza y mira a la multitud durante unos segundos.
—Después
del juego, tenemos que hablar —dice antes de caminar y pararse al lado del
entrenador.
—Malditamente
fantástico —susurro para mí.
Exploro
las gradas, buscando a mamá, ella está sentada con el Sr. y la Sra. L. Apuesto
que Peter está contento de que su padre finalmente apareció en un juego. Debe
ser agradable.
Mamá
se queda mirando hacia mí, preocupación dibujada en su rostro:
—Te
quiero —gesticula.
Saludo
con la mano hacia ella, pensando en lo mucho que necesitaba eso.
Northgate
patea, y Peter llega a las treinta yardas antes de ser arrojado al suelo. El
equipo y los aficionados estallan, gritando y aplaudiendo, y la banda de música
toca la canción de lucha. Corro a la cancha con Pablo, que golpea mi espalda
antes de entrar en formación. Me tiemblan las manos.
—Z-extensión
dieciocho —grito, y Pablo me da el balón. Doy tres pasos hacia atrás,
escaneando el campo, luego doy un pase corto a Higgins. Él salta para atrapar
el balón, pero pasa justo por encima de su cabeza.
Incompleto.
—Maldita
sea —murmuro. Limpio mis manos sudorosas en mi toalla. De vuelta a la
formación.
Pablo alza
nuevamente el balón.
Manteniéndolo simple, cediéndolo
a Bates, y ganamos quince yardas. Bien.
¿Siguiente
jugada? Lanzo el balón campo abajo a Peter, pero esquiva a un esquinero en el
último segundo, y el balón cae directamente en los brazos del esquinero.
Interceptación.
El esquinero
sale disparado por el campo hacia nuestra zona de anotación, y corro rápido y
me tiro hacia él, pero pierdo la tacleada, salto, y estrello mi espalda contra
el pasto. Ay.
El
esquinero anota. Por mi culpa.
Porque
estoy jugando completamente mal. Cuando corro de regreso a la banca, Nicolás
dice:
—Está
bien.
—No
lo está. —Sólo tuve una intercepción durante todo el año pasado, y eso fue
cuando metí la pata en el campeonato estatal.
No
puedo arruinarlo de nuevo.
Pablo
y yo nos movemos de prisa de vuelta después de que Northgate patea.
—Tienes
esto, Espósito —dice.
En
la primera jugada, le cedo a Bates por diez yardas, pero luego en el siguiente
saque, dejo caer el balón y mientras gateo tras él, soy golpeada y mi casco
golpea contra el suelo. Mi nariz se siente como si alguien le hubiera arrojado
un ladrillo.
Gracias
a Dios, Pablo recupera el balón. Perdemos diez yardas. Respirando
profundamente, mis manos sin dejar de temblar mientras me reúno con los chicos.
—Guíen
a Peter. Voy a bombardear directo al final del campo.
Aplaudimos
y rompemos, y Pablo lanza de nuevo el balón. Corro varias yardas hacia atrás,
evitando al apoyador tratando de golpearme, y lanzo el balón a Peter, pero es
demasiado corto. No consigo lo suficiente en el lanzamiento y él corre por el
camino equivocado… se suponía que debía devolver al balón, pero no lo hizo.
Northgate
intercepta de nuevo.
— ¡Mierda!
—grito. Higgins se las arregla para taclear al jugador de profundidad que fue
tras de mí, pero el balón es de Northgate de nuevo.
Puedo
oír a mis compañeros gritando desde la banca, incluyendo a Federico:
— ¿Qué
demonios, Espósito? —dice en voz alta con los brazos abiertos. Quiero gritar:
"¡No es sólo mi culpa!", pero los capitanes no hacen eso.
Peter
sacude la cabeza, luciendo enojado consigo mismo por echar a perder el juego.
Mis
ojos se mueven a la valla en la que todos los reclutadores y los ex alumnos
están de pie, y localizo la gorra con el logo de Alabama en él. El tipo escribe
en su cuaderno y sacude la cabeza. Otro tipo con una sudadera naranja de
Tennessee está con él. Genial. Así que ahora Victorio sabrá que he estropeado
todo.
Soy
una total pérdida de tiempo para Alabama.
Tiro
de mi correa en la barbilla y me apresuro a la banca cuando un montón de
cámaras me ciegan como luces estroboscópicas. Malditos reporteros.
El
entrenador se acerca, aunque Peter se encuentra lo más lejos posible de mí,
pero puedo verlo jadeando cuando me mira. Bien. Debería saber que esto es su
maldita culpa. ¿No podía haber esperado hasta que el juego hubiera terminado para
destruir mi corazón?
— ¿Qué
está pasando, Espósito? —pregunta el entrenador.
—Lo
siento, entrenador —digo con un encogimiento de hombros. Habla en voz baja:
—Yo
también lo siento. Tu cabeza no está en el juego. Te quedas en la banca.
Y
justo entonces, cuando miro hacia arriba a las gradas por mi mamá, veo a mi
padre besar su mejilla y tomar asiento.
Les pido disculpas pero recién pude subir todos los capítulos así que ya están programados a las 14:00hr Perú.
K mal ,x culpa d Peter .
ResponderEliminarPeter se esta portando como un idiota -.-
ResponderEliminarNo era el momento idóneo que Peter se portara así
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